El año de los trasplantes: las cifras de 2024 superan todas las expectativas
Los 2562 donantes registrados (cinco veces más que cuando se crea la ONT) suponen un 9% más que el año anterior, un crecimiento que cuando se está en lo más alto es dificilísimo de conseguir en cualquier actividad
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Si casi siempre a principios de año, las cifras españolas de trasplante proporcionadas por la ONT constituyen una buena noticia, puede decirse que las de este año superan todas las expectativas. No es exagerado denominar al 2024 como "el año de los trasplantes en España" aunque muy probablemente estas cifras se superarán en 2025 ya que la línea es claramente ascendente y no hay motivos para creer que a corto plazo se puede truncar. Aquí nunca se toca techo.
Los 2562 donantes registrados (cinco veces más que cuando se crea la ONT) suponen un 9% más que el año anterior, un crecimiento que cuando se está en lo más alto es dificilísimo de conseguir en cualquier actividad. Equivalen a 52,6 donantes por millón de habitantes (pmp) lo que supone haber sobrepasado el objetivo de los 50 marcado hace años en el programa 50 x 22, llamado así porque se previó para 2022, algo que la pandemia de Covid retrasó dos años.
Estados Unidos, nuestro rival de los últimos años por el liderazgo mundial ha crecido también este año un 4% con lo que se situará alrededor de los 50 donantes, dos puntos por debajo, lo que significa continuar con la supremacía conquistada hace ya 33 años. El resto de los países europeos o de otros continentes quedan ya a distancias siderales. Si miramos los resultados por comunidades, los 94,9 donantes pmp de Cantabria, jamás se habían alcanzado en ningún lugar. Por otro lado, el hecho de que haya aún 4 CCAA por debajo del objetivo de los 50 donantes, entre ellas dos de tanta población como Madrid y Cataluña indica que hay suficiente margen de mejora.
Más importante aún que todos estos índices es haber alcanzado los 6464 trasplantes, un 10% más que el año anterior porque eso es lo que se traduce en vidas salvadas o mejoradas. Aumentos del 10% en trasplantes renales, 6% en hepáticos o 7% en cardiacos y sobre todo 30% en pulmonares son cifras realmente extraordinarias.
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El motor de estos crecimientos ha sido una vez más la donación en asistolia o parada cardiaca, que este año ha dado el "sorpasso" a la donación tradicional en muerte encefálica y ya representa más del 50% de nuestros donantes. Muy significativo pensar que si hace 15 años no hubiéramos apostado abiertamente por esta opción, hoy tendríamos la mitad de los donantes y de trasplantes realizados. Somos además el único país que ha obtenido y trasplantado todo tipo de órganos con esta técnica, incluido un trasplante de cara. En el caso del corazón, la asistolia, que en 2024 superó los 100 procedimientos, ha conseguido revitalizar un tipo de trasplante que se había estancado como consecuencia sobre todo del envejecimiento progresivo de los donantes.
Un hecho curioso y aparentemente paradójico, pero que ya se ha dado en otras ocasiones, es que esta gran actividad no se acompaña de un descenso de las listas de espera sino todo lo contrario, un discreto aumento de las mismas. Este fenómeno se explica porque una mayor disponibilidad de trasplantes induce un aumento de la demanda por la inclusión en lista de espera de pacientes más complejos por edad o factores asociados que en situaciones de mayor escasez no podrían haber sido considerados.
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Pero precisamente por esta actividad en continuo crecimiento, el sistema necesita de una continua reestructuración para seguir progresando ya que de otra forma surgen grietas y aparecen algunos datos preocupantes. En noviembre se publicaba en una revista de alto impacto un estudio de la Sociedad Española de Trasplante Hepático (SETH) sobre una encuesta a cerca de 500 profesionales relacionados con estos trasplantes, clínicos, cirujanos, anestesiólogos e intensivistas. Nada menos que el 78% refirieron "algún signo" de burnout, y un 46% expresaron que no se veían dentro de 5 años implicados en los trasplantes, siendo los principales motivos aducidos la conciliación familiar y calidad de vida, así como el factor económico.
El tema no tiene una solución fácil y nada hace pensar que sea exclusivo de este colectivo y no esté extendido a otras partes del sistema. De hecho, así me lo reconocían hace unos días desde un equipo de trasplante cardiaco. Es el resultado del paso de una actividad heroica y casi artesanal, protagonizada por unos pocos clínicos y cirujanos y que generaba una gran atención mediática y social, a una actividad masiva en la que se implica mucha gente que no siempre se siente debidamente reconocida. Tampoco es que sea autóctono, ya apareció hace años por ejemplo en el Reino Unido y en mayor o menor medida lo refieren otros países.
Desde la ONT se reconocía recientemente que el constante aumento de actividad estaba provocando un agotamiento de la estructura de coordinación que necesitaba un refuerzo en el que había que trabajar en íntimo contacto con las coordinaciones autonómicas. Todo lo que se haga en pro de solucionar estos temas, será la mejor vacuna para evitar males mayores en el futuro y preservar la buena salud de nuestro sistema de trasplantes.
"Las noticias de mayor impacto han sido las de los trasplantes de riñones de cerdo genéticamente modificados en humanos"
Un efecto colateral de la donación en asistolia ha sido la posibilidad de efectuar la donación de órganos en los pacientes que eligen la vía de la prestación de ayuda para morir y ejercer su derecho a que sus órganos sean trasplantados en otras personas tras su muerte. Este tipo de donación se ha normalizado plenamente en un claro signo de madurez de la sociedad española y el pasado año fueron ya 63 las personas que eligieron donar sus órganos de esta forma.
En el plano internacional, las noticias de mayor impacto han sido las de los trasplantes de riñones de cerdo genéticamente modificados en humanos. El 16 de marzo asistíamos en el Massachussetts General Hospital de Boston al primer trasplante de un riñón de cerdo genéticamente modificado mediante la técnica CRISPR a un enfermo diabético de 62 años, Richard Slayman, con insuficiencia renal crónica en tratamiento con hemodiálisis. En los últimos años se habían producido al menos tres trasplantes renales y dos cardiacos realizados en personas en muerte cerebral y otros dos de corazón en pacientes con insuficiencia cardiaca terminal que acabaron falleciendo tras periodos entre uno y dos meses.
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Todos estos órganos, "fabricados" por la empresa Revivicor, de Virginia tenían 10 modificaciones genéticas. En el caso del riñón la proveedora fue otra compañía, en este caso de Massachussets, eGenesis, que imprimió 69 modificaciones genéticas para humanizar el órgano y hacerlo más compatible. El paciente falleció menos de dos meses después de la intervención, y lo mismo ocurrió con la segunda enferma, Lisa Pisano, trasplantada poco después y con graves problemas cardiacos asociados. En noviembre se ha trasplantado un tercero a una paciente de 55 años, Towana Looney, aparentemente en mejor situación clínica que los anteriores y que de momento parece que evoluciona bien. Estos dos últimos riñones eran de nuevo de Revivicor con 10 modificaciones, lo que pone de manifiesto que distamos mucho de haber dado con la fórmula adecuada que haga posible estos trasplantes que hoy por hoy siguen haciendo cierta la frase, desde luego muy británica, de Sir Roy Calne, uno de los pioneros en este campo y que por desgracia falleció en 2024: "Los xenotrasplantes son el futuro de los trasplantes…¿y siempre lo serán?"
Es de destacar también en el plano internacional el relevante papel que ha jugado nuestro sistema de trasplantes, en la línea del que ha venido desempeñando desde hace ya muchos años como reconocimiento de la preponderancia española en este campo. España ha liderado una nueva Resolución de la OMS en materia de trasplantes y tendrá que encargarse de su implementación futura. También ha protagonizado una resolución de la ONU sobre cómo combatir el tráfico de órganos, una de las lacras de la humanidad y para cuya eliminación, todos los medios son pocos. En septiembre, la prestigiosa revista británica The Lancet, publicaba en portada y editorial un bien documentado panegírico del "Modelo Español" de donación y trasplantes que resume perfectamente las razones del éxito de nuestro sistema y enumera sus múltiples logros y su papel de liderazgo mundial.
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El año 2024 fue el de la aprobación definitiva de la Ley 6/2024, de 20 de diciembre, para la mejora de la protección de las personas donantes en vivo de órganos o tejidos para su posterior trasplante. Es un texto legal, largamente perseguido, basado en la idea de evitar que la donación en vida de órganos o tejidos suponga un problema económico o laboral para el donante y que pese a contar con el beneplácito de todos los grupos parlamentarios, ha tardado nada menos que 7 años desde que se comenzó a articular. Como bien decía la directora de la ONT, no es previsible que esta ley dé lugar a un aumento de las donaciones en vida, pero si a hacerlas más seguras y sobre todo más justas.
En el mes de Julio, se anunciaban sendos ensayos en dos hospitales infantiles madrileños, el Gregorio Marañón y La Paz, destinados a buscar la inmunotolerancia, el reconocimiento del órgano trasplantado como propio (corazón y abdominal multivisceral respectivamente), evitando así la toma de inmunosupresores. Ambos son proyectos ya muy avanzados en los que se combinan los órganos con linfocitos T reguladores obtenidos del timo del niño trasplantado de corazón o con células madre sanguíneas obtenidas del mismo donante en el caso del multivisceral. Los procedimientos se han demostrado ya factibles y seguros y se trata ahora de probar su eficacia de la mano de ensayos clínicos, financiados por la Fundación Mutua Madrileña, como prueba de fuego de su aplicación generalizada. Es una muestra más de que nuestro sistema de trasplantes no solo es capaz de romper todos los años los récords numéricos de solidaridad y organización sino también de dar muestras constantes de los más altos niveles de calidad.
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En la misma línea de excelencia, la Universidad de Granada veía recompensados sus muchos años de investigación sobre ingeniería de tejidos y piel artificial procediendo por primera vez en Europa a la reconstrucción de un paladar artificial mediante células madre, y recibiendo además de la agencia española del medicamento la autorización como medicamento de la piel producida para tratamiento de grandes quemados, dos grandes hitos quizás menos visibles que otros en el campo de los trasplantes, pero de una gran importancia teórica y práctica.
También en el campo de los tejidos, un caso de récord. Un ciudadano ovetense trasplantado en 1974, a los 14 años de edad con una córnea de 87, podía decir 50 años después que era capaz de ver a través de una córnea de 137 años, nada menos.
Y para finalizar, una noticia curiosa en el plano internacional: la publicación en una revista científica (la intervención es de 2023) del primer trasplante completo de globo ocular en el seno de otro parcial de cara realizado en Nueva York, una intervención en la que participaron 140 personas y duró 21 horas, lo que da una idea de su complejidad. El efecto estético en un enfermo muy desfigurado por una descarga de alta tensión y literalmente con el cráneo al aire, fue francamente bueno, aunque obviamente no recuperó la vista porque la regeneración del nervio óptico sigue siendo una línea roja. Se puede discutir la oportunidad de esta intervención si no sirve para devolver la visión, pero ahí está y quizás en el futuro pueda ser la base de algo que hoy nos parece imposible.
Como puede verse, hubo de todo y casi todo bueno.
Si casi siempre a principios de año, las cifras españolas de trasplante proporcionadas por la ONT constituyen una buena noticia, puede decirse que las de este año superan todas las expectativas. No es exagerado denominar al 2024 como "el año de los trasplantes en España" aunque muy probablemente estas cifras se superarán en 2025 ya que la línea es claramente ascendente y no hay motivos para creer que a corto plazo se puede truncar. Aquí nunca se toca techo.