¿Una nueva forma para detectar a un agresor sexual?: los científicos abren la puerta al microbioma genital
Un estudio plantea un enfoque novedoso para la investigación de delitos sexuales, centrado en lo que han llamado 'sexoma' y que no produciría más trauma para la víctima
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En 2024, en España se denunciaron 14 violaciones y 43 agresiones sexuales sin penetración diarias. Esto se traduce en una cada hora y 40 minutos y dos cada hora, tal y como recoge EFE. En las investigaciones de estos delitos, cuando es de un hombre hacia una mujer, normalmente incluyen un análisis de ADN de los genitales de la víctima para poder identificar esperma del agresor como prueba. Sin embargo, no siempre da frutos. Ahora, una nueva publicación revisada por pares muestra que las especies bacterianas se transfieren entre ambas personas durante las relaciones sexuales y que estas pueden rastrearse hasta el microbioma genital único de la pareja sexual o sexoma, que es como lo han llamado los científicos. Esto podría tener una implicación a la hora de investigar delitos sexuales.
Brendan Chapman, presidente de la Facultad de Ciencias Médicas, Moleculares y Forenses de la Universidad de Murdoch (Australia) y uno de los autores de la investigación, explica que la práctica actual utilizada en los laboratorios forenses para identificar a los autores de agresiones sexuales consiste en extraer material biológico masculino de la víctima femenina. Esto es "increíblemente eficaz" cuando se pueden ver espermas y determinar su genotipo para vincular a un agresor en una base de datos de ADN. Pero existen "algunos desafíos a la hora de encontrar y aislar el esperma", eso sin tener en cuenta los escenarios donde no hay, cuando el agresor no eyacula, tiene una vasectomía o utiliza un método anticonceptivo de barrera, por ejemplo.
"Ahí es donde ponemos el enfoque en el sexoma, como una herramienta para añadir más confianza a los resultados del ADN humano y como un proceso complementario que se puede utilizar en casos en los que las pruebas de ADN convencionales no funcionan. Lo bueno de nuestro enfoque es que no requiere ninguna muestra adicional, ni trauma para la víctima, lo que es importante para nosotros", relata este científico forense.
Para poder llevar a cabo esta investigación, que se publica este miércoles en iScience, los investigadores contaron con seis parejas heterosexuales monógamas de entre 22 y 30 años de edad, las cuales utilizaban anticonceptivos diferentes, incluyendo el oral y el condón; otros optaban por el método del coito interrumpido. Ambos recogieron la microflora de la región genital. Ellos realizaron un frotamiento de arriba a abajo del pene y alrededor del glande.
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Las primeras muestras se tomaron durante un periodo de abstinencia (de 3 a 14 días) "para proporcionarnos una instantánea del ADN asociado con las bacterias sanas", matiza el investigador. "En la ciencia forense, esto es lo que llamamos un rastro o transferencia y es el tipo de cosa que finalmente usamos para demostrar que hubo contacto", comenta. Posteriormente, se les pedía que mantuvieran relaciones sexuales con penetración y que, a continuación, entre las 3 y las 12 horas después, recogieran otras muestras.
Las conclusiones de la investigación relatan que los datos generados en el proyecto demuestran que, a nivel de género, hay una alteración de la comisión microbiana de las muestras de pene y vagina después de la primera relación sexual en un contexto forense y que se identificaron taxones exclusivos de los participantes.
El primer paso para la aplicación forense
Los científicos que están detrás de esta investigación son conscientes de que aún faltan pasos por dar. "Necesitamos entender mucho más, tener más voluntarios, durante un periodo de tiempo más largo para poder ver todo, desde el flujo en la línea base, hasta su transferencia durante las relaciones sexuales y el restablecimiento de la línea base después de las relaciones", comenta Chapman.
Por otro lado, resulta fundamental observar comunidades en otras regiones para entender si también hay variaciones basadas en poblaciones globales o factores del estilo de vida. Para ello, cuentan con un equipo de colaboradores en Houston que les ayudan a responder a algunas de estas preguntas.
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En relación con la posible aplicación forense, Toni Gabaldón, profesor de investigación ICREA, sostiene en declaraciones a SMC que los datos permiten vislumbrar posibilidades futuras, pero no aportan evidencia de que se pueda, por ejemplo, identificar al agresor a partir de las posibles variantes detectadas en una víctima. "La obtención de ADN del propio agresor en cualquier resto hallado en la víctima o escena del crimen proporcionaría una identificación más precisa y directa. Una ventaja que podría tener el microbioma frente al ADN humano es la persistencia en el tiempo de clones transmitidos agresor-víctima, algo que no se investiga aquí", defiende.
Nerea Molina, investigadora del departamento de Filosofía I en la Universidad de Granada y en el Instituto de Investigación Biosanitaria, reconoce que el concepto sexoma como herramienta forense "es fascinante, pero aún queda camino por recorrer antes de que pueda utilizarse en la práctica judicial". "La identificación precisa de microorganismos a nivel de cepa y su estabilidad en el tiempo son desafíos clave", asevera.
Limitaciones del estudio según otros científicos
Gabaldón, que también es jefe del grupo de Genómica Comparada del Instituto de Investigación Biomédica (IRB Barcelona) y del Barcelona Supercomputing Centre (BSC-CNS), desgrana, tal y como recoge SMC, algunas cuestiones a mejorar: "El estudio debería haber hecho un análisis más cuidadoso de la variabilidad en la toma de muestras, ya que, aunque se tomaron 10 réplicas, solo se secuenció una por caso, lo que no permite establecer qué variabilidad de base podríamos esperar en el muestreo. De la misma manera, faltarían más controles de muestras tomadas en intervalos similares sin que existiese una relación para conocer cuáles podrían ser las fluctuaciones esperadas en su ausencia".
Rosa del Campo, investigadora en el Hospital Ramón y Cajal y miembro del Grupo Especializado para el Estudio de la Microbiota Humana de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica, añade que el factor limitante de esta técnica utilizada es que si existe un lavado en la zona genital después del sexo, será muy complicado encontrar las bacterias de la pareja, según señala a SMC.
En 2024, en España se denunciaron 14 violaciones y 43 agresiones sexuales sin penetración diarias. Esto se traduce en una cada hora y 40 minutos y dos cada hora, tal y como recoge EFE. En las investigaciones de estos delitos, cuando es de un hombre hacia una mujer, normalmente incluyen un análisis de ADN de los genitales de la víctima para poder identificar esperma del agresor como prueba. Sin embargo, no siempre da frutos. Ahora, una nueva publicación revisada por pares muestra que las especies bacterianas se transfieren entre ambas personas durante las relaciones sexuales y que estas pueden rastrearse hasta el microbioma genital único de la pareja sexual o sexoma, que es como lo han llamado los científicos. Esto podría tener una implicación a la hora de investigar delitos sexuales.