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Tintes, metales, geles… Qué produce una alergia cutánea y cómo tratarla
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SALUD SIN MITOS

Tintes, metales, geles… Qué produce una alergia cutánea y cómo tratarla

A menudo se las considera un problema menor, pero quienes las sufren pueden ver seriamente afectada su calidad de vida. Identificar sus desencadenantes y ponerse en manos de un profesional es esencial para su abordaje

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Foto: iStock.

Las alergias cutáneas son una de las afecciones dermatológicas más comunes y pueden afectar significativamente en el día a día de quienes las padecen. Estas reacciones, que se producen por contacto con sustancias irritantes, pueden manifestarse con picazón, enrojecimiento, inflamación e incluso dolor, lo que interfiere en actividades diarias y en el bienestar emocional de las personas afectadas. Comprender las causas, los desencadenantes y las formas de tratamiento es fundamental para manejar esta condición y mejorar la calidad de vida de los pacientes.

A la hora de entenderlas, es importante aclarar que determinadas afecciones que tendemos a considerar alergias cutáneas, como la dermatitis atópica o la urticaria, no son verdaderas alergias. En cambio, señala la doctora Marta Elosua, dermatóloga del Hospital Universitario Quirónsalud Madrid, “existen otras alteraciones en la piel que producen picor, como los eccemas de contacto alérgicos (distintos de los irritativos), que sí lo serían. Estas situaciones se producen por una reacción inmunológica a determinadas sustancias (o alérgenos), como por ejemplo el níquel, las fragancias, los tintes de pelo, los conservantes, los acrilatos...”, entre otras.

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Los alérgenos son las sustancias causantes de los eccemas alérgicos. Como explica la doctora, “una persona no puede tener un eccema de contacto alérgico si nunca ha estado expuesto previamente a esa sustancia. Ahí es cuando el cuerpo empieza a generar hipersensibilidad retardada, que provocará los síntomas de alergia en las siguientes exposiciones”.

En cuanto a los alérgenos más frecuentes, “destacan los metales, como el níquel que encontramos en bisutería, hebillas, relojes… También fragancias o conservantes que puede haber en distintos productos de higiene, como cremas, geles de baño, champús o suavizantes. Otros alérgenos habituales son determinadas sustancias presentes en tintes capilares o ropa, e incluso los acrilatos que contienen las uñas de gel o semipermanentes”.

Con respecto a los síntomas de los eccemas de contacto alérgico, suelen ser picor intenso (llamado prurito), escozor y/o dolor. “Además, en la piel se producen signos como enrojecimiento, hinchazón o edema. En las fases agudas puede haber ampollas o vesículas, mientras que cuando se hace crónico suele tener más descamación, fisuras y/o grietas”.

Evitar el alérgeno

El principal tratamiento cuando se tiene un eccema de contacto alérgico es, precisamente, evitar el alérgeno o sustancia a la que se tiene alergia. Sin embargo, explica la doctora, “hay ocasiones en las que no se pueden evitar al completo. Ahí utilizamos tratamientos antiinflamatorios como los corticoides en crema o los inhibidores de la calcineurina. Si no mejora podemos usar fototerapia o tratamientos orales como los corticoides u otros inmunosupresores.

Cuando no se tienen lesiones agudas, también se pueden utilizar cremas hidratantes para restaurar la barrera cutánea, uso de guantes específicos en el caso de las manos, utilizar jabones suaves, ropa de algodón, etc. “Generalmente se recomiendan las duchas con agua tibia. No recomendamos una ducha fría porque, aunque puede dar un alivio en el momento, posteriormente empeorarán los síntomas. Es mejor aplicarse una crema fría metiéndola antes en la nevera”.

placeholder Doctoras María José García Fernández de Villalta y Marta Elosua.
Doctoras María José García Fernández de Villalta y Marta Elosua.

Una duda que a menudo plantean los pacientes es si el ir exponiéndose poco a poco al alérgeno pueda ayudar a superar la alergia. A este respecto, la doctora María José García Fernández de Villalta, jefe de Dermatología del mismo hospital, señala que “en los eccemas alérgicos de contacto, la exposición mantenida al alérgeno puede agravarlos, por lo que se recomienda evitar su uso. Pero no hay que confundir el eccema alérgico de contacto con la irritación que pueden producir algunos productos, como los retinoides tópicos, que pueden causar enrojecimiento y descamación al comenzar a usarlos. Esta reacción no es una alergia y tiende a mejorar con el uso continuado, por lo que se suele recomendar comenzar aplicando estos productos a concentraciones más bajas y con menor frecuencia, y ajustar en función de la tolerancia cutánea”.

Cuando se sufre un eccema es inevitable rascarse, ya que su principal síntoma es el picor; de hecho, se dice que no existe un eccema sin picor. “Pero hay que tener en cuenta que rascarse es contraproducente porque agrava la inflamación y la cronifica, aumenta el picor y, además, puede dar lugar a infecciones. Sin embargo, lo que tenemos que hacer como médicos no es prohibir el rascado, sino buscar soluciones para ese picor”, añade la doctora Elosua.

En este sentido, la experta señala que es recomendable acudir al dermatólogo “cuando la reacción no mejora con tratamiento (o empeora), o cuando es una reacción recurrente sin una causa identificada. Además, por supuesto, si la reacción es muy exagerada, con ampollas grandes o imposibilita las actividades diarias, habría que consultar a un especialista”.

El Confidencial, en colaboración con Quirónsalud, presenta una serie de artículos con información práctica, consejos y recomendaciones para mejorar nuestra salud y bienestar. Si tienes alguna duda sobre esta temática o quieres más información, puedes contactar con el Hospital Universitario Quirónsalud Madrid.

Las alergias cutáneas son una de las afecciones dermatológicas más comunes y pueden afectar significativamente en el día a día de quienes las padecen. Estas reacciones, que se producen por contacto con sustancias irritantes, pueden manifestarse con picazón, enrojecimiento, inflamación e incluso dolor, lo que interfiere en actividades diarias y en el bienestar emocional de las personas afectadas. Comprender las causas, los desencadenantes y las formas de tratamiento es fundamental para manejar esta condición y mejorar la calidad de vida de los pacientes.

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