'The White Lotus': un lugar de remanso… para huéspedes patológicos
El ardor o el dolor de estómago y el ataque cardiaco son difíciles de distinguir, puesto que la sintomatología es prácticamente la misma
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Tranquilos todos: no voy a desvelar nada de lo que sucede en los capítulos que quedan para finalizar la temporada 3. Tampoco tengo ni idea y no me queda otra que esperar, paciente, pero de manera ansiosa, como todos los que leen estas líneas (imagino).
Hecha la advertencia, sí que quiero comentar algunos aspectos curiosos que tienen que ver con la salud de los entrañables personajes de la (habitual) magnífica producción de HBO. Para quienes no hayan tenido aún la oportunidad de ver ningún capítulo de The White lotus, les diré que trata de las aventuras de los acaudalados huéspedes de una cadena hotelera ficticia, con sedes esparcidas por el mundo, llamada White Lotus. Ante el éxito de la crítica y de los espectadores de la primera y segunda temporada, nosotros, los fans, nos encontramos expectantes ante el desarrollo argumental de la temporada actual. La trama se desarrolla en Tailandia, en un hotel que existe en la vida real con el nombre de Four Seasons Koh Samuila, con unos precios no al alcance de todos los bolsillos, puesto que la tarifa media por noche son, de media, 1.500 euros.
Pero metámonos en el asunto. Uno de los enredos argumentales tiene que ver con la familia Ratliff, compuesta por un matrimonio y sus tres hijos. Timothy, el cabeza de familia, es presentado como un exitoso hombre de negocios a quien la vida le ha sonreído desde sus inicios. La familia entera es, a priori, un ejemplo del sueño americano. Ya entrados en la media edad, los padres disfrutan de una cómoda y acaudalada american way of life y sus preocupaciones se centran en que sus hijos mantengan una trayectoria lo más modélica posible o, al menos, que no genere una imagen diferente a la que se espera de unos triunfadores. Pero no todo es oro lo que reluce. A semejanza de aquella familia de American Beauty, donde todo era apariencia en una sociedad, la americana, hipócrita y esperpéntica, la familia Ratliff es también un ejemplo de vacuidad, falsedad y pamplina. El matrimonio Ratliff vive en su idilio ficticio y grotesco, bajo una apariencia de normalidad conseguida a base de alcohol y pastillas, como lo hacen muchos otros en la actualidad del siglo XXI. ¿Pasa solo al otro lado del Atlántico?
El telespectador de nuestro país puede pensar que "es un problema de los americanos y que en nuestra realidad eso no sucede", pero debe desengañarse: España es líder mundial en el consumo de benzodiacepinas, por delante de países tan poco sospechosos a priori como pueden ser Bélgica y Portugal, que nos siguen de cerca. Según los datos publicados por el Ministerio de Sanidad, hasta el 9,7 % de la población española (es decir, uno de cada diez), ha consumido hipnosedantes (con o sin receta) en el último mes. De la misma manera, el 7,2 % de la población reconoce que consume este tipo de medicación a diario. Contrastan estos datos con el rechazo que la mayoría de la población tiene a los otros tipos de fármacos. Es muy habitual que algún paciente sea reacio a que le mediques para la tensión arterial alta "porque no le gustan las píldoras" o "porque no quiere engancharse" y, sin embargo, la pastilla para inducir el sueño no solo no le parece adictiva, como resulta fundamental para su descanso y vendería a su madre para que se la recetases.
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Mientras su esposa se toma la pastilla para dormir todas las noches en The White Lotus, el señor Ratliff recibe muy malas noticias desde su despacho: por circunstancias que no vienen al caso del espectador, alguno de sus poco ortodoxos negocios se ha destapado y el FBI le busca para detenerle. Está acabado. Se ha librado por estar en las antípodas de vacaciones, y porque ha estado incomunicado debido a que la cadena tiene la política de prohibir el uso de los móviles en el recinto para favorecer el descanso de los huéspedes. Abrumado por la ansiedad que le produce la distancia, la incertidumbre y el negro futuro, su desasosiego va en aumento hasta el punto de que empieza a robarle pastillas a la mujer mientras se mete largos tragos de whisky. De repente, sus días pasan a ser una nebulosa en la que el día se confunde con la noche y vive episodios de desconexión con la realidad y de franca desinhibición, con paisajes idílicos de fondo (a los que no hace caso). Como en esa escena en la que, enfundado solo en un albornoz y por descuido, le muestra sus atributos a sus hijos, en una de las clásicas escenas grotescas e irónicas de la que hace gala la fenomenal serie.
El espectador patrio puede pensar que "bueno, eso aquí no pasa; es que los americanos son unos exagerados", pero también se equivoca (no me refiero al tema de enseñar las partes pudendas). Según el Ministerio de Sanidad, se considera de riesgo alto un consumo de alcohol diario de más de 40 gramos al día. Para que cada uno se haga sus propios cálculos, equivalen a dos copas de vino o dos jarras de cerveza de medio litro. ¡Ojo!, también cuatro cañas o cuatro chupitos (que más o menos equivale a un whisky de los que se toma Ratliff). Si bien los países donde más se bebe en Europa son Finlandia, Islandia, Irlanda, Luxemburgo y Malta, en nuestro país el consumo es tan habitual como arraigado en la sociedad, como bien sabemos, puesto que no hay celebración o reunión social en la que no se pueda confirmar tal aseveración.
Relación entre el dolor de barriga y el infarto
Pero volvamos a la serie. Las noticias no son nada halagüeñas y Timothy empieza a sentir fuertes dolores en la barriga que le obligan a doblarse sobre sí mismo por el dolor. Su mujer le ofrece alguna pastilla para el dolor: "¿Otra vez te duele el estómago?" Todo indica al espectador que sus dolores de estómago son frecuentes en su vida y propios de la vida preocupada y estresada, tan habitual en los hombres de negocios, a los que el estrés laboral les viene a visitar de manera caprichosa cuando este menos se lo espera. Y yo, como espectador interesado, asisto a esa escena con una sospecha razonable de que ese dolor no sea una simple gastritis, sino otra cosa peor (quizás se deba a mi deformación profesional). ¿No será un heart attack, Mr. Ratliff?
El ardor/dolor de estómago y el ataque cardiaco son difíciles de distinguir, puesto que la sintomatología es prácticamente la misma. Estamos acostumbrados, por las películas y la literatura, que a aquel que le está dando un infarto, le duela el brazo, se agarre la muñeca y caiga fulminado en la mayoría de las ocasiones en las que se representa. Sin embargo, no solo no siempre es así, como que es poco frecuente que se manifieste de esa manera (hay incluso infartos que se denominan silentes, en los que no se produce ningún síntoma). En efecto, hay ataques cardiacos que se producen con un dolor similar al de un fuerte ardor de estómago (ese que todos hemos padecido alguna vez después de una comida copiosa).
Este dolor en la boca del estómago puede ser debido al ácido de la cavidad gástrica que se desplaza hacia el esófago, pero puede ser también consecuencia de una obstrucción en una coronaria. Ante esta posibilidad, es importante que si alguien sufre un dolor prolongado de tales características, que no se alivia con cualquier antiácido habitual (cuyo consumo está también tan arraigado en nuestra sociedad) el sujeto acuda al servicio de urgencia, no vaya a ser que sea de causa coronaria.
Pues bien, aclarado lo anterior, explico mi teoría: creo que los guionistas de The White Lotus están provocándole a Timothy episodios de isquemia coronaria enmascarados un cuadro que parece más dolor de estómago que lo que en realidad es (si los espectadores más atentos se han fijado, esos episodios de dolor se producen después de las comidas, en realidad, cuando se levanta de la mesa para atender el teléfono). Veremos si mi teoría es acertada, o la trama le lleva al bueno de Ratliff por otros oscuros derroteros.
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Así pues, la familia Rafliff pasa unas vacaciones en un lugar idílico, en un centro hotelero con todas las comodidades, con una política de atención al cliente en el que impera el relax, el yoga, la meditación, los masajes, la comida saludable, la prohibición de móviles e internet, y cualquier otro adminículo adictivo que pueda romper la calma y el relax. Sin embargo, no solo ellos, como el resto de los personajes de la serie acaban, de manera irremediable, por saltarse las reglas impuestas con el objeto de calmar sus adicciones y de salir de una realidad impostada. Es una crónica ácida de la sociedad actual, contada con ironía, irreverencia, ingenio y, si me apuran, con desagrado. Los huéspedes son ricos y delgados, y comen ensaladas entre sesiones de terapia cognitivo-conductual y sensuales masajes, pero cuando cae la noche se destapa la realidad de loco desenfreno de aquel que vive en una burbuja hipócrita y de cara a la galería. Real como la vida misma.
Como la mayoría de la población pertenecemos al grupo de los mortales a los que el acceso a la cadena de The White Lotus nos queda un poco compleja por cuestiones presupuestarias, solo nos queda esperar a que llegue el lunes y una nueva entrega (la siguiente, el capítulo 6). Por cierto: soy fan de mantener la ancestral política de estrenar un capítulo cada semana, y no todos de golpe, tal y como los golosos televidentes demandan hoy en día. Además de evitarte un buen atracón, un episodio cada siete días permite que en cada capítulo se mantenga el esquema clásico de inicio, desarrollo, y desenlace, con un potente clímax al final de cada capítulo que te deje deseando ver el siguiente (que es como las series calan en los televidentes). La felicidad mejor en pequeñas dosis, como todo; tanto series como el resto que se les ocurra. El ansia es mala.
Que se mejoren…
Tranquilos todos: no voy a desvelar nada de lo que sucede en los capítulos que quedan para finalizar la temporada 3. Tampoco tengo ni idea y no me queda otra que esperar, paciente, pero de manera ansiosa, como todos los que leen estas líneas (imagino).