Estos son los síntomas que alertan de que puedes estar sufriendo un aneurisma cerebral
El entorno debe mantener en reposo al paciente, administrar un analgésico para que no le suba la tensión arterial y contactar lo antes posible con el servicio de urgencias para su traslado a un hospital
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2001 supuso un antes y un después en el conocimiento que tenía de la enfermedad. En la madrugada de una noche de primavera, Alfonso se despertó con una sensación extraña. Algo estaba ocurriendo en su cuerpo y era incapaz de saber qué era, así que decidió levantarse y sentarse en el sofá. Era incapaz de sujetar la inquietud de sus piernas y frases inconexas salían de sus labios. Así que sus familiares llamaron al servicio de urgencias. La ambulancia le trasladó al hospital, donde, después de realizarle varias pruebas, el diagnóstico fue concluyente: había sufrido un aneurisma cerebral. Tras una intervención quirúrgica en la que le colocaron un stent en la arteria cerebral, y con un pronóstico grave donde aún se desconocía el alcance que podría tener este episodio, pasados unos meses volvió a hacer una vida normal, sin secuelas. Han transcurrido ya casi veinticinco años de un episodio que marcó su vida y la de su entorno.
“Un aneurisma cerebral es una dilatación anormal en la pared de una arteria del cerebro causada por una debilidad en la misma. Con el tiempo esta zona debilitada puede hincharse debido a la presión de la sangre, formando una especie de saco o globo. En muchos casos pueden pasar desapercibidos, pero si llegan a romperse pueden provocar una hemorragia cerebral grave con consecuencias potencialmente mortales”, explica la doctora Esther Aragón Revilla, neuróloga del Hospital Universitario Infanta Leonor.
La prevalencia de los aneurismas intracraneales en la población general se estima entre el 1,5 y el 8%. Los rangos de edad en los que se diagnostica esta patología están entre 40 y 70 años, incrementándose la prevalencia al aumentar la edad y siendo más frecuente su presentación en mujeres (56%). Un 20% de los pacientes presentan aneurismas múltiples y un 2-4% de los casos son pediátricos, según datos del Ministerio de Sanidad.
Aunque cualquiera puede sufrir esta enfermedad, existen determinadas personas que son más propensas a sufrirlas como, por ejemplo, quienes padecen hipertensión arterial; consumen tóxicos (tabaco, alcohol); poseen familiares con aneurismas (dos o más familiares de primer grado afectados), o tienen enfermedades del tejido conectivo (síndrome de Ehlers-Danlos, neurofibromatosis o enfermedad renal poliquística).
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Los aneurismas cerebrales pueden pasar desapercibidos y no causar síntomas hasta que crecen mucho o se rompen. Cuando esto ocurre, “provoca una hemorragia cerebral aguda (considerada una emergencia médica), y los síntomas aparecen bruscamente: dolor de cabeza extremadamente intenso y repentino, rigidez en el cuello, náuseas y vómitos, sensibilidad a la luz, confusión, convulsiones o pérdida de conciencia, y problemas para hablar o moverse”, declara la doctora Aragón.
Cuando una persona está sufriendo un aneurisma es conveniente que su entorno, familiares o amigos, “le tranquilicen y coloquen en reposo, intenten que no le suba la tensión arterial mediante algún analgésico en forma de comprimido y contacten lo antes posible con el servicio de urgencias para su traslado a un hospital”, dice el doctor Francisco Villarejo, jefe de servicio de Neurocirugía del Hospital Universitario La Luz.
“Si el paciente está consciente, es conveniente evitar que haga esfuerzos o movimientos bruscos y aflojar su ropa para facilitarle la respiración”, indica la neuróloga del Hospital Universitario Infanta Leonor. Si, por el contrario, la persona que ha sufrido el aneurisma ha perdido el conocimiento, “hay que colocarla en posición lateral de seguridad para evitar atragantamientos y no ofrecerle ni agua ni comida”, añade. Además, se aconseja vigilar su respiración y estado de conciencia. Si deja de respirar, se deben iniciar maniobras de reanimación cardiopulmonar (RCP), hasta que llegue la ayuda médica, y no automedicar ni intentar "despertarla" a la fuerza. No darle analgésicos ni anticoagulantes (pueden empeorar la hemorragia). No sacudirla ni intentar que "reaccione" si está inconsciente.
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Es importante destacar que la gravedad de las secuelas puede variar según la rapidez en el diagnóstico y tratamiento. Por lo tanto, la atención médica inmediata y adecuada es crucial para mejorar el pronóstico y reducir el riesgo de secuelas en pacientes con rotura de aneurisma cerebral. “Las muertes por la rotura de un aneurisma cerebral en el mundo se sitúan, según diversos estudios, entre el 11 y el 27,5% en el hospital y por encima del 30% al cabo de tres meses”, apunta la doctora Aragón. En relación con las secuelas discapacitantes, “solo un 7% de los pacientes supervivientes al cabo de cinco años las presentaban”, sostiene.
Para aquellos que logran una recuperación sin secuelas es fundamental adoptar hábitos que promuevan la salud cerebral y prevengan futuros problemas. A continuación, la doctora Aragón detalla algunas recomendaciones para el día a día:
Control de factores de riesgo
Hipertensión arterial: mantener la presión arterial en niveles adecuados mediante una dieta equilibrada, ejercicio regular y, si es necesario, medicación prescrita por el médico.
Colesterol y triglicéridos: seguir una alimentación baja en grasas saturadas y rica en frutas, verduras y grasas saludables.
Diabetes: controlar los niveles de glucosa en sangre según las indicaciones médicas.
Estilo de vida saludable
Ejercicio físico regular: realizar actividades como caminar, nadar o practicar yoga, siempre adaptadas a las capacidades individuales y bajo supervisión médica.
Alimentación equilibrada: optar por una dieta mediterránea, rica en alimentos frescos y naturales. Evitar el tabaco y el consumo excesivo de alcohol, pues ambos son factores de riesgo para problemas vasculares.
Seguimiento médico continuo
Revisiones periódicas: es conveniente asistir a las citas médicas programadas para monitorizar la salud cerebral y general.
Mantener la adherencia al tratamiento: tomar los medicamentos según las indicaciones y no interrumpirlos sin consultar al especialista.
Atención a la presencia de señales de alerta
Síntomas neurológicos: estar atento a cualquier signo como dolores de cabeza intensos, cambios en la visión o dificultades en el habla, y buscar atención médica inmediata si se presentan.
Apoyo emocional y social
Red de apoyo: contar con familiares, amigos o grupos de apoyo que brinden contención emocional.
Terapia psicológica: considerar la ayuda de un profesional para manejar el estrés o la ansiedad relacionados con la experiencia vivida.
“Adoptar estas medidas puede contribuir significativamente a mantener una buena calidad de vida y reducir el riesgo de futuros eventos cerebrovasculares”, agrega esta neuróloga.
2001 supuso un antes y un después en el conocimiento que tenía de la enfermedad. En la madrugada de una noche de primavera, Alfonso se despertó con una sensación extraña. Algo estaba ocurriendo en su cuerpo y era incapaz de saber qué era, así que decidió levantarse y sentarse en el sofá. Era incapaz de sujetar la inquietud de sus piernas y frases inconexas salían de sus labios. Así que sus familiares llamaron al servicio de urgencias. La ambulancia le trasladó al hospital, donde, después de realizarle varias pruebas, el diagnóstico fue concluyente: había sufrido un aneurisma cerebral. Tras una intervención quirúrgica en la que le colocaron un stent en la arteria cerebral, y con un pronóstico grave donde aún se desconocía el alcance que podría tener este episodio, pasados unos meses volvió a hacer una vida normal, sin secuelas. Han transcurrido ya casi veinticinco años de un episodio que marcó su vida y la de su entorno.