"Quiero trabajar, pero no me dejan": el penúltimo oncólogo de Melilla se jubila a la fuerza
Los servicios oncológicos del Hospital de Melilla se quedan en mínimos después de la salida de Rubens Riotorto. Un signo de lo que pronto podría ocurrir en otros rincones de España
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El oncólogo Rubens Riotorto contesta el teléfono en mitad de su mudanza, pero está acostumbrado. Ha cambiado de hogar 12 veces en 18 años. Se trata de una decisión que ha normalizado, aunque esta podría ser la última vez que la toma y es la primera que ejecuta por motivos ajenos a su voluntad. Fue jubilado de manera forzosa a principios de este mes en el Hospital Comarcal de Melilla después de cumplir 70 años. Quería y podía seguir atendiendo a sus pacientes, a quienes lamenta dejar atrás, pero las autoridades sanitarias españolas se lo impidieron.
La ciudad autónoma se ha quedado con un solo oncólogo para cubrir una población de más de 85.000 habitantes. Los pacientes tienen como alternativa tomar un avión o hacer la travesía de siete horas hasta Málaga, y así evitar las largas esperas que existen ahora para atenderse con el doctor que queda, también en edad de jubilación.
Cuando Riotorto cuelgue su bata, no se perderá a un oncólogo cualquiera. Llegó por primera vez a Melilla en 2006, cuando salió de Uruguay a probar suerte en otro entorno después de haber tocado techo profesional en su país natal. Allí dirigía el otrora Instituto Nacional de Oncología de Montevideo. Su familia le dijo que estaba totalmente loco por irse a vivir a una ciudad pequeña en el norte de África, pero él lo vio como "un desafío". Por eso ahora, cuando pensaba "terminar el ciclo" allí, sufre tanto por dejar atrás sus pacientes.
"Yo creo que me quiero quedar porque soy estúpido, como muchos médicos", explica Riotorto a este diario. "Mi familia me dice que me vaya de aquí a seguir mi vida, pero el problema es que cuando estaba en la consulta y un paciente me pedía llorando que no me fuera, sabía que iba a tener problemas. Eso me afecta, porque para evitar esas cosas estudié Medicina".
El caso Melilla, donde se traban las fichas de Sanidad
El problema sanitario de Melilla no se circunscribe a la especialidad de Oncología. Las dos ciudades autónomas españolas fueron declaradas como "zonas de difícil cobertura médica" en febrero de 2023. Esa condición justificaría la realización de esfuerzos extraordinarios desde la cartera de la Ministra de Sanidad Mónica García, encargada directamente de la sanidad en ambas urbes africanas, para mejorar allí los servicios. Sin embargo, el Colegio de Médicos de Melilla denunció en febrero de 2025 que todo sigue igual.
El contundente comunicado publicado por la mencionada asociación lamenta que en dos años Sanidad "no haya aplicado ninguna medida" para revitalizar la atención médica. El título del texto es "Melilla está sin oncólogos por la falta de previsión de INGESA (Instituto Nacional de Gestión Sanitaria)", y se publicó cuando, además de la jubilación de Riotorto, el otro oncólogo estaba de baja. "Desde Madrid han sido incapaces de suplir las vacantes de estos facultativos indispensables en la atención de pacientes con cáncer, poniendo en riesgo la continuidad del servicio de Oncología en Melilla y obligando a los pacientes a desplazarse a la península para recibir sus tratamientos", subraya el texto.
Según el Colegio, todo esto ha sucedido por la falta de un plan de renovación de especialistas en la ciudad, algo que resulta imprescindible teniendo en cuenta la elevada cantidad de profesionales cercanos a la edad de jubilación en el Hospital Comarcal de Melilla. El texto lamenta que no se haya hecho lo mismo que en Ibiza, isla que no tenía oncólogo y ahora cuenta con cinco gracias a las medidas tomadas después de que Baleares fuese declarada como zona de difícil cobertura médica.
Lo que sucede en Melilla es sintomático de las pequeñas ciudades españolas con los servicios de Oncología. El Hospital de El Bierzo, en Ponferrada, Castilla y León, llega incluso a suspender la prestación de servicios a los pacientes de cáncer cuando salen de baja o no están disponibles ninguno de los cuatro especialistas que allí atienden a una población de 130.000 personas. En la provincia de Zamora también se ha denunciado la grave carencia de oncólogos, supuestamente condicionada también por la falta de previsión de las autoridades.
"Cuando viene gente de Madrid no tienen idea de lo que es Melilla"
Melilla resulta un caso más complicado de gestionar debido a varios factores. Primero porque está aislada de la península y la comunicación con su entorno marroquí es muy aparatosa. Como si eso ya no fuese lo suficientemente desalentador para los profesionales que pudieran ir a trabajar allí, también influye la diferencia cultural.
La mitad de la población de Melilla es de origen amazigh (bereber). O sea, no son exactamente marroquíes, españoles o árabes, son el pueblo que ocupa el norte de África desde hace 5.000 años, explica Riotorto. "Ellos tienen su propia lengua, además de sus costumbres y tradiciones particulares. Muchos mayores de 65 años todavía son analfabetos, con todo lo que eso implica desde el punto de vista intelectual. Por eso cuando viene gente de Madrid, porque la sanidad aquí depende de Madrid, no tienen la más mínima idea de lo que es Melilla. En la última entrevista que tuve con el gerente del hospital que mandó Mónica García, le expliqué todo esto de la población amazigh, que estas personas tienen una noción diferente de la enfermedad y de la muerte. Pero el tipo me miraba como si estuviera hablando con un marciano. Vienen sin tener la más mínima idea de quiénes son las personas que van a tratar. Yo creo que es una situación insostenible y ridícula".
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El doctor uruguayo explica con un ejemplo cuán difícil resulta ejercer su profesión en Melilla: "Para tratar el cáncer hay que tener un contacto muy estrecho con el paciente y con la familia, y eso no es fácil. A veces van a la consulta señoras analfabetas de 70 años con el marido o el hijo mayor. Durante el interrogatorio, los que contestan son ellos. No puede contestar la señora. Al preguntarle cuándo fue su primera regla, porque es obligatorio tenerlo en cuenta para los antecedentes gineco-obstétricos, esos familiares le preguntan en voz baja a la señora. Después hay que pedirle permiso a los hombres para examinar a la paciente".
Debido al desafío geográfico y cultural que supone Melilla para muchos profesionales sanitarios, Riotorto recuerda lo que ha sucedido con los últimos oncólogos que han intentado establecerse allí: "Antes de yo reincorporarme en 2023, vino un oncólogo de la península que estuvo un año y se fue, vino una de Ceuta que estuvo solo un año también. No aguantaron porque las condiciones son malas. Hay que hacer las consultas y las internaciones, además de seguir a los pacientes terminales porque no hay una unidad de cuidados paliativos intrahospitalaria. Quienes mueren de cáncer en el hospital los tenemos que ver también nosotros. Y esa es toda una carga de trabajo y emocional muy fuerte, porque no hay apoyo extra de ningún tipo. Por eso nadie quiere venir".
Si tanto se necesita a Riotorto, ¿por qué ya no está?
Como a las autoridades sanitarias melillenses les cuesta reponer a los profesionales que se jubilan o dejan la ciudad, Riotorto creyó que sería fácil mantenerse allí mientras estuviera en condiciones de trabajar. Regresó a Melilla en 2023 para "echar sus últimos años", a pesar de que en 2009 se marchó del Hospital Comarcal por desacuerdos con la directora de turno.
"Yo me fui a trabajar a un hospital universitario importante de Bélgica, pero por una cuestión sentimental, volví a Melilla", explica el oncólogo mientras prepara sus pertenencias para irse de la ciudad. "Me hicieron un contrato por tres años, renovable año a año. Supuestamente, iba a estar hasta 2026, pero no me dijeron que cuando cumpliera 70 años me iban a jubilar forzosamente. Cuando presenté mi petición de renovar el contrato me dijeron que no, que al cumplir 70 años tenía que jubilarme".
Lo que pretendía hacer Riotorto no era algo descabellado, pues un cardiólogo trabaja en el mismo hospital de Melilla después de haberse jubilado. Por eso no se conformó con lo que consideraba una arbitrariedad y fue a hablar con el director territorial de INGESA y el gerente del hospital. Incluso el presidente de la Asociación Española Contra el Cáncer se dirigió a Madrid para pedir a la dirección de INGESA que lo mantuvieran, no como estatutario, sino como autónomo. Dijeron que "lo iban a estudiar", la misma respuesta que le dio a Riotorto el gerente del hospital.
El hospital alega que dos nuevos oncólogos "comienzan trabajar ahora y se suman al servicio", sin precisar la fecha
"El director territorial de INGESA ni siquiera me contestó", explica el doctor. "La directora del Instituto Nacional de la Seguridad Social de Melilla y mi abogado laboralista me dijeron rotundamente que podía seguir trabajando sin ningún problema. No hay nada que lo impida, solo cambiaría la modalidad contractual".
Sus antiguos jefes le dijeron a Riotorto que no les costaría encontrar a nuevos oncólogos, pero hasta ahora solo se mantiene trabajando su antiguo colega. El Confidencial contactó al Ministerio de Sanidad, a la Dirección Territorial de INGESA en Melilla y al Hospital Comarcal. Solo de este último sitio respondió la Gerencia del Área Sanitaria para alegar que dos nuevos oncólogos "comienzan a trabajar ahora y se suman al servicio", sin precisar la fecha.
El hospital justificó la salida de Riotorto diciendo: "No se renovó su contrato porque se ha jubilado. En función pública, el máximo de edad para permanecer activo 'u médico' es hasta los 70 años. No es una jubilación forzosa. Es la legislación". Esta postura del hospital cierra la puerta a la posibilidad de Riotorto de trabajar como autónomo, algo que de concretarse reforzaría los menguados servicios oncológicos.
El oncólogo uruguayo no tuvo ningún problema en el desempeño de su trabajo o con sus jefes y compañeros. "No encuentro una explicación para que hayan hecho esto conmigo", lamenta antes de esbozar la causa que podría estar detrás de su salida: "El director territorial y la delegada de Gobierno en Melilla están haciendo una política de sustitución en todos los cargos de especialistas que puedan nombrar, para poner a gente de su confianza".
Consecuencias para los pacientes
La salida de un especialista siempre reciente al sistema sanitario de cualquier lugar, más en España, donde hay un déficit tan grande de ese tipo de profesionales. Como los tratamientos de cáncer suelen extenderse en el tiempo para que el paciente venza la enfermedad y luego recupere su calidad de vida, los oncólogos llegan a convertirse en una parte ineludible de sus vidas.
Ana López, una oncóloga que lleva 14 años trabajando en el Hospital de León, explica lo importante que resulta potenciar esa relación: “A los pacientes no les gusta cambiar de médico en general, menos aún de oncólogo. Se sienten vulnerables y frágiles, y pasa un tiempo hasta que se vuelve a crear un clima de confianza con el nuevo especialista. Vivimos situaciones muy extremas y complicadas porque el cáncer es una enfermedad que produce un antes y un después en la vida de una persona. Desconozco cuál va a ser el plan con los pacientes oncológicos en Melilla, pero sin duda necesitan tener acceso a una Oncología de calidad que sea estable en el tiempo”.
"'¡Asesinos, asesinos!', gritaban alrededor de 100 personas en la puerta del hospital
Según ha podido saber Riotorto, ahora mismo en Melilla "hay pacientes que tienen que esperar 15 días para recibir un diagnóstico" de anatomía patológica, por ejemplo, y así saber si tienen cáncer o no. "Esto pasa porque las consultas están llenas. Es ridículo que haya un solo oncólogo en una ciudad de 85.000 habitantes", lamenta.
Otro problema es que los oncólogos ahora se especializan en determinadas patologías, como el cáncer de mama o de colon, por ejemplo. No suelen estar preparados para ver todas las variedades de cáncer, “porque eso ya no se hace en ninguna parte”, explica Riotorto. “En un hospital como este de Melilla, al ser una ciudad chica y aislada, no puede venir uno que sea especialista solo de algún tipo de cáncer. Para trabajar aquí hay que tener mucha experiencia, porque se ven casos muy raros”.
Días antes de jubilarse oficialmente, Riotorto vio un avance de lo que podría ocurrir al deteriorarse tanto los servicios oncológicos. Un joven melillense de 25 años tardó dos en recibir su diagnóstico de cáncer de estómago y murió en febrero en un hospital de Granada. El joven terminó en la península porque en ese momento el excolega de Riotorto estaba de baja y él de vacaciones: "Tuve que coger vacaciones antes de la jubilación. Entonces el joven fue atendido por medicina interna y se armó un lío con toda su familia. '¡Asesinos, asesinos!', gritaban como 100 personas en la puerta del hospital".
Riotorto se establecerá en Galicia, de donde son sus abuelos. Lo único que le perturba ahora es el destino de sus antiguos pacientes, porque trabajo no le faltará. Ya ha recibido varias ofertas desde instituciones sanitarias privadas.
El oncólogo Rubens Riotorto contesta el teléfono en mitad de su mudanza, pero está acostumbrado. Ha cambiado de hogar 12 veces en 18 años. Se trata de una decisión que ha normalizado, aunque esta podría ser la última vez que la toma y es la primera que ejecuta por motivos ajenos a su voluntad. Fue jubilado de manera forzosa a principios de este mes en el Hospital Comarcal de Melilla después de cumplir 70 años. Quería y podía seguir atendiendo a sus pacientes, a quienes lamenta dejar atrás, pero las autoridades sanitarias españolas se lo impidieron.