¿Qué relación hay entre la tensión arterial y la tensión ocular?
Están más ligadas de lo que parece. Si la presión del ojo es alta o la sangre no llega bien al nervio óptico, el riesgo de glaucoma aumenta. Controlar ambas es clave para prevenir daños irreversibles en la visión
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Es probable que nunca te hayas planteado cómo es tu ojo por dentro. Puede que pienses que su interior es compacto, pero lo cierto es que contiene líquidos que son esenciales para su forma, nutrición y presión interna. La tensión ocular (o presión intraocular) es la fuerza que ejercen los líquidos del interior del ojo contra sus paredes, manteniendo su forma y funcionamiento adecuado. Imagina que el ojo es como un balón lleno de agua: si la presión es muy baja, se desinfla; pero si es demasiado alta, puede dañar sus estructuras internas, especialmente el nervio óptico, encargado de enviar las imágenes al cerebro.
En la tensión ocular juega un papel esencial “un líquido transparente, llamado humor acuoso, que el ojo genera y drena de manera continua”, explica la doctora Isabel Garabito, oftalmóloga y jefa de equipo en el Hospital Ruber Internacional, “La presión ocular depende principalmente del equilibrio entre la producción y el drenaje del humor acuoso. Cualquier problema que impida el drenaje de este líquido hace que la tensión ocular aumente, lo que puede dañar el nervio óptico y dar lugar al glaucoma”.
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La tensión ocular es, por tanto, la medida de la presión en el interior del globo ocular. “Su rango normal en la población general oscila entre 11 y 21 mmHg, aunque no hay un valor absoluto de corte. Existen pacientes con tensiones superiores a 21 mmHg, cuyo nervio óptico permanece indemne (hipertensos oculares sin glaucoma), y otros que desarrollan glaucoma con presiones inferiores a 21 mmHg (glaucoma de tensión normal)”, detalla la doctora.
Para medirla y evaluar la resistencia del ojo a la presión externa, se usa la tonometría. Esta técnica puede hacerse de dos formas:
- Con contacto (tonometría de aplanación): se conoce como tonómetro de Goldman, y en ella el oftalmólogo aplica unas gotas y, mediante un prisma, toca el ápice de la córnea. No provoca molestias, aunque el paciente ve el aparato acercarse al ojo.
- Sin contacto (tonometría de aire): también puede utilizarse un tonómetro de no contacto, que emplea un chorro de aire para aplanar la córnea. No requiere gotas ni contacto directo, aunque es algo menos fiable.
Hacer estos controles es crucial para detectar el glaucoma. Hay que tener en cuenta que, si no se detecta a tiempo, puede conducir a una ceguera sin que la persona afectada haya tenido síntomas de alerta. Y, además, el nervio óptico no se regenera: si el glaucoma destruye sus fibras, esa parte de la visión se pierde de manera irreversible, incluso con tratamiento.
No obstante, la doctora Garabito explica que “si no hay antecedentes familiares de glaucoma ni factores de riesgo (diabetes, uso de corticoides, miopía o hipermetropía altas, enfermedades vasculares de la retina), es poco frecuente diagnosticar glaucoma antes de los 40 años, salvo en casos congénitos o juveniles”. En general, añade, “se recomienda hacer una revisión a los 40 años mediante tonometría y examen del fondo de ojo. Este puede completarse con tomografía del nervio óptico y mácula, así como con un campo visual, lo que determinará la frecuencia de seguimiento”.
Qué es la PPO y por qué es importante para tus ojos
Una pregunta habitual es la de si hay relación entre ambas tensiones. “Tener la tensión arterial alta no implica necesariamente tener la tensión ocular elevada, y viceversa. Sin embargo, una tensión arterial demasiado baja puede ser un factor de riesgo en el glaucoma de tensión normal”, explica la doctora Garabito.
Aunque no se dé esta relación directa, sí hay que tener en cuenta que “un paciente con hipertensión arterial tiene más riesgo de problemas oculares”:
- Mayor riesgo de glaucoma
- Empeoramiento de la degeneración macular
- Obstrucciones vasculares en la retina
- Parálisis de nervios oculares y visión doble
Con respecto al glaucoma, además de la presión intraocular (PIO), existe otro factor crucial: la presión de perfusión ocular (PPO). Esta mide la diferencia entre tu tensión arterial y la PIO, y determina cuánta sangre y oxígeno llegan al nervio óptico. Si la PPO es demasiado baja (por tensión arterial baja o PIO alta), el nervio óptico no recibe suficiente oxígeno y puede dañarse, incluso si la presión intraocular es normal.
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Por otra parte, en el glaucoma de tensión normal muchos pacientes tienen hipotensión nocturna (tensión muy baja por la noche) o problemas circulatorios (mala regulación del flujo sanguíneo). Por tanto, señala la doctora Garabito, “si tienes glaucoma y tomas medicación para la hipertensión, es fundamental que tu oftalmólogo y tu médico de cabecera trabajen en equipo. A veces es necesario ajustar el tratamiento para evitar bajadas excesivas, especialmente nocturnas”.
Por norma general, “los cambios bruscos de presión arterial pueden afectar a la salud ocular, y en algunos casos de forma grave”, advierte la experta. De este modo, la hipertensión arterial súbita o mal controlada puede provocar retinopatía hipertensiva; edema de papila, hemorragias retinianas, pérdida súbita de visión o aumenta el riesgo de trombosis venosa retiniana. En cambio, los descensos bruscos de tensión arterial (hipotensión) disminuyen la perfusión ocular; aceleran el daño del nervio óptico en personas con glaucoma o pueden causar visión borrosa, mareos o isquemia ocular transitoria.
El estilo de vida y las revisiones son claves para mantener una tensión ocular saludable. En este sentido, la doctora Garabito recomienda “controlar la tensión arterial, la diabetes y otros factores de riesgo cardiovascular como el tabaquismo”. También es importante monitorizar el uso de fármacos “como los corticoides”, concluye.
El Confidencial, en colaboración con Quirónsalud, presenta una serie de artículos con información práctica, consejos y recomendaciones para mejorar nuestra salud y bienestar. Si tienes alguna duda sobre esta temática o quieres más información, puedes contactar con el Hospital Ruber Internacional.
Es probable que nunca te hayas planteado cómo es tu ojo por dentro. Puede que pienses que su interior es compacto, pero lo cierto es que contiene líquidos que son esenciales para su forma, nutrición y presión interna. La tensión ocular (o presión intraocular) es la fuerza que ejercen los líquidos del interior del ojo contra sus paredes, manteniendo su forma y funcionamiento adecuado. Imagina que el ojo es como un balón lleno de agua: si la presión es muy baja, se desinfla; pero si es demasiado alta, puede dañar sus estructuras internas, especialmente el nervio óptico, encargado de enviar las imágenes al cerebro.