¿Hemos tardado mucho en cuidar la salud mental de los adolescentes? A estas dos familias les paralizó la vida
Los expertos advierten de un aumento de estas patologías en esa franja de edad. Instituciones como el Defensor del Pueblo ha demandado recursos específicos de salud mental para adolescentes y jóvenes
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La hija de Manuel comenzó a tener síntomas de ansiedad en 2020, durante el confinamiento. En aquel momento las clases pasaron a ser online y eso le provocaba inseguridad. Esta era una situación relativamente normal, ya que se sabía muy poco sobre el covid y eso iba ligado a incertidumbre.
Por ese motivo, pasó un año y medio hasta que estos padres empezaron a observar que algo no iba bien. Los signos que mostraba la adolescente, que entonces tenía 14 años, pasaron a ser físicos y apareció un extraño sarpullido por todo su cuerpo.
Fue entonces cuando sus padres, que prefieren no desvelar su nombre para proteger su identidad, la llevaron a terapia. Solo un psicólogo podía analizar cuál era el origen de esa ansiedad. "Actualmente, sigue con las sesiones porque aunque la situación principal mejoró, pero hace algo más de un año que padece también anorexia nerviosa, a raíz de un problema que tuvo con una profesora. Es difícil, la anorexia afecta a toda la familia y su psicóloga nos ha dado pautas para seguir en casa", añade.
Igualmente, les aconsejó llevar a su hija al psiquiatra y al nutricionista: "Gracias a los tres, su evolución está siendo bastante buena. Hubo un momento en el que nos dijeron que si seguía perdiendo peso la tendrían que ingresar. Ahora está en segundo de bachillerato y, aunque se agobia por las pruebas de acceso a la universidad, ha mejorado mucho".
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Manuel agradece al centro donde su hija acude a terapia, Anda CONMIGO, que está especializado en infancia, la ayuda que les han brindado: "Nos han apoyado y se han sentado a explicarnos todo. La situación es muy difícil de afrontar y tanto a mí como a mi mujer esto nos ha generado ansiedad, te echas a llorar y te ves impotente para ayudarla a salir adelante. Mi hija siempre tendrá algún tipo de secuela psicológica".
Noemí es otra madre que vive un escenario similar al de Manuel. Es madre de dos hijos, el menor con discapacidad intelectual y la mayor con trastorno de ansiedad. Confiesa que siempre ha tenido presente la importancia de la salud mental: "De joven tuve mis problemas".
"Llegó una noche borracha con 14 años y ese fue el detonante para decir que hasta ahí habíamos llegado, ya no era algo normal de la adolescencia"
Esta mujer recuerda cómo su hija comenzó a juntarse con "gente que no debía". "Llegó una noche borracha a casa con 14 años y ese fue el detonante para decir que hasta ahí habíamos llegado, ya que eso no era normal de la adolescencia. Tenía que estar saliendo por alguna parte la frustración que estábamos viviendo con la situación de su hermano", explica en conversación con El Confidencial.
Empezó a ir a terapia psicológica entonces. "La notábamos rara desde que estaba en sexto de primaria, pero claro, justo estábamos en mitad de la pandemia y entrando en la adolescencia y era un momento difícil para saber si simplemente era una reacción por estar encontrándose a ella misma".
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Lo primero que hizo Noemí fue preguntar si trataban a hermanos de personas con discapacidad: "Tenía una negación de la familia, yo creo que no aceptaba lo que pasaba en casa. Ahora en las redes ven cómo tiene que ser una familia perfecta con una vida ideal. Desde que va a terapia es otra niña, y eso que ahora tiene 16, está en plena ebullición de cambios de humor. No tiene nada que ver, llegó a cambiar la forma de vestir y de relacionarse".
Acerca de si desde el centro escolar les avisaron de ese cambio de comportamiento, comenta que no. "Excepto por una tutora que fue fantástica, nadie se daba cuenta de lo que estaba pasando. Yo soy profesora de universidad y creo que la diferencia generacional entre profesorado y niños provoca una desconexión brutal. Mi impresión es que están muy quemados y pasan un poco de todo. El que quiere hacer algo tiene miedo a decir las cosas. Eso, unido a que los chavales tienen una falta de principios, hace que los docentes se limiten a ir y dar su clase. Tampoco hay medios suficientes y los hermanos de personas con discapacidad son los grandes olvidados", finaliza.
Más presencia de los padres
Por su parte, Paula Armero, pediatra coordinadora del Comité de Salud Mental de la Asociación Española de Pediatría, describe su preocupación ante el aumento de este tipo de patologías. "Tendríamos que haber prestado atención a la salud mental de los adolescentes mucho antes. Hemos llegado tarde. Genera estigma, rechazo y sabemos que hay más ansiedad en la población adolescente", sostiene.
Acerca de cómo se pueden dar cuenta unos padres del malestar psíquico de sus adolescentes, Armero asegura que lo principal es que estén presentes. "Tienen que saber cómo es el día a día de sus hijos y tener una relación de confianza para darse cuenta si algo cambia. No querer interaccionar, encerrarse en su cuarto con el móvil, dejar de salir con los amigos o que baje el rendimiento escolar son algunas señales que pueden indicar que algo está pasando. Es importante fijarse también en la comunicación no verbal, como los gestos o forma de vestir. Lo que pasa es que es complicado estar pendiente en una época en la que nos miramos poco a la cara y mucho a las pantallas", narra.
"Cuesta estar pendiente en una época en la que nos miramos poco a la cara y mucho a las pantallas"
Por ese motivo, insiste en la importancia de conocer aspectos básicos, como las habilidades emocionales, la resiliencia o la gestión de la frustración. "Hay que trabajarlas desde la infancia para hacerles conscientes de que, aunque no todos los días nos salen las cosas bien ni estamos felices, somos capaces de superar las adversidades. Y si no podemos, hay que pedir ayuda, cosa que les cuesta mucho a los adolescentes. Cuanto antes se ataje, menos les lastrará a nivel emocional", continúa.
De hecho, reconoce que la adolescencia es un momento de "muchos cambios" y que las redes sociales han cambiado su manera de actuar: "Hay demasiadas interacciones con la tecnología que antes no existían. Son múltiples las causas que pueden generar ansiedad en la infancia y adolescencia: una pandemia, acoso, violencia en el entorno familiar o una separación conflictiva. Por desgracia, cada vez vemos más el impacto de las redes sociales en esta franja de edad porque las expectativas, la constante imagen de perfección y los ideales de belleza también pueden ser las causantes. Existe un cambio en las relaciones donde la comunicación verbal prácticamente no existe y cuando hay un conflicto, les cuesta gestionarlo cara a cara".
Asimismo, recomienda repetirles las cosas muchas veces: "Hay que dejarles claro que pueden confiar en los adultos. Siempre estaremos aquí para ayudarles sin juzgarles ni culpabilizarles, cuanto antes sepamos las cosas, antes llegará la solución".
Uno de cada siete adolescentes afectados
Esta situación la viven muchas familias, ya que uno de cada siete jóvenes de entre 10 y 19 años padece algún tipo de trastorno mental. Estas afecciones representan el 15% de la carga mundial de morbimortalidad entre los adolescentes y así lo reflejan los últimos datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), publicados en octubre de 2024.
"Muchos no reciben el reconocimiento y el tratamiento que requieren. La depresión, la ansiedad y los trastornos del comportamiento se encuentran entre las principales causas de enfermedad y discapacidad en los adolescentes. Además, el suicidio es la tercera causa de defunción en las personas de 15 a 29 años", manifiestan desde la institución.
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Por ese motivo, el Defensor del Pueblo demandaba el pasado mes de marzo, durante la presentación de su informe anual, recursos específicos de salud mental para adolescentes y jóvenes. Su máximo responsable, Ángel Gabilondo, hacía un llamamiento para que las administraciones sanitarias y sociales autonómicas competentes "examinen en profundidad" las capacidades de que disponen para atender los problemas emergentes y más graves de salud mental en la población infantojuvenil.
Recalcaba también la necesidad de disponer de una "oferta asistencial suficiente" para abordar los casos más complejos de problemas de salud mental y discapacidad, así como la patología dual y los trastornos de la conducta alimentaria. "La atención ambulatoria deviene insuficiente y se requiere un esfuerzo terapéutico intensivo", concluía.
La hija de Manuel comenzó a tener síntomas de ansiedad en 2020, durante el confinamiento. En aquel momento las clases pasaron a ser online y eso le provocaba inseguridad. Esta era una situación relativamente normal, ya que se sabía muy poco sobre el covid y eso iba ligado a incertidumbre.