Por qué un pequeño contratiempo te puede hundir el día: todo lo que tienes que saber del 'hassles'
Llorar por quedarse sin entradas para ir al cine o discutir con la cajera por hacernos esperar un minuto son reacciones desmesuradas que conviene aprender a gestionar correctamente
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Salir corriendo para ir al trabajo, y que tu tren habitual no salga a la hora prevista, coger el coche y que el camión de la basura te impida ir más rápido, son simples contratiempos que no van a hacer que tu vida se hunda. De hecho, a lo sumo, perderás unos minutos que, si lo piensas bien, no iban a ninguna parte. Sin embargo, estos pequeños reveses del día a día, para algunas personas, son mucho más que eso. Tanto es así, que la psicología, hace cerca de 50 años, les puso nombre bautizándolos como hassles o fastidios diarios.
En los años 80 del siglo pasado, los psicólogos Richard Lazarus y Susan Folkman investigaron sobre el asunto, y determinaron que “la suma de estos pequeños contratiempos puede desgastarnos profundamente y, como consecuencia, afectar a diferentes ámbitos de la vida de las personas”, apunta la psicóloga y directora de Somos Psicólogos, Beatriz González.
Dos de los aspectos más interesantes de este asunto es que, por un lado, los hassles pueden ser de lo más variados “Por ejemplo, para una persona un hassles puede ser el tráfico, mientras que, para otra, este suceso puede no suponer ningún problema”, aclara la experta. Y por otro, la intensidad en la reacción tiene explicaciones muy distintas, así como consecuencias en la salud física y mental, también específicas.
La cuestión es que estos contratiempos pueden ser menores para unas personas, mientras que, para otras, son auténticos quebrantos que minan su día a día de tal manera que puede convertirlo en un sinvivir.
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Ese grado de malestar que provocan los hassles puede deberse a muchos factores. “Uno de ellos es la sensibilidad a ciertos estímulos”, señala González. Y añade: “Por ejemplo, ciertas personas sensibles a los ruidos pueden acudir a un hotel y encontrarse con unos clientes ruidosos en la habitación de al lado. Esto les puede generar altos niveles de ansiedad, llegando incluso a sufrir insomnio, ya que su estado de excitación es elevado. En cambio, para otros, esta situación no provoca más que una molestia leve o ninguna”.
Situaciones que desbordan
El grado de irritación no solo depende de la sensibilidad de la persona hacia un determinado hecho, “también influye la frecuencia con la que se producen estos pequeños contratiempos”.
Además, “hay personas que necesitan mucho control en su vida -añade la psicóloga-, y estos inconvenientes les generan un gran malestar, ya que no están acostumbradas a lidiar con la incertidumbre o la improvisación. En estos casos, los hassles son capaces de desbaratar sus planes y provocar una sensación de descontrol, lo cual puede minar su paciencia y afectar al estado emocional a lo largo del día”.
Reacciones que se van de las manos
Queda claro que lo que para unas personas es una pesadilla, por ejemplo, que no quede en el supermercado el tipo de queso que más le gusta, para otras, sea simplemente algo que se resuelve eligiendo otra variedad, sin más. Sin embargo, en el primer caso, la persona tendrá una reacción desproporcionada, es decir, una respuesta mucho mayor que la intensidad de la molestia. Así, “por ejemplo, si una persona reacciona de forma agresiva ante una espera de corta duración en una tienda para comprar un producto, estamos frente a una respuesta desproporcionada. También puede haber una reacción emocional intensa ante una molestia leve, por ejemplo: perder el metro y ponerse a llorar”, describe la psicóloga.
Una mala gestión de estas molestias durante mucho tiempo puede derivar en estrés crónico
Cuando esto ocurre, es el momento de acudir a un especialista. “Si se empieza a notar síntomas físicos y emocionales, como la depresión o la ansiedad, ante molestias que normalmente se consideran leves o moderadas, o si empezamos a sentirnos fuera de control ante estas situaciones, lo más conveniente es consultar a un experto”, aconseja González.
De la irritación al estrés crónico
No saber lidiar con estos incordios puede tener efectos perjudiciales a medio y largo plazo para nuestro organismo. Tanto es así, que “la exposición prolongada a estas molestias, sin poder gestionarlas de una manera adecuada, puede derivar en estrés crónico”, advierte la experta, quien asegura que “también puede generar episodios de ansiedad y estados de ánimo depresivos”.
Es más, “la incapacidad para gestionar estos acontecimientos puede provocar sentimientos de vulnerabilidad e indefensión, pudiendo desembocar en un estado depresivo”.
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Además, enfrentarse a estas molestias sin saber cómo gestionarlas puede llevar a una irritabilidad emocional y mal humor, lo cual, “al manifestarse con las personas cercanas, puede derivar en aislamiento social”.
Por si eso fuera poco, la exposición constante a los hassles “puede provocar dificultades en la concentración y la atención, disminuyendo la productividad, perjudicando el descanso y afectando al rendimiento en el trabajo. Hay estudios que demuestran que estar expuestos a estrés afecta a la capacidad de aprender y recordar nueva información, ya que su procesamiento no se realiza de manera adecuada, por lo que también influiría en los estudios”.
Técnicas para recuperar la perspectiva
Ante tal retahíla de posibles consecuencias en la salud, sin duda, sería interesante conocer técnicas que ayudasen a gestionar y resolver estos incordios, o, dicho de otro modo, que nos ayuden a comprender que, si el detergente que compramos desde hace años, no lo encontramos en el supermercado, el mundo no se acaba, y, de hecho, seguirá girando con la misma “alegría”.
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Beatriz González menciona y aconseja las siguientes las estrategias y herramientas para aplacar las reacciones desproporcionadas:
- Técnicas de respiración: una muy rápida consiste en inspirar por la nariz mientras contamos hasta tres, mantener la respiración mientras contamos hasta dos, y expulsar el aire contando hasta tres. Esto se puede repetir tres o cuatro veces.
- Hacer ejercicio físico, ya que disminuye los niveles de cortisol, la hormona del estrés.
- Meditar durante unos minutos cada mañana y enfocarse en el presente.
- Hacerse la pregunta: ¿Esta situación que me está generando malestar, qué importancia tiene realmente? Esperar unos minutos para ser atendido, por ejemplo, puede convertirse en un ejercicio de toma de conciencia sobre qué es lo que realmente nos haría sufrir. Lo verdaderamente importante no es esperar cinco minutos en una cola, sino, por ejemplo, perder a un ser querido. Esta reflexión nos conecta con la realidad y pone las molestias en perspectiva.
- Tener contacto físico con otras personas o desarrollar actividades placenteras. Estas conductas reducen el malestar que pueden ocasionar los inconvenientes diarios.
- Una conducta muy recomendable: reírse mucho.
- Por último, tener una buena higiene del sueño también es fundamental.
Salir corriendo para ir al trabajo, y que tu tren habitual no salga a la hora prevista, coger el coche y que el camión de la basura te impida ir más rápido, son simples contratiempos que no van a hacer que tu vida se hunda. De hecho, a lo sumo, perderás unos minutos que, si lo piensas bien, no iban a ninguna parte. Sin embargo, estos pequeños reveses del día a día, para algunas personas, son mucho más que eso. Tanto es así, que la psicología, hace cerca de 50 años, les puso nombre bautizándolos como hassles o fastidios diarios.