Cómo identificar la rosácea para no confundirla con el acné o la dermatitis
Aunque muchas veces se piensa que es un problema de sensibilidad cutánea o de reacción al estrés, esta afección tiene características propias y requiere una atención específica
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¿Te ha pasado alguna vez que tu piel se enrojece sin razón aparente, sobre todo en las mejillas, la nariz o la frente? ¿Sientes ardor, sensibilidad o incluso pequeños brotes que parecen acné, pero no lo son? Podría tratarse de rosácea, una afección cutánea crónica que puede afectar la calidad de vida, la autoestima y la forma en que te relacionas con los demás. Aunque no tiene cura definitiva, sí existen formas de controlarla, reducir sus síntomas y aprender a convivir con ella sin que se convierta en un obstáculo diario.
La rosácea, explica el doctor Ricardo Ruiz, director médico de la Unidad de Dermatología Médico-Quirúrgica y Venereología del Hospital Ruber Internacional, “es una afección de la piel que suele manifestarse con enrojecimiento persistente en el rostro, sobre todo en las mejillas, la nariz, la frente y el mentón”. En algunos casos, añade, “también pueden aparecer pequeñas pápulas o granitos, vasos sanguíneos visibles y una sensación constante de ardor o escozor”.
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Afecta con más frecuencia a las mujeres y, aunque puede aparecer a cualquier edad, “es más usual en adultos de entre 30 y 50 años”, señala el dermatólogo. De forma resumida, se manifiesta fundamentalmente de tres formas: aparición de granitos en mejillas y nariz, enrojecimiento facial con los cambios de temperatura y presencia de venitas en la zona central del rostro. En un 20% de los casos puede haber también afectación ocular, con irritación, enrojecimiento y lagrimeo.
Es posible que en los primeros momentos el paciente no se dé cuenta de que esos problemas que afectan a la piel de su cara se deben a una rosácea, y que los pueda confundir con un acné o con una dermatitis. Esta confusión es relativamente frecuente, y el experto señala que, "a diferencia del acné, la rosácea no presenta comedones (puntos negros) y suele aparecer a edades más avanzadas. Tampoco hay descamación intensa ni picor como en algunas dermatitis".
Desmontando creencias erróneas
Además de esta confusión, en torno a este problema dermatológico hay numerosas creencias erróneas. Entre ellas, la idea de que se trata de una cuestión de sensibilidad cutánea o una reacción al calor o al estrés.
Otro error frecuente es asociarla únicamente al consumo de alcohol, cuando este es solo uno de muchos factores desencadenantes. Asumir que toda rojez en la cara es rosácea es también otra equivocación: no todas las rojeces faciales lo son, por eso es importante el diagnóstico médico.
Finalmente, otro mito es considerar que se trata de un problema meramente estético. La rosácea puede provocar síntomas como ardor, picor, molestias oculares e incluso afectar la autoestima y la calidad de vida, por lo que debe abordarse como una enfermedad crónica que requiere seguimiento médico.
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Lo cierto es que no se conoce una causa exacta que justifique la aparición de la rosácea. Se considera que es una enfermedad multifactorial donde influyen factores genéticos, inmunológicos, ambientales y microbianos.
Así, “entre los factores desencadenantes se encuentran el estrés emocional, los cambios bruscos de temperatura, el sol, el ejercicio físico intenso, el alcohol, las comidas picantes y el uso de cremas con cortisona. Además, se ha detectado una alta presencia del ácaro Demodex folliculorum en la piel de los pacientes con rosácea, lo cual puede contribuir a su aparición o empeoramiento”.
Diagnóstico y tratamiento
Pero que no se conozca exactamente por qué aparece, no implica que no tenga solución. "Hoy en día hay múltiples opciones para controlarla, desde tratamientos dermatológicos hasta rutinas de cuidado suave y adaptado", apunta el dermatólogo.
De hecho, actualmente se aborda a través de tratamientos tópicos, como el metronidazol, el ácido azelaico y la ivermectina en crema; y orales, en lo que se utilizan antibióticos similares a la doxiciclina o la azitromicina, y, en casos más resistentes, con la ivermectina oral o la isotretinoína a bajas dosis. También es común utilizar luz pulsada intensa (IPL) o láser vascular para eliminar las venitas y el láser de CO₂ o erbio para tratar la rinofima (en la nariz). De acuerdo con el especialista, "la combinación de varias técnicas suele ser lo más eficaz".
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"Es importante entender que se trata de una enfermedad crónica que cursa con brotes y que es necesario personalizar el tratamiento según el tipo de rosácea", advierte el doctor Ruiz. "Hay subtipos (eritematotelangiectásica, papulopustular, fimatosa y ocular) que requieren enfoques distintos". Asimismo, destaca que es clave “tener en cuenta el impacto psicológico que puede tener la enfermedad. Tratar al paciente, no solo a la piel, es una parte esencial del éxito terapéutico. Con un enfoque adecuado, la mayoría de los pacientes logra mejorar visiblemente su piel y su calidad de vida”.
El dermatólogo además recomienda que, en caso de duda con otras afecciones, "recurrir a una biopsia cutánea para confirmar el diagnóstico" es lo más efectivo para el especialista.
Finalmente, y de cara a evitar los factores que desencadenan los brotes, el doctor recomienda “proteger la piel del sol con fotoprotección diaria y usar productos cosméticos adecuados para piel sensible, sin perfumes ni irritantes. También es importante mantener una rutina sencilla de higiene e hidratación, y consultar al dermatólogo ante cualquier cambio”.
El Confidencial, en colaboración con Quirónsalud, presenta una serie de artículos con información práctica, consejos y recomendaciones para mejorar nuestra salud y bienestar. Si tienes alguna duda sobre esta temática o quieres más información, puedes contactar con el Hospital Ruber Internacional.
¿Te ha pasado alguna vez que tu piel se enrojece sin razón aparente, sobre todo en las mejillas, la nariz o la frente? ¿Sientes ardor, sensibilidad o incluso pequeños brotes que parecen acné, pero no lo son? Podría tratarse de rosácea, una afección cutánea crónica que puede afectar la calidad de vida, la autoestima y la forma en que te relacionas con los demás. Aunque no tiene cura definitiva, sí existen formas de controlarla, reducir sus síntomas y aprender a convivir con ella sin que se convierta en un obstáculo diario.