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Dr. Sánchez Encinas: “No deberíamos tomar ningún tipo de pérdida de orina como algo normal”
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Dr. Sánchez Encinas: “No deberíamos tomar ningún tipo de pérdida de orina como algo normal”

A partir de los 50 años es frecuente que se presenten problemas de incontinencia urinaria. Hablamos con un especialista sobre la importancia de acudir a consulta para buscar soluciones y evitar que afecte a la calidad de vida

Foto: Dr. Sánchez Encinas, jefe del Servicio de Urología del Hospital Rey Juan Carlos y jefe de equipo de Urología de Ruber Internacional Centro Médico Habana. (Cedida).
Dr. Sánchez Encinas, jefe del Servicio de Urología del Hospital Rey Juan Carlos y jefe de equipo de Urología de Ruber Internacional Centro Médico Habana. (Cedida).

Sufrir pérdidas de orina, especialmente en las mujeres, se ha normalizado durante muchos años. En ellas, tanto la edad como el embarazo, el parto o la bajada de hormonas que se produce durante la menopausia, son factores de riesgo en su desarrollo y es habitual que se perciba como algo inevitable. “Yo tenía 45 años, llevaba entrenando en un grupo de runners un par de años y un día en un entrenamiento, sin más, me hice pis encima”, explica Conchi Cambelo. A la primera persona a la que se lo contó fue a su madre y su respuesta fue una muestra de la ‘resignación’ que hay en torno a esta afección de salud: “¿Qué quieres, hija mía? Si has tenido tres hijos, es lo que hay”.

En el caso de los hombres, suele ser un tema tabú. Los afectados conviven con el problema sin acudir a revisión hasta que su calidad de vida se ve muy resentida. “Muchas veces nos encontramos con pacientes que nos comentan que tienen algún tipo de pérdida pequeña al reír o al toser e incluso, a veces, con las relaciones sexuales. Esto no deberíamos tomarlo como algo normal, sobre todo a estas alturas del siglo XXI en el que tenemos diferentes dispositivos o tratamientos farmacológicos para corregirlo, dependiendo de la causa”, indica el doctor Miguel Sánchez Encinas, jefe del Servicio de Urología del Hospital Universitario Rey Juan Carlos y jefe de equipo de Urología de Ruber Internacional Centro Médico Habana.

“El estigma hace que los pacientes escondan la enfermedad”

Los tipos de incontinencia urinaria más habituales son la de esfuerzo y la de urgencia. En la primera, las pérdidas de orina se producen, como indica su nombre, tras realizar alguna actividad que supone un esfuerzo como levantar objetos pesados, hacer ejercicio, estornudar o toser. La segunda, por su parte, se caracteriza por una necesidad repentina e intensa de orinar, seguida de la pérdida involuntaria. Ambos casos afectan mucho a la calidad de vida de los afectados y, como señala el doctor Sánchez, “el estigma hace que los pacientes escondan la enfermedad”. Esta realidad tiene un impacto negativo en las diferentes áreas de la vida del paciente, desde la personal hasta la laboral. “Me tiré mucho tiempo encerrada en casa, engordé unos 17 kilos y me perdí muchos eventos con mis hijos por vergüenza e incomodidad”, afirma la paciente Cambelo.

La estrategia para evitar que sucedan este tipo de situaciones tan limitantes para el paciente es, por un lado, visibilizar el problema como una enfermedad que requiere ayuda profesional y cuenta con soluciones y, por otro lado, fomentar la prevención. Cuando ya se han producido los síntomas y se determina el diagnóstico, hay varias vías de tratamiento. En el caso de los pacientes de incontinencia por esfuerzo, en la mayoría de las ocasiones se comienza con una fase de rehabilitación que incluye la revisión de un fisioterapeuta especializado en suelo pélvico, que es la musculatura encargada de recubrir toda la pelvis en su parte interna. Este se encarga del sostén visceral, de la continencia urinaria y fecal, así como de otras situaciones como pueden ser las relaciones sexuales, el parto y el embarazo.

Para trabajarlo se indican los populares ejercicios de Kegel, de contraer y relajar y otras técnicas como la electroestimulación tanto para rehabilitar como para prevenir. No obstante, aunque se puede trabajar, hay que tener en cuenta que solo un 30% del suelo pélvico es de carácter voluntario, por lo que cuidar la postura y trabajar el transverso del abdomen también es fundamental para cuidarlo. “El tejido del suelo pélvico se va a debilitar con los años, con lo cual, cuanto más fuerte esté esa musculatura a partir de los 50 o 60 años, menos probabilidad de que se produzcan pérdidas de orina”, explica el urólogo.

“El tratamiento quirúrgico lo valoramos cuando la fisioterapia, el kegel o la electroestimulación han fracasado”

No obstante, hay casos que requieren otro tipo de abordaje para devolver la calidad de vida al paciente. “El tratamiento quirúrgico lo reservamos cuando los tratamientos rehabilitadores han fracasado: la fisioterapia, el kegel o, incluso, la electroestimulación. En ese momento valoramos la cirugía en función de la cuantía de las pérdidas que tiene el paciente”, indica el doctor.

Ese fue el caso de Cambelo, que tuvo que pasar por varios tratamientos conservadores, hasta que le ofrecieron una intervención aún poco conocida: el esfínter artificial femenino, asistido por un robot. “Una de las ventajas que aporta la cirugía robótica es que podemos trabajar en campos muy pequeños y la pelvis es una zona especialmente apta para la cirugía robótica. Permite al cirujano realizar los siete movimientos posibles de las muñecas en un campo muy estrecho con una magnificación de diez veces la visión habitual y en 3D”, explica Sánchez.

La intervención consiste en la colocación de un dispositivo que, tras unas seis semanas después de la intervención, se activa para cumplir la función del esfínter. “En los hombres es una cirugía abierta; en las mujeres el uso de vías laparoscópicas o asistidas por robot han facilitado el implante de este tipo de dispositivos, con unas tasas de éxito mucho mayores”.

Una vez está activado, explica Cambelo, “sientes las mismas ganas de orinar que sin el implante y para usarlo, simplemente, te sientas en el baño y te tienes que palpar el dispositivo, que tienes en el labio derecho, y al apretarlo la vejiga se vacía y se cierra automáticamente” y concluye, visiblemente feliz, “yo puedo sentir unas ganas imperiosas de hacer pis, que si no lo aprieto, no sale ni una gota. Me ha cambiado la vida al 200%”.

Sufrir pérdidas de orina, especialmente en las mujeres, se ha normalizado durante muchos años. En ellas, tanto la edad como el embarazo, el parto o la bajada de hormonas que se produce durante la menopausia, son factores de riesgo en su desarrollo y es habitual que se perciba como algo inevitable. “Yo tenía 45 años, llevaba entrenando en un grupo de runners un par de años y un día en un entrenamiento, sin más, me hice pis encima”, explica Conchi Cambelo. A la primera persona a la que se lo contó fue a su madre y su respuesta fue una muestra de la ‘resignación’ que hay en torno a esta afección de salud: “¿Qué quieres, hija mía? Si has tenido tres hijos, es lo que hay”.

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