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Cinco falsos mitos y una verdad sobre la leche fresca: ¿cuáles te has creído?
  1. Consumo
¿engorda más? ¿es más cara?

Cinco falsos mitos y una verdad sobre la leche fresca: ¿cuáles te has creído?

Hay argumentos que confirman que la leche fresca que tomamos hoy es prácticamente la misma, e incluso mejor, que la que tomábamos hace 50 años

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El consumo de leche fresca está de moda y se hace un hueco entre los usuarios. Es la categoría que más crece en el mercado y lo hace por una razón: debido a la alta valoración por parte del consumidor, que la percibe como una alternativa más natural y le recuerda a esos sabores originales de la infancia. Y no se equivoca.

Sin embargo, todavía hay quien tiene dudas entre la leche fresca actual y la que bebíamos cuando éramos pequeños. La culpa es de unos falsos mitos que circulan y que vamos a intentar desmontar, uno a uno, con la ayuda de un experto en la materia, el coordinador científico del Instituto Puleva de Nutrición, Federico Lara.

1. No se parece en nada a la de antes

Suena muy rotundo. Pero quien crea que hoy no podemos beber leche fresca de tan buena calidad como la que se bebía hace años se equivoca, porque es la misma, o incluso mejor.

Gracias a los avances tecnológicos, la leche fresca se somete a un suave tratamiento térmico “de entre 75 y 90 grados durante unos segundos, tiempo suficiente para eliminar la carga microbiológica que contiene, sin alterar la calidad de la leche ni sus cualidades organolépticas”. Dicho de otro modo: se eliminan las bacterias, manteniendo el sabor y el aroma de la leche original.

2. Mejor tomar leche fresca no tratada

Por esos derroteros van las últimas modas alimenticias y, seguramente, quien las practica no sabe que "está tomando un producto contaminado, con bacterias y microorganismos que pueden derivar en infecciones", explica Federico Lara.

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El tratamiento térmico al que se somete la leche fresca —pasteurización— es similar al que ya hacían nuestras abuelas cuando calentaban la leche recién ordeñada antes de tomarla. Con la diferencia de que este proceso ahora es mucho más exhaustivo. Las últimas tecnologías son muy buenas aliadas en eso de controlar con precisión el tiempo y las temperaturas adecuadas.

3. Caduca muy pronto

La leche fresca tiene 20 o 21 días de caducidad. Ahora bien, "una vez abierto el envase, debe ser consumida en no más de 24 horas”, aconseja Lara. En cualquier caso, la caducidad de la leche fresca es muy superior a la de antes, cuando apenas duraba unas 48 horas en la nevera. Y todo gracias a que es sometida a este proceso de calentamiento controlado.

4. Es mejor que la UHT

La leche fresca se diferencia de la variedad UHT —la que viene generalmente en tetrabrik— en el proceso de pasteurización. En el caso de la leche UHT, la temperatura de calentamiento supera los 135 grados para “eliminar por completo la carga microbiológica de la leche”, que es lo que hace que no necesite conservación en frío. Sí es cierto que tras este tratamiento “se modifica el perfil organoléptico de la leche, pero no hay impacto significativo en su calidad nutricional”.

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5. Engorda más

Ni más ni menos. Donde realmente hay que hacer hincapié es en que “la leche es un alimento de alta densidad nutricional”. O lo que es lo mismo, que aporta pocas calorías en función de la alta cantidad de nutrientes que contiene. Entre otros, es fuente de proteína, calcio, vitamina D, fósforo… También tiene azúcar, la lactosa, pero teniendo en cuenta que no es un añadido si no que está presente de forma natural, “no hay motivos para demonizarla”, entre otras cosas porque se trata de un azúcar “beneficioso para la salud que se metaboliza por el organismo de forma diferente a otros azúcares como la sacarosa”.

Solo para hacernos una idea, “la leche materna contiene el doble de lactosa que la leche de vaca”, y es importante en el proceso de lactancia infantil porque “ayuda a favorecer el desarrollo cerebral y al establecimiento de una flora intestinal adecuada”. De todos modos, y pensando en quienes padecen intolerancias, ya se pueden encontrar variedades de leche fresca sin lactosa e incluso desnatadas.

6. Es más cara

Esto sí es verdad, y tiene su explicación, el transporte. La logística para transportar la leche fresca es más compleja que para la leche UHT, pues las cisternas deben estar siempre a una temperatura de entre seis y ocho grados, nunca por encima. “En este tipo de leche, el transporte en frío es vital, y no se debe romper la cadena en ningún momento”. Eso hace que se encarezca más su precio final, pero sin sobresaltos, porque la diferencia apenas es de unos céntimos de euro por litro de leche.

El consumo de leche fresca está de moda y se hace un hueco entre los usuarios. Es la categoría que más crece en el mercado y lo hace por una razón: debido a la alta valoración por parte del consumidor, que la percibe como una alternativa más natural y le recuerda a esos sabores originales de la infancia. Y no se equivoca.

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