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Alimentos de temporada: cuáles son los mejores y por qué
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Alimentos de temporada: cuáles son los mejores y por qué

En el mundo globalizado en que vivimos, comer productos que viajan 10.000 kilómetros hasta llegar a nuestro plato no es la mejor idea. Aquí tienes los motivos

Foto: Alimentos de la huerta. (iStock)
Alimentos de la huerta. (iStock)

Con la globalización agroalimentaria, el consumidor, que hasta hace algunas décadas adaptaba su dieta a la cercanía de los alimentos y a la temporada de los mismos, tiene ahora en el mercado a su disposición productos frescos procedentes de todas partes del mundo y en cualquier época del año. Sin embargo, 'disfrutar' de esta oferta desestacionalizada y deslocalizada tiene un evidente coste medioambiental, social y económico, y además repercute en la calidad y el valor nutricional de los alimentos.

Isabel Bertomeu, de la Fundación Dieta Mediterránea, ilustra, por ejemplo, lo que supone la posibilidad de “comprar unas cerezas en el mes de enero, que provienen de Chile y son magníficas pero carísimas, tanto para nuestro bolsillo como para el medioambiente, pues han hecho un viaje de más de 10.000 km. "En cambio -explica la responsable de la Fundación-, si esperamos a comprar unas cerezas del Valle del Jerte cuando están en temporada, desde abril hasta el mes de agosto, las consumiremos cargadas de nutrientes y de sol, a unos precios asequibles y con poco impacto para el medioambiente”. Por ello, como matiza Marisa Calle, coordinadora del Programa de Alimentación y Salud de la Fundación Española del Corazón (PASFEC), “lo adecuado es hablar de alimentos de temporada de proximidad geográfica. Frutas, verduras, pescados, frutos secos y algunas carnes que tienen la ventaja de no tener que ser transportados durante largas distancias”.

"Los alimentos producidos en nuestros campos se ofrecen a un mejor precio y tienen mejor sabor y más nutrientes"


La disyuntiva afecta especialmente al mercado hortofrutícola, dada la avalancha de productos importados de contraestación, es decir, de aquellos procedentes del hemisferio opuesto. Sin embargo, Cirilo Arnandis, presidente sectorial de Frutas y Hortalizas de Cooperativas Agro-alimentarias de España, considera concluyentes las ventajas de consumir “alimentos producidos en nuestros campos por nuestros agricultores: necesitan menos tiempo de conservación, tienen un menor coste en transporte -tanto desde el punto de vista económico como energético-, se ofrecen a un mejor precio al consumidor y proporcionan un mejor nivel de madurez, lo que repercute en unas frutas y hortalizas con mejores características organolépticas, más azúcar, mejor sabor y mayores tasas de nutrientes”.

placeholder Foto: iStock.
Foto: iStock.

Joy Ngo, investigadora colaboradora de la Fundación para la Investigación Nutricional (FIN) y vocal de la ONG Nutrición Sin Fronteras, destaca precisamente que “los productos de temporada son más frescos y tienen un mayor valor nutricional. En cambio, “comprar frutas y verduras fuera de temporada suele significar que el alimento ha recorrido miles de kilómetros con una maduración controlada durante ese periodo. Esto puede afectar a la densidad de nutrientes, en particular algunos antioxidantes. Las verduras de hoja verde, como la espinaca, son ricas en ácido fólico, que se descompone con el tiempo. Y el contenido de vitamina C de la espinaca puede disminuir hasta un 90 por ciento.” La experta del FIN también recalca que la apuesta por una cesta de la compra 'globalizada' y el consiguiente abandono del consumo asociado a la temporada “supone, igualmente, una disminución de la variedad de alimentos que consumimos y, por tanto, aumenta el riesgo de ingestas inadecuadas, sobre todo en micronutrientes. Asimismo, añade Ngo, la estandarización y pérdida de variedad asociada a la disponibilidad permanente de los mismos productos en cualquier lugar y en todo momento “también afecta indirectamente a la gastronomía, ya que se produce una pérdida importante de platos tradicionales y locales”.

Productos de temporada y comercio sostenible

La sectorial de cooperativas agroalimentarias también reitera que “consumir producto español y europeo contribuye a generar actividad económica y mantener el empleo en el medio rural, a evitar el abandono de nuestros pueblos y las migraciones forzosas a los núcleos urbanos, con el consiguiente deterioro de nuestro entorno y nuestro patrimonio material e inmaterial”. En este sentido, Joy Ngo sostiene que comer alimentos de temporada es una propuesta para avanzar hacia los patrones de consumo más sostenibles, bajo la premisa de que “el sistema alimentario del futuro debe cumplir con los requisitos nutricionales para la salud de nuestras futuras generaciones, pero también dependerá de la sostenibilidad de los ecosistemas naturales de manera que sean viables a nivel económico, social y del medio ambiente”.

En los últimos años se aprecia una evolución ascendente del consumo de productos de proximidad


Pero ¿cuál es la penetración actual de los productos de temporada y de proximidad? Ingrid Buera, directora de negocio de Mercabarna, explica que “el 71% de las frutas y hortalizas que se comercializan en Mercabarna son españolas. En cambio, el pescado y marisco nacional representa el 57%, porque los españoles somos grandes consumidores de productos de la pesca y nuestros caladeros están saturados”. Entre los principales productos hortofrutícolas de temporada que se comercializan en el mercado mayorista de Barcelona, según datos facilitados por la plataforma, están berenjenas y fresones en primavera; lechugas y melocotones en verano; coliflores y manzanas en otoño; y col y naranjas en invierno. Respecto a los principales productos de la pesca de temporada, se vende principalmente bacaladilla y cigalas en primavera; sardina y mejillón en verano; rape y calamar en otoño; y bacalao y ostra en invierno.

Educar en estilo de vida y de consumo

MercaMadrid, el otro gran centro de distribución, comercialización, transformación y logística de alimentos frescos de España, señala que “en los últimos seis años se aprecia una evolución ascendente del consumo de productos de temporada, así como aquellos de proximidad (máximos 100 km desde el origen hasta MercaMadrid). Crece el interés por parte de las propias empresas, incluso en aquellos productos en los que no había tanta tradición, como los tropicales, con una importante producción nacional en la actualidad”. Desde la plataforma se subraya que los motivos para apostar por productos de temporada son, según las propias compañías de MercaMadrid, su “sabor, calidad y precio”. Y confirman que se observa una evolución creciente de la predisposición a consumir productos de temporada, de proximidad, ecológicos, etc, “siendo esta, a su vez, una apuesta más sostenible que reduce costes económicos y medioambientales”. MercaMadrid comercializa más de 100 millones de kg de productos de Madrid y zonas limítrofes. Acelgas de Fuenlabrada; lechugas, tomates y pepinos de Villa del Prado; ajos y cebollas de Chinchón, son algunos de los productos de proximidad que más se comercializaron en 2017 desde el mercado central de la capital.

En cualquier caso, a pesar de estas cifras, desde la Fundación Dieta Mediterránea se hace hincapié en la necesidad de educar para que las nuevas generaciones consuman alimentos de cercanía y temporada. “No hay mejor inversión que enseñar a los jóvenes a que sean conscientes de la importancia de este tipo de alimentos. Tenemos que tener en cuenta que lo que se aprende durante la infancia, nunca se olvida. No debemos perder la ocasión de recapacitar y volver a nuestras raíces, recuperando el estilo de vida que caracteriza a nuestra tierra: manera de alimentarse, formas de cocinar, comidas compartidas, práctica de ejercicio físico moderado diario…”, reitera Isabel Bertomeu.

Con la globalización agroalimentaria, el consumidor, que hasta hace algunas décadas adaptaba su dieta a la cercanía de los alimentos y a la temporada de los mismos, tiene ahora en el mercado a su disposición productos frescos procedentes de todas partes del mundo y en cualquier época del año. Sin embargo, 'disfrutar' de esta oferta desestacionalizada y deslocalizada tiene un evidente coste medioambiental, social y económico, y además repercute en la calidad y el valor nutricional de los alimentos.

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