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Neofobia alimentaria: la sufren los niños y no se identifica bien
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Neofobia alimentaria: la sufren los niños y no se identifica bien

Es un trastorno frecuente en la infancia, pero también puede darse en los adultos. Quienes la padecen muestran un rechazo absoluto hacia los alimentos desconocidos

Foto: Fobias a la comida. (iStock)
Fobias a la comida. (iStock)

En líneas generales, una fobia es un tipo de trastorno de ansiedad relacionado con un temor fuerte e irracional hacia algo que representa un peligro ficticio o imaginario. Son muchas las variedades de esta afección que existen en la actualidad: acrofobia o terror a las alturas, claustrofobia o terror a los espacios cerrados, agorafobia o temor a los lugares públicos, aracnofobia o miedo a las arañas… Las opciones son prácticamente infinitas y suelen ir acompañadas de síntomas tan dispares como temblores, falta de aire, taquicardias, pánico o un deseo irrefrenable de huir.

Lo normal es que este tipo de fobias comiencen en la niñez o en la adolescencia, para continuar después durante la edad adulta. Además, su origen es todavía un misterio, aunque algunos expertos aseguran que pueden tener un fuerte componente hereditario. Este es el caso de la neofobia alimentaria, un trastorno desconocido para muchos pero que afecta a gran parte de la población. ¿En qué consiste esta fobia relacionada con el mundo de la cocina?

Miedo a los alimentos desconocidos

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Como su propio nombre indica, la neofobia alimentaria implica el temor a la incorporación de alimentos nuevos o diferentes a la dieta diaria. Tal y como hemos visto anteriormente, este comportamiento es propio de los niños que están en pleno desarrollo y que suele confundirse con una actitud caprichosa y malcriada. Nada más lejos de la realidad, pues la neofobia alimentaria puede desembocar en un trastorno alimenticio de suma importancia, caracterizado por la restricción de ciertos nutrientes que puede persistir a lo largo de toda la vida. De hecho, según datos del Índice de Alimentación Saludable, este tipo de pacientes suelen sustituir esos productos por grasas saturadas u otros compuestos perjudiciales para la salud.

La neofobia alimentaria es el temor a la incorporación de alimentos nuevos o diferentes a la dieta diaria

“Es un comportamiento instintivo, un mecanismo de defensa que desarrollaron nuestros antepasados para protegerse de posibles alimentos venenosos o toxinas. De ahí que los niños tiendan a rechazar de manera natural alimentos con los que no han tenido experiencia previa”, explican en EFE Salud según el criterio de Paul Rozin, psicólogo e investigador de la Universidad de Pensilvania.

No obstante, a pesar de la gravedad del asunto, el diagnóstico se torna más problemático en pacientes adultos, quienes a veces deben incluir en el tratamiento terapias de desensibilización, cuyo objetivo es introducir gradualmente los alimentos para que se familiaricen con ellos y así aprendan a aceptarlos sin miedo. Además de la presencia de ciertos fármacos, que controlan la ansiedad que acompaña a esta fobia; técnicas de relajación y talleres de cocina. Eso sí, no importa en qué estado se encuentre el paciente, es fundamental no forzarle a probar esos alimentos que son el origen de su fobia, pues el bloqueo podría ser permanente.

Otras fobias alimentarias

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Como ocurre con el resto de fobias, la alimentación da lugar a un sinfín de trastornos que hacen peligrar la salud de los comensales, privándoles de un gran número de nutrientes. ¿Cuáles son las fobias más frecuentes en la actualidad?

  • Fagofobia. Una de las variedades más conocidas, que consiste en un miedo irrefrenable a tragar y ahogarse. Un pensamiento que finalmente deriva en una ansiedad a la hora de comer, beber o tomar fármacos en pastillas, por ejemplo. Su origen en pacientes adultos se remonta a un episodio de atragantamiento con la comida o afecciones tan dolorosas como la faringitis o la esofagitis. Afortunadamente, en la mayoría de ocasiones, se trata de una fobia que desaparece a los pocos meses.
  • Mageirocofobia. Detrás de este nombre se encuentra el temor injustificado a cocinar o preparar alimentos, muy común en personas que padecen trastornos alimenticios. En este caso, la fobia puede presentarse de varias maneras: miedo a cocinar para grupos grandes, a quemarse, cortarse, batir huevos… La presencia de tratamientos terapéuticos resulta fundamental, pues la mageirocofobia puede devastar física y psicológicamente al paciente.
  • Cibofobia. Se define como el miedo a los alimentos y a comer, pero no por atragantarse como en el ejemplo anterior, sino a sufrir una intoxicación, una alergia alimentaria o a consumir productos caducados.
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  • Araquibutirofobia. Para muchos, los cacahuetes son uno de los frutos secos más suculentos y versátiles de la cocina. Sin embargo, para aquellos que padecen araquibutirofobia supone toda una odisea, sobre todo a la hora de comerlos y que corran el riesgo de quedarse pegados en el paladar.
  • Lacanofobia. Lo mismo ocurre con los vegetales. “Puede ser hacia un vegetal en concreto o hacia muchos y no significa solo que las personas que la padecen rechacen comerlos: en los casos más severos no pueden ni estar cerca de ese o esos vegetales”, asegura el Departamento de Salud Mental Holguín. Este miedo puede deberse a la presión que el paciente sufrió de niño por comer este tipo de alimentos, aunque las causas son muchas y muy variadas.
  • Metifobia. Aunque esta fobia puede ser vista como una ventaja, debido a su rechazo exagerado hacia el alcohol, lo cierto es que las personas que la padecen no solo evitan su consumo. Para ellos también resulta insoportable ver a gente que lo bebe, olerlo o incluso ver la botella. Una de las causas más frecuentes es haber vivido una experiencia traumática con el alcohol.

En líneas generales, una fobia es un tipo de trastorno de ansiedad relacionado con un temor fuerte e irracional hacia algo que representa un peligro ficticio o imaginario. Son muchas las variedades de esta afección que existen en la actualidad: acrofobia o terror a las alturas, claustrofobia o terror a los espacios cerrados, agorafobia o temor a los lugares públicos, aracnofobia o miedo a las arañas… Las opciones son prácticamente infinitas y suelen ir acompañadas de síntomas tan dispares como temblores, falta de aire, taquicardias, pánico o un deseo irrefrenable de huir.

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