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Así deben ser las raciones de los platos que tomamos en los restaurantes
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Así deben ser las raciones de los platos que tomamos en los restaurantes

Un revelador estudio señala que cuando comemos fuera de casa el consumo calórico se dispara por encima del aconsejable. La buena noticia, que hay forma de evitarlo

Foto: Dos raciones bien diferentes. (iStock)
Dos raciones bien diferentes. (iStock)

Decía George Bernard Shaw que no hay amor más sincero que el que sentimos por la comida. Lo malo de esta bonita afirmación es que ya se sabe que el amor a veces no tiene medida y así es fácil que se desboque.

Un nuevo estudio apunta a esta idea. Lo ha realizado un equipo de investigadores de distintos institutos de nutrición y salud pública de Brasil, Finlandia, Ghana, India, Estados Unidos y China, respaldados por la Fundación de Ayuda a la Investigación del Estado de Sâo Paulo (FAPESP) y acaba de publicarlo 'British Medical Journal'. El trabajo ha consistido en analizar, a partir de su contenido calórico, las raciones que se sirven en los restaurantes, tanto de comida rápida como en los que se come sentado de dichos países.

El 94% de los platos servidos en los restaurantes analizados contienen más de 600 calorías

Y las conclusiones son contundentes: el 94% de los platos más populares servidos en los restaurantes analizados y el 72% de los que se sirven en los establecimientos de fast food contienen más de 600 calorías. Esta cantidad es la que recomienda el Departamento de Salud Pública británico para frenar la epidemia de obesidad, ya que considera que en general ingerimos muchas más calorías de las que necesitamos. El Gobierno de Reino Unido lanzó el pasado mes de marzo unas recomendaciones muy claras a la población con este fin: reducir al 20% las calorías diarias en 2024. Para ello propone lo comentado, que para una dieta media de 2.000 calorías al día, la comida principal y la cena no aporten cada una más de 600 calorías, y que el desayuno aporte otras 400. El resto provendrán de tentempiés de media mañana y media tarde.

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Foto: iStock.

El nuevo estudio internacional pone de manifiesto que dichos consejos deberían seguirlos no solo los británicos, sino gran parte de la población mundial, ya que la obesidad supone un problema de salud a nivel global. Para realizarlo se analizaron 223 platos de 111 restaurantes elegidos al azar que servían comida popular de cada país. Entre ellos estaban las jugosas carnes asadas con guarnición de arroz brasileñas, las albóndigas con patatas finlandesas o las gambas con curry indias.

La palma calórica se la lleva los 'fetuccini Alfredo' estadounidenses, un plato cuya comida pesa casi un kilo y con un contenido energético de 2.580 calorías. Solo en China encontraron un buen número de restaurantes que servían raciones de 600 calorías o incluso inferiores (aquí el secreto está en las distintas y ligeras recetas de noodles). En el resto, la mayoría de sus platos disparaban esta cantidad.

Poniendo trabas al metabolismo rápido

España no se ha incluido en este estudio, pero en un país en el que, según un informe de la Universidad de Navarra, el 21,6% de los adultos son obesos y el 39,3% tiene sobrepeso, no está de más reflexionar sobre las cantidades que comemos cuando lo hacemos fuera de casa y cómo mejorar nuestros hábitos en los restaurantes para alimentarnos al menos de forma más saludable.

Para ello hemos hablado con la doctora Amil López Viéitez, dietista nutricionista, y nos cuenta que además de preocuparnos de las calorías, "debemos preocuparnos también por cómo combinamos los tipos de alimentos, porque generan una respuesta a nivel metabólico diferente. Por ejemplo, la gente con pocos recursos económicos, como los jóvenes, suele recurrir en restauración a un tipo de platos muy concretos, con grandes dosis de cereales o de féculas: pasta, arroz, patata... Al final consumen mucha carga de hidratos de carbono, que no están bien combinados con proteína y no suelen incluir fruta o verdura, por lo que la densidad es supercalórica y no se equilibran las hormonas que ayudan a 'quemar'. Se genera así un metabolismo ahorrador que hace que todo lo que comamos lo transformemos en grasa y con tanto consumo de hidratos se activa la insulina y esos depósitos de grasa no se queman. Se genera como un bloqueo y aunque vayamos al gimnasio, cuesta mucho eliminarla. Va lloviendo sobre mojado, se va acumulando grasa y más grasa, y al final estamos en una sociedad obesogénica".

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Foto: iStock.

Ya en 2012, 'American Journal of Preventive Medicine' publicó un estudio de las doctoras Marion Nestle y Lisa R. Young en el que alertaban sobre lo que comemos en los restaurantes. En su caso se centraron en la población estadounidense, pero sus conclusiones son de lo más interesantes. En el trabajo aclaran que el peso corporal es el resultado del equilibrio existente entre la cantidad de calorías que consumimos y la cantidad que gastamos.

Y el aumento de la obesidad (si bien es cierto que hablamos de una enfermedad multicausal y compleja) corre paralelo al incremento que durante los últimos años han realizado las principales cadenas de comida rápida de las raciones de sus comidas. Por ejemplo, según señala este trabajo, McDonald´s y Burger King han añadido a sus cartas hamburguesas de 850 calorías y de 1.000 calorías, respectivamente; y las compañías de refrescos tienden a no vender sus envases más pequeños por unidades. A la vez, según descubrieron las doctoras, los jóvenes, principales consumidores de estos productos, tienen la percepción de estar tomando alimentos mucho menos calóricos de lo que en realidad son.

"Los alimentos muy calóricos los consumen en mayor medida las personas con rentas más bajas"


¿Qué hacer al respecto? Las doctoras Nestle y Young apuntaban (y siguen haciéndolo a día de hoy) la necesidad, entre otras medidas, de hacer campañas de salud pública que ofrezcan este tipo de información al consumidor, de fomentar la venta (incentivando el precio) de las raciones y bebidas de menor tamaño y de que la política entre en este tema, nunca mejor dicho, hasta la cocina.

Amil López ahonda en esta idea, señalando que "este tipo de alimentos muy calóricos los consumen en mayor medida personas con rentas bajas. Al final si se abaratan los alimentos sanos (o si a los productos menos sanos se les quitan efectos perjudiciales reduciendo las cantidades de azúcar, de sal y/o de grasas), estás haciendo una inversión en la salud pública de la población. Porque es más fácil tomar esas medidas que intentar cambiar todo el patrón de consumo alimentario de una sociedad".

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Por nuestra parte, como clientes, ¿qué podemos hacer para no excedernos más de la cuenta si comemos habitualmente en restaurantes? La doctora López Viéitez recomienda "evitar salsas o preparaciones culinarias que estén muy enriquecidas con mantequilla, con nata, con bechamel... Preparaciones que son más de fiesta, no para diario. Sí conviene que vayamos hacia preparaciones vegetales, productos de temporada que siempre van a tener mejor perfil nutricional. Recurramos a las legumbres, que parecen poco glamourosas, pero tienen fibra y proteína y un montón de beneficios. E intentemos pedir siempre de postre fruta".

Un consejo más a tener en cuenta, la saciedad. Como señala la doctora, "muchas veces llegamos a un restaurante y nos lanzamos a los platos más copiosos, porque nos hemos saltado el tentempié de media mañana y tenemos mucho apetito. Entonces elegimos arroces, pastas... Alimentos muy contundentes, porque nos da la sensación de que nos van a llenar más". Si comemos o cenamos fuera de casa, es más válida que en ningún otro caso la recomendación de hacer cinco o seis comidas al día ligeras y no tres muy abundantes.

Decía George Bernard Shaw que no hay amor más sincero que el que sentimos por la comida. Lo malo de esta bonita afirmación es que ya se sabe que el amor a veces no tiene medida y así es fácil que se desboque.

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