El sorprendente liderazgo de Dinamarca en la industria de los insectos comestibles
El crecimiento de la población mundial no solo obligará con probabilidad a usarlos como alimento, sino a criarlos de forma sostenible... o se podrían agotar también
Dinamarca ha puesto una marcha más en el desarrollo de la que a menudo se describe como la industria alimentaria del futuro, la de los insectos comestibles. El país escandinavo, a pesar de sus pequeñas dimensiones, está liderando el sector en cuanto a investigación e innovación, a la vez que está viendo nacer prometedores proyectos de producción de insectos a gran escala. A nivel industrial, otros países europeos le llevan años de ventaja, como es el caso de los Países Bajos y Francia, pero Dinamarca se ha puesto las pilas, gracias al impulso tanto privado como público para avanzar hacia una alimentación más sostenible.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), las tendencias de cara a 2050 predicen que la población mundial crecerá hasta alcanzar los 9.000 millones de personas, lo que obliga a un aumento en la producción de alimentos y lo que resulta en una presión aún mayor sobre el medio ambiente. Ante este panorama, la FAO lleva años predicando las bondades de los insectos comestibles, que contienen proteínas, vitaminas y aminoácidos de alta calidad para los seres humanos.
Los grillos necesitan seis veces menos alimento que una vaca para producir la mismas proteínas
Además, los insectos tienen una alta tasa de conversión de alimentos; por ejemplo, los grillos necesitan seis veces menos alimento que el ganado vacuno, cuatro veces menos que las ovejas y dos veces menos que los cerdos y los pollos para producir la misma cantidad de proteínas. Además, emiten menos gases de efecto invernadero y amoníaco que el ganado convencional.
Granjas de larvas
La solución para no poner en peligro las poblaciones de insectos silvestres está en la cría de insectos como ‘miniganadería’. En Dinamarca, país con una de las industrias porcinas más potentes de Europa -hay el doble de cerdos que de personas-, algunos emprendedores están reconvirtiendo antiguas granjas tradicionales en innovadoras granjas de insectos. Es el caso de Dorte Svenstrup, propietaria de Heimdal Entofarm, que tras heredar las 270 hectáreas de la granja de cerdos de su familia, decidió dar un giro al negocio y apostar por la producción del gusano de la harina, convirtiéndose en la primera granja de insectos del país escandinavo.
También lo han hecho los impulsores de Enorm Biofactory. Se trata de una ‘spin-off’ de Enorm, una empresa danesa que se dedica a vender snacks elaborados a base de insectos, que importan de una empresa productora de los Países Bajos. El fundador y principal propietario de Enorm, Carsten Lind Pedersen, tiene experiencia como productor de cerdos y fabricante de premezclas para nutrición del ganado.
Dinamarca concedió una financiación de 2,1 millones a Enorm Biofactory para criar moscas
Ahora, con la creación de Enorm Biofactory, está a punto de poner en marcha su propia granja de insectos, en este caso de la larva de la mosca soldado negra, en una antigua explotación de pollos. Jane Lind Sam, copropietaria y cofundadora de la compañía, explica a El Confidencial que Enorm Biofactory será “la primera empresa de producción de insectos a escala industrial de Dinamarca”. Empezará produciendo 1,5 toneladas de larvas al día para aumentarlas a 30 toneladas en 2021 y con el objetivo de alcanzar las 100 toneladas diarias a medio plazo. “Los días en los que somos más optimistas decimos que lo conseguiremos en 2023”, afirma, y añade que, a mucho tardar, lo lograrán en siete años.
Snacks y piensos
En noviembre del año pasado, el Ministerio de Medioambiente y Alimentación de Dinamarca concedió una financiación de 2,1 millones de euros para el proyecto de Enorm Biofactory, en el que también colaboran otros cinco participantes: los centros de investigación DTU Aqua y el Instituto Tecnológico de Dinamarca, el productor de pienso para piscifactoría Aller Aqua, la ingeniera Hanneman Engineering y el productor de fertilizantes Champost.
El principal negocio de Enorm Biofactory será la producción de la larva de la mosca soldado negra para utilizarla para fabricar pienso, aunque el objetivo es que acabe creciendo el uso de insectos como comida para humanos. “Hace falta madurar mucho más el mercado, hay que cambiar la concepción de los consumidores, aún muy reacios a comer insectos, y también es importante conseguir una producción de escala industrial para poder bajar los precios”, explica Jane Lind Sam.
En estos momentos, Enorm vende sus snacks hechos con insectos a unos 250 supermercados y tiendas de alimentación de Dinamarca. “La gente que los compra lo hace para probar cosas nuevas, para retar a otras personas, pero no es un producto que se compre habitualmente”, afirma, aunque se muestra convencida de que es cuestión de tiempo para que los insectos sean un ingrediente más.
Los grillos son los que tienen más posibilidades de ser integrados en la comida por su sabor umami
Así lo cree también Jakob Rukov, biólogo y emprendedor, que en 2016 fundó Bugging Denmark con la intención de crear “la única granja de insectos urbana de Dinamarca”, ubicada en Copenhague, dedicada a la producción de grillos exclusivamente para el consumo humano. Hasta ahora ha criado insectos en pocas cantidades, pero está a punto de trasladarse para hacer crecer la producción en un proyecto junto con la Universidad de Copenhague y también financiado por el Ministerio de Medioambiente y Alimentación.
“Los grillos son los insectos que tienen más posibilidades de ser integrados en la comida para humanos”, asegura, aunque es consciente que la barrera cultural hace difícil que las personas del mundo occidental accedan a comerse los insectos enteros, por lo que la mejor forma de integrarlos en la alimentación humana es usándolos como un ingrediente más. Es lo que hace la empresa Syngja, también creada por Rukov, que comercializa zumos orgánicos que contienen grillos como fuente de proteínas y vitaminas. “Yo uso grillos prácticamente cada día en mis comidas. Me encanta el sabor umami que aportan”, explica, haciendo referencia al que se conoce como el quinto sabor que puede percibir la lengua humana, además del dulce, ácido, salado y amargo.
Pioneros en Europa
“Dinamarca será el país pionero en la producción sostenible de insectos industriales para alimentos y piensos”. Este es el objetivo de un proyecto de investigación y desarrollo denominado InValuable (Insect Value Chain in a Circular Bioeconomy), el mayor proyecto de I+D de Europa sobre insectos comestibles, según asegura a El Confidencial Lars-Henrik Lau Heckman, investigador en el Instituto Tecnológico de Dinamarca, el centro de investigación que lidera el proyecto. InValuable cuenta con un presupuesto de unos 3,7 millones de euros -de los cuales 2,5 proceden de un fondo público para financiar proyectos innovadores- y tiene la meta de establecer una producción industrial de insectos que acabe generando una facturación de entre 200 y 300 millones de coronas danesas (entre 27 y 40 millones de euros) y unos 200 puestos de trabajo.
Según Lau Heckman, los tres principales retos actuales alrededor de los insectos comestibles son la necesidad de una producción industrial, conseguir una legislación a nivel europeo que se adapte a las características de los insectos y la aceptación de los consumidores, y se muestra convencido de que Dinamarca liderará en, al menos, los dos últimos aspectos, así como en la creación de conocimiento y soluciones innovadoras.
Dinamarca ha puesto una marcha más en el desarrollo de la que a menudo se describe como la industria alimentaria del futuro, la de los insectos comestibles. El país escandinavo, a pesar de sus pequeñas dimensiones, está liderando el sector en cuanto a investigación e innovación, a la vez que está viendo nacer prometedores proyectos de producción de insectos a gran escala. A nivel industrial, otros países europeos le llevan años de ventaja, como es el caso de los Países Bajos y Francia, pero Dinamarca se ha puesto las pilas, gracias al impulso tanto privado como público para avanzar hacia una alimentación más sostenible.