Las novedades cerveceras llegan justo para San Patricio

Libró a la isla de Irlanda de ofidios silvestres. Dicho de otro modo: expulsó a las serpientes. San Patricio, el patrón de Irlanda, tuvo una vida de lo más interesante a la vez que traumática. Esto no es de extrañar para cualquier personaje de nombre conocido que viviese en el siglo V después de Cristo. Fue capturado y esclavizado por piratas, o eso se cuenta. Explicó la Santísima Trinidad gracias al trébol y evangelizó a la atlántica isla. Tras todas esas proezas, resulta un poco extraño vincular el nombre de un santo a una conducta tan inconsciente como el consumo de litros y litros de cerveza y comida de color verde.

Cierto es que todo esto no es culpa exclusiva de los irlandeses. Ellos viven ahí, en su isla, con sus tradiciones milenarias. Estas se han visto pervertidas. ¿Dónde? Pues en Estados Unidos, claro está. Cabalgatas, desmadre, teñir los ríos (la imagen del río Chicago verde es impresionante) y tener que aguantar a cientos de personas carentes del más mínimo autocontrol haciendo la vida al resto un poquito más difícil. En España, aunque es una tradición extraordinariamente reciente (solo se empezó a celebrar a finales del siglo XX), ha calado, sobre todo entre los más jóvenes que, aunque tengan que ir al trabajo o a clase al día siguiente, no desaprovechan la oportunidad que ofrece un día de fiesta cervecil.

Pero lo mejor es que es un día para celebrar las tradiciones irlandesas, que son tocar el arpa (muy pocos estamos capacitados para eso), perder cosechas enteras de patatas (y sumir a la población en una enorme hambruna) debido a la poca diversidad de cultivares o fabricar -y beber- cerveza. Esta última opción es la más interesante sin lugar a dudas. Los empresarios, tanto españoles como internacionales, aprovechan esta fecha para presentarnos sus propuestas cerveceras 'especiales', no la simple caña de todos los domingos.

Este año ha sido especialmente prolífico en este aspecto. Estrella Galicia, Guinness, El Águila (sí, ha vuelto, quién lo iba a decir) son algunos de los ejemplos de lo que el 2019 nos depara en el entorno de la fusión del lúpulo, la levadura y la cebada.

Colaboraciones internacionales

En los últimos años, Estrella Galicia se ha convertido en una de las marcas de cerveza más apreciadas en nuestro país. Podemos achacarlo al sabor, a una buena estrategia de marketing o incluso a que siempre se sirve helada (como debe ser). También ha ayudado el pequeño taller en el que han creado 'ediciones especiales': cerveza de percebes (que sí sabe a percebe, está en manos de cada cual determinar si eso es algo bueno o malo), pimientos de Padrón -con un toque picante y muy rica-, castañas -con un raro gusto a ¿café?- y la de calabaza y vainilla -que prácticamente sabe a canela, muy suave y especial-. Ahora, en una colaboración con la cervecera irlandesa O'hara's, han creado Galician Irish Red La Pelirroja. Es una cerveza de alta fermentación, que alcanza los cinco grados alcohólicos, y cuyo color es más anaranjado del habitual (por algo es La Pelirroja). No tiene un sabor tan extraño como las anteriores creaciones de la sección de I+D de la empresa Coruñesa, pero sí es más fuerte. Cervecería celta en toda regla.

Modernez suma

Guinness, la marca irlandesa por antonomasia, está apostando por el sector cervecero español. Su nueva creación, muy alejada de la típica cerveza negra que ya conocemos y que se sirve en todo local 'irlandés' que se precie. Han dejado de lado su clásica stout nitrogenada para dar lugar, de la mano del maestro cervecero Luis Ortega, a una indian pale ale, nitrogenada, como es habitual en la marca: la Guinness Nitro IPA.

Pero vamos por partes, ¿qué demonios es una indian pale ale (IPA)? Es una ale -cervezas de alta fermentación- modificada para afrontar un problema muy grave: durante el apogeo del Imperio británico, llevar cerveza desde las Islas Británicas a la India provocaba irremediablemente que esta se agriase y se convirtiene, simple y llanamente, en imbebible (y eso teniendo en cuenta que en aquella época bebían lo que fuera que tuviese una pizca de alcohol). La solución llegó de la mano del maestro cervecero George Hodgson. Se le ocurrió que "si los microbios detestan el alcohol y el lúpulo retrasa las reacciones químicas que aumentan la acidez de la cerveza, si pongo mucho más de ambas cosas, a lo mejor llega en perfecto estado el otro lado del mundo". En efecto, el señor Hodgson tenía razón. El resultado fue una cerveza extraordinariamente alcohólica (su graduación ronda entre los 6,5º y los 8,3º), amarga y, simultáneamente, de un característico aroma floral.

Volviendo a la creación de Luis Ortega para Guinness, el añadido (y por tanto la innovación) que han hecho se basa en nitrogenar la cerveza. Normalmente todas las burbujas que notamos se basan el el CO2 disuelto en el líquido, que al dejar de estar a presión vuelven a aparecer. Al usar nitrógeno en vez de CO2, consiguen que las cervezas dejen de tener tanta cantidad de dióxido de carbono (que se produce naturalmente durante el proceso de fermentación) y que las burbujas sean mucho más finas, creando esa espuma densa y esa maravillosa imagen de 'cascada' justo después de servirla.

El hijo pródigo

El Águila ha vuelto. No está muy claro si por petición popular o por oportunidad de negocio, pero aquella cerveza que se disputaba con Mahou el título de 'elixir madrileño' está aquí de nuevo. Desde su creación en el céntrico barrio de la Arganzuela en 1900 fue el Atleti de las cervezas capitalinas, menos famosa que la competencia, pero con más corazón. Su característica marca fue modificada sin perdón por sus propietarios hasta convertirse solo en Amstel, que nunca tuvo (y sigue sin tener) fans. Ahora, con el regreso de la 'rapaz cervecera de la capital', todos podemos mirar a las terrazas de los bares con un poco más de ganas de una caña.