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La crisis de las abejas empeora. ¿Tendremos para comer mañana?
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La crisis de las abejas empeora. ¿Tendremos para comer mañana?

Su población no hace más que disminuir y eso supone un gran problema para todos nosotros. Multitud de cultivos dependen directamente de estos pequeños insectos. Ellos nos necesitan tanto como nosotros a ellos

Foto: Foto: Unsplash/@borisworkshop.
Foto: Unsplash/@borisworkshop.

No hace falta que te gusten, o que te parezcan 'simpáticas' o 'monas'; da igual que te den asco o miedo, o que seas alérgico a su picadura. Sin estos insectos no estarías aquí. Esto es aplicable a prácticamente la totalidad de los habitantes de lo que el astrónomo estadounidense Carl Sagan describió en 1994 como el 'pale blue dot', la Tierra, el único hogar que hemos conocido.

Se nos repite por activa y por pasiva que nos estamos cargando el planeta por muy diversas causas: fracking, calentamiento global, deforestación, contaminación de los océanos, extinción de especies... La lista es prácticamente eterna y, aunque todos nosotros podemos poner nuestro pequeño granito de arena para remediarlo, las grandes empresas y estados son los que tienen la capacidad de cambiar de verdad las cosas (y por tanto la responsabilidad).

"Hemos descubierto que muchos tipos de cosechas están completamente limitadas por el factor de la polinización de las abejas"

Pero en todos esos escenarios apocalípticos, el plazo para que estos amenacen directamente nuestras vidas está muy alejado en el tiempo o es realmente indeterminado. Un ejemplo es el aumento del nivel del mar. Gracias a su trabajo que duró más de una década, el satélite de la NASA (junto con la agencia espacial francesa) TOPEX/Poseidon monitorizó a finales del siglo XX la evolución de los niveles del mar. De sus datos, junto con los de la iniciativa ARGO, sabemos que entre 1993 y 2017 el nivel del mar de las costas españolas ha aumentado 77 milímetros. Se considera que cuando esta cifra llegue a los 2 metros una gran cantidad de la población española estará en riesgo. Esto supone que hasta el año 2643 estaremos más o menos seguros en este sentido. Un problema del 'futuro' que hace que no se tomen medidas inmediatas.

Pero con las abejas nos enfrentamos a un problema mucho mayor e inmediato: la falta de comida. Este insecto es el mayor polinizador del mundo. De flor en flor se ocupa de transportar material genético entre plantas, permitiendo que estas se reproduzcan. Pero la reducción de su población es escandalosa. Según la Bee Informed Partnership, dependiente de la Universidad de Maryland, entre el 1 de octubre del 2018 y el 1 de abril de 2019 hubo una reducción del 37,7% de la población de abejas en Estados Unidos. Una auténtica barbaridad.

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Foto: Unsplash/@carolienvanoijen.

Por otra parte, un nuevo estudio publicado por investigadores de la Rutgers University ha valorado las posibles repercusiones que este descenso de la población de abejas puede tener en la alimentación del ser humano: "Hemos descubierto que muchos tipos de cosechas están completamente limitadas por el factor de la polinización de las abejas, lo que significa que si la polinización de las flores fuera mayor, la producción de alimentos aumentaría", explica una de las autoras principales, la investigadora Rachael Winfree. Y continúa: "Controlar y gestionar los hábitats de las abejas originales de una región y/o aumentar el número de colmenas artificiales de abejas melíferas podría incrementar la cantidad de comida cosechada".

Su ausencia, como aseguran los investigadores, podría tener una gran repercusión en el futuro: "Nuestros hallazgos demuestran que un descenso de la población de las especies polinizadoras se traduciría directamente en una reducción de la cosecha para todos y cada uno de los cultivos estudiados".

Pero el problema es que las abejas no se están muriendo solo por causas desconocidas, sino también por culpa de la mano del hombre. Que a un agricultor una plaga de langostas (o de cualquier otro tipo de insecto) le eche a perder una cosecha implica un descenso tremendo (en ocasiones completo) de sus ingresos. Es algo que no se pueden permitir. Es por esto que la utilización de insecticidas está tan popularizada alrededor del mundo. ¿La pega? Que las abejas también son insectos. Muchas compañías químicas productoras de estos compuestos investigan fórmulas que no afecten a estos polinizadores naturales.

Foto: Foto: Unsplash/@at8eqeq3.

De hecho, la Autoridad Europea para la Seguridad Alimentaria (EFSA), a petición de la Comisión Europea, acaba de publicar un informe dedicado única y exclusivamente a valorar las tasas de mortalidad en tres tipos diferentes de colonias de abejas (melíferas, bombus -conocidas popularmente como abejorros- y abejas solitarias) a causa de los pesticidas.

La petición de la Comisión Europea tiene el objetivo de disponer de datos y contexto para poder elaborar legislación informada sobre el uso de estos productos químicos y también para proponer medidas que disminuyan las tasas de mortalidad de las especies más amenazadas. Dicho de otro modo: tanto la Unión Europea en general como la EFSA en particular tienen claro que nuestra alimentación y la existencia de cientos de cultivos (en el estudio de la Rutgers University se especificaba que los más afectados eran las manzanas, los arándanos, las sandías, las almendras, las cerezas y las calabazas) dependen directamente de la existencia y bienestar de estos insectos. Dependen de nosotros tanto como nosotros de ellas.

No hace falta que te gusten, o que te parezcan 'simpáticas' o 'monas'; da igual que te den asco o miedo, o que seas alérgico a su picadura. Sin estos insectos no estarías aquí. Esto es aplicable a prácticamente la totalidad de los habitantes de lo que el astrónomo estadounidense Carl Sagan describió en 1994 como el 'pale blue dot', la Tierra, el único hogar que hemos conocido.

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