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La 'conspiración' de los aditivos que salvó a millones de personas
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La 'conspiración' de los aditivos que salvó a millones de personas

En 1924 se puso a disposición de los ciudadanos estadounidenses la sal yodada. ¿El resultado? Aumentos de hasta 15 puntos del coeficiente intelectual. En España no es obligatoria y tenemos un auténtico problema

Foto: Foto: Unsplash/@wjtuinstra.
Foto: Unsplash/@wjtuinstra.

Que si la construcción de las pirámides, aterrizajes falsos en la Luna, microchips en las vacunas del covid-19, abducciones extraterrestres, atentados de falsa bandera, hombres lagarto dominando el mundo... No son pocas las teorías conspiratorias que algunos creen. Todas comparten ciertos puntos en común: el Gobierno nos oculta algo y pretende controlarnos, en secreto, claro (como si el DNI y Hacienda no fueran suficiente control). Estas teorías también comparten el hecho de ser considerablemente inverosímiles. Pero... ¿y si un Gobierno hubiese impuesto un aditivo obligatorio con un profundo efecto en nuestra biología de forma completamente autoritaria? Eso es lo que ocurrió en el año 1922 en Suiza: se forzó a que toda la sal consumida en el país incluyera yoduro o yodato potásico, sí o sí.

Por sospechoso que pudiera parecer, el objetivo de esta medida no era 'lavar el cerebro' o controlar a la población, sino salvarla. En Europa, el consumo de yodo es muy inferior al que necesitamos. En otros países con alimentaciones muy diferentes a la nuestra, como Japón, esto no resulta ser un problema dado que comen algas muy a menudo. El yodo en la naturaleza se encuentra principalmente en el mar y en sus productos. Por poner un ejemplo, según un estudio publicado por los investigadores Theodore T. Zava y David T. Zava, del ZRT Laboratory, en Estados Unidos, un único gramo de alga kombu contiene 2.353 microgramos de yodo, un 1.568% de la CDR. Pero... ¿cuántos de nosotros nos tomamos una vez a la semana una sopa hecha con kombu? Pues eso.

"En Europa, tan solo el 27% de los hogares tiene acceso a sal yodada, dejando a unos 350 millones de ciudadanos expuestos"

En un informe publicado por la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) se especifica que solo Suiza, Austria, Holanda y el Reino Unido (aunque este último país descubrió una insuficiencia endémica de este elemento en las dietas de las mujeres jóvenes o embarazadas en un estudio posterior) tienen consumos adecuados de yodo. Pero entre los que se quedan más que cortos se encuentran Bélgica, Dinamarca, Alemania, Francia, Grecia, Hungría y España. Esto es coherente con los datos ofrecidos por la encuesta ENIDE, elaborada por el Ministerio de Sanidad y la Agencia Española de Consumo, Seguridad Alimentaria y Nutrición (AECOSAN), que evalúa la calidad nutricional de la dieta de los españoles: "El déficit de yodo se considera un problema sanitario grave en nuestro país, especialmente en mujeres en edad fértil". Según este informe, dependiendo del género y la edad de la población, el porcentaje con deficiencia de yodo oscila entre el 21% y el 34%.

Sí, a los españoles nos falta yodo. Este elemento es fundamental para el correcto funcionamiento de nuestra glándula tiroides, una de las más importantes de nuestro organismo. Su deficiencia produce una enfermedad llamada bocio (aunque no es su única causa), que consiste en un crecimiento descontrolado de la glándula. Las hormonas tiroideas, que controlan en gran medida nuestro metabolismo, se basan en el yodo, con lo que su deficiencia también afecta al resto de reacciones químicas que tienen lugar en nuestro organismo.

Como explicábamos más arriba, Suiza fue el primer país del mundo que forzó a sus ciudadanos a tomar todo el yodo que sus cuerpos necesitaban. Por esto, según el informe de la EFSA, "el nivel nutricional de yodo en la dieta de la población suiza es óptimo". Muchos países se unieron a las políticas suizas, entre los que destacan Suecia, Austria o Argentina (que aprobó la ley que lo regulaba en el año 1967). Toda la sal de mesa que se consume en esos países contiene yodo. En cambio, otros países (entre los que se encuentra España) han dejado la responsabilidad del consumo adecuado de este mineral al propio consumidor. En nuestro país no es obligatorio que toda la sal lo incluya (aunque sí es obligatorio que lo contenga si se anuncia como sal yodada. Así lo denunció FACUA en 2014).

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Foto: Unsplash/@emsmith.

Los beneficios del enriquecimiento con yoduro o yodato de potasio no son una teoría pobre. El ejemplo más documentado sobre sus efectos en la población es el de las regiones del Norte de Estados Unidos, en concreto, los estados que lindan con los tres lagos (Wisconsin, Illinois, Indiana, Míchigan y Ohio) y los del Pacífico Noroeste (Washington y Oregón). En 1924 se puso a la disposición del consumidor sal de mesa yodada en el estado de Míchigan y en otoño del mismo año pasó a estar disponible para la mayor parte de la población del país.

En un estudio del año 2017, los investigadores James Feyrer, Dimitra Politi y David Weil, de la Universidad de Brown, descubrieron que la introducción de la sal yodada en 1924 aumentó el coeficiente intelectual de un cuarto de la población que mayor deficiencia de este mineral presentaba. Esto, como señalan los investigadores, podría ser una de las causas del 'efecto Flynn', por el que desde los años 20 hasta ahora el coeficiente intelectual medio de gran parte de la población mundial no ha parado de aumentar entre 2 y 3 puntos por década. De hecho, el estudio de David Weil y sus colegas concluyó que la sal yodada era la responsable de un aumento de 15 puntos del coeficiente intelectual de la población de zonas donde la deficiencia de este elemento estaba más extendida. Otro estudio, publicado en mayo de este año y elaborado por investigadores de la Universidad de Míchigan, concluyó que el consumo de sal yodada fue el responsable de un aumento del 11% de los ingresos per cápita de la población estadounidense y una disminución del 0,9 en la tasa de desempleo: "Estas repercusiones fueron consecuencia de los cambios en las trayectorias profesionales de las mujeres jóvenes. Tanto hombres como mujeres tenían ingresos más altos gracias al yodo".

¿Y ahora qué?

"El ser humano aprende de sus errores". Por popular que sea esta frase, no es cierta. Debería ser algo así: "De vez en cuando, el ser humano puede aprender de sus errores, pero en ocasiones decide seguir haciendo exactamente lo mismo". En España seguimos teniendo un problema con el yodo, principalmente las mujeres jóvenes y/o embarazadas. Es un riesgo de salud pública. Lo curioso es que la solución está ahí. El sabor de la sal yodada no difiere del de la original, es beneficiosa, no tiene efectos secundarios ni riesgos (salvo para unas pocas personas con determinadas enfermedades tiroideas). No hay razón para que todos y cada uno de nosotros no tengamos en nuestro organismo todo el yodo que necesitamos, pero no se hace nada.

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Henry Völzke, profesor de la Universidad de Greifswald, es coordinador del proyecto EUTYROID. El principal objetivo de esta organización es promover la legislación europea en lo que a sal yodada se refiere. Como indican desde la propia entidad, "en este momento, en Europa, no existe una estrategia común para asegurar la correcta ingesta de yodo por parte de los ciudadanos de la Unión". De hecho, el propio profesor Völzke afirma que "en Europa, tan solo el 27% de los hogares tiene acceso a sal yodada, dejando a unos 350 millones de ciudadanos expuestos a la deficiencia de este mineral y sus consecuencias". Según el profesor, legislar es lo más importante: "Las políticas de fortificación con yodo voluntarias no están funcionando y la industria recibe mensajes contradictorios. Necesitamos unos niveles controlados de yodo en toda la sal (la de mesa, la de la industria alimentaria y la de la industria ganadera). Sin restricciones. Necesitamos legislación".

Que si la construcción de las pirámides, aterrizajes falsos en la Luna, microchips en las vacunas del covid-19, abducciones extraterrestres, atentados de falsa bandera, hombres lagarto dominando el mundo... No son pocas las teorías conspiratorias que algunos creen. Todas comparten ciertos puntos en común: el Gobierno nos oculta algo y pretende controlarnos, en secreto, claro (como si el DNI y Hacienda no fueran suficiente control). Estas teorías también comparten el hecho de ser considerablemente inverosímiles. Pero... ¿y si un Gobierno hubiese impuesto un aditivo obligatorio con un profundo efecto en nuestra biología de forma completamente autoritaria? Eso es lo que ocurrió en el año 1922 en Suiza: se forzó a que toda la sal consumida en el país incluyera yoduro o yodato potásico, sí o sí.

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