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Slow shopping: un consumo en el que prestamos atención al producto
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Slow shopping: un consumo en el que prestamos atención al producto

Una nueva manera de comprar donde nos preocupemos por conocer el alimento, su origen e incluso cómo huele. Recuperar un placer que las prisas nos han arrebatado

Foto: Comprando con tiempo y dedicación. (iStock)
Comprando con tiempo y dedicación. (iStock)

Llegar a la tienda o al supermercado y prestar atención a todo lo que compramos. Detenernos a observar, comparar y, por supuesto, leer las posibles etiquetas, el origen del producto o cómo se ha elaborado. En definitiva, indagar acerca de lo que constituye nuestro sustento y tomarnos la molestia de conocerlo. Eso es, a grandes rasgos, lo que nos propone el slow shopping o compra lenta. Así, comprar menos pero mejor también resume a la perfección la filosofía de esta nueva manera de entender nuestra relación con la comida. Aunque si lo pensamos bien, no es tan nuevo, sino más bien bastante viejo, pero lo hemos rescatado de un cajón donde sin duda estaba cogiendo polvo, pues este término anglosajón ha venido a rebautizar un concepto de sobra conocido por nuestras abuelas.

Por todos es conocido que el adjetivo 'lento' se está empezando a aplicar a todo aquello vinculado con la sostenibilidad: slow fashion, slow cooking, slow life y ahora, cómo no, llega la lentitud a nuestra manera de relacionarnos con la comida.

“El slow shopping quiere cambiar las dinámicas de consumo, promoviendo y ofreciendo un conocimiento profundo del producto y restableciendo los ritmos desacelerados implícitos en la sostenibilidad”, explican al respecto en Slow Fashion Next.

En sintonía con lo que realmente compramos

Lo cierto es que muchos pequeños negocios están tratando de mantenerse a flote gracias a esta manera de entender nuestra relación con la comida, los productos y el consumo en general.

Una de ellas es Arrels, especializada en la venta de productos a granel y sin plástico en la ciudad de Alicante. Por lo tanto, si todavía no tenemos muy claro qué misterio encierra el slow shopping, podemos acudir a las declaraciones que hace la dueña de este negocio en un vídeo difundido a través de sus redes sociales en un intento bastante eficaz de fidelizar a su comunidad de seguidores: “Es una forma de consumo más consciente, más lenta, en la que se disfruta de las experiencia de la compra. Vivimos en un sistema en el que todo es rápido, deprisa y no prestas atención al producto que estás comprando. Pero con este método puedes centrarte en su origen, el olor, la textura… A otras cosas que cuando vas a un supermercado no prestas atención, pues vas directo a la oferta o al producto con el que que te están bombardeando en ese momento”.

placeholder Foto: iStock.
Foto: iStock.

Pero el slow shopping también destaca por el contacto directo de los vendedores de estas tiendas con sus clientes, con los que quieren mantener un trato más humano y diferenciado del que ofrecen las grandes superficies. Así, en la localidad barcelonesa de San Cugat, durante esta primavera se ha lanzado una campaña titulada ‘Slow Shopping’. En concreto, la campaña promovida por Sant Cugat Comerç, en favor de las tiendas locales, quiere difundir los valores de comprar en los comercios de la ciudad, con un nuevo concepto basado en la experiencia a la hora de realizar la compra.

"Vivimos en un sistema en el que todo es rápido y no prestas atención a lo que compras"

En el comercio de Igualada (Barcelona) también llevan años suscribiendo una iniciativa semejante. En concreto, el Igualada Slow Shopping es una actividad organizada por el servicio de Comercio del Ayuntamiento de la ciudad en colaboración con las asociaciones de comerciantes locales.

La cuna de lo lento se sitúa en Italia

Pero ¿cuál ha sido el germen de esta reivindicación de lo lento? Pues, al parecer, todo empezó en Italia con el movimiento Slow Food. Esta iniciativa se emprendió en los años 80 por Carlo Petrini y por un grupo de activistas que pretendían “defender las tradiciones regionales, la buena alimentación, el placer gastronómico, así como un ritmo de vida lento”.

Desde entonces no ha parado de crecer con organizaciones Slow Food que proliferan en numerosos países del ámbito europeo como los Países Bajos o el Reino Unido e incluso otros mucho más remotos como Japón o EEUU.

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Foto: iStock.

Incluso están dedicando especial atención a los productos del mar pues la consciencia y la sostenibilidad de la pesca resulta crucial. “Slow Food ha estado trabajando en el campo de la pesca sostenible durante muchos años, creando conciencia entre los amantes de los mariscos a través de la feria bienal Slow Fish en Génova y desarrollando proyectos para apoyar a las comunidades pesqueras artesanales responsables. Los miembros de nuestra red organizan iniciativas locales en todo el mundo”, exponen en la web del organismo.

Sus defensores lo tienen muy claro: "Al comer en un estilo 'lento' y elegir pescado bueno, limpio y justo, todos podemos permitirnos disfrutar de los placeres de la mesa y al mismo tiempo empujar al mercado hacia una gestión responsable de los recursos de mariscos".

Llegar a la tienda o al supermercado y prestar atención a todo lo que compramos. Detenernos a observar, comparar y, por supuesto, leer las posibles etiquetas, el origen del producto o cómo se ha elaborado. En definitiva, indagar acerca de lo que constituye nuestro sustento y tomarnos la molestia de conocerlo. Eso es, a grandes rasgos, lo que nos propone el slow shopping o compra lenta. Así, comprar menos pero mejor también resume a la perfección la filosofía de esta nueva manera de entender nuestra relación con la comida. Aunque si lo pensamos bien, no es tan nuevo, sino más bien bastante viejo, pero lo hemos rescatado de un cajón donde sin duda estaba cogiendo polvo, pues este término anglosajón ha venido a rebautizar un concepto de sobra conocido por nuestras abuelas.

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