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La carne de caballo: ¿es buena o mala para la salud?
  1. Consumo
NO ES UN PROBLEMA DE SEGURIDAD ALIMENTARIA

La carne de caballo: ¿es buena o mala para la salud?

Es perfecta para aquellas personas con colesterol o sobrepeso, aunque primero debemos superar nuestras reticencias a comer un animal que es todo nobleza en nuestro país

Foto: Foto: iStock.
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En 2013, saltaron todas las alarmas al detectar carne de caballo en algunos productos cárnicos. La Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) fue el organismo que destapó el fraude alimentario. Las albóndigas de Ikea, el relleno de los tortellini de carne de Buitoni (Nestlé), ciertas marcas de hamburguesas... Esto provocó que muchos consumidores creyeran que dicha carne comportaba un riesgo para la salud. Sin embargo, el motivo de la indignación se debía al mal etiquetado y a la poca vigilancia de una industria que, al parecer, trataba de hacer pasar por carne de vacuno algo que evidentemente no lo era, al menos al 100%. Es decir, la carne de caballo no comportaba "un problema de seguridad alimentaria, sino que estábamos ante un engaño al consumidor".

“Evidentemente, la carne de caballo es apta para el consumo y es habitual consumirla en multitud de países, aunque también es cierto que se cuentan por miles los consumidores que muestran recelos a comer caballo, porque lo que consideran un animal doméstico, equiparable para muchos a una mascota, como un perro o un gato”, añade la OCU al respecto.

En España, aunque no existe una gran tradición de comer carne de caballo por la nobleza del animal, es cierto que encontramos carnicerías especializadas en la venta de este producto, que llevan inmersas en el negocio desde hace décadas. Si la tuviéramos frente a nosotros, inmediatamente captaríamos las diferencias con respecto a la de vacuno o la de cerdo, pues la de equino llama la atención por su intenso color rojo, casi oscuro, y por una total ausencia de grasa. Pistas que pueden servirnos para identificarla en una carnicería o restaurante.

Ideal para los intolerantes a la proteína de vaca

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“Hay personas que tienen intolerancia a la proteína de vaca. Los médicos aconsejan esta opción porque es una carne que tiene mucho hierro. Una vez que se prueba esta carne, ya no puedes dejar de comerla; aparte de lo beneficiosa que es para el organismo, es que está riquísima. En nuestra carnicería somos especialistas en carne de potro”, explican desde el local Carnicería de Caballo, ubicado en Vallecas. Bajo esta premisa, vamos a ver rápidamente cuáles son los puntos fuertes de esta carne.

  • Su alto contenido en hierro hemo -el que mejor asimilamos- hace que incluso las mujeres embarazadas con anemia puedan incluirla en su dieta, siempre con moderación y bajo la supervisión de su médico. En este sentido, conviene que sepáis que sus niveles son similares e incluso más elevados que los que encontramos en la ternera.
  • La carne de caballo contiene alrededor de 2 gramos de grasa por cada porción de 100 gramos. Entre sus nutrientes también se encuentran las vitaminas B3, A, K y B9. Además de estas propiedades, la carne de caballo nos proporciona potasio, zinc, calcio, yodo o magnesio.

Su alto contenido en hierro hemo (el que mejor asimilamos) ayuda a combatir la anemia

  • Debido a la escasa presencia de grasas y calorías en su composición, es ideal para las personas que padecen colesterol o sobrepeso.
  • Y para rematar este argumentario nutricional, como hemos visto anteriormente, la carne de caballo tiene menos grasa que la de vacuno o la de cerdo y resulta tan ligera y digestiva como la de ave.

Sin embargo, no podemos hablar de unas características uniformes, pues el aporte nutricional puede variar en función de la edad del animal, la parte del cuerpo de donde procede la carne, el tipo de alimentación y el sistema de crianza del ganado.

¿Dónde está el problema?

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En definitiva, la carne de caballo no entraña problema alguno para nuestra salud, siempre y cuando los animales hayan sido criados y sacrificados conforme la legislación y cumplan los controles sanitarios. Es ahí donde estriba el problema. Cabe recordar el episodio acontecido durante el año 2017, cuando la Guardia Civil desmanteló una red ilegal de comercialización europea de carne de caballo sin control sanitario alguno. El jugoso negocio reportaba a esta mafia unos beneficios anuales de 20 millones de euros. Esta red adquiría caballos en malas condiciones, viejos o que simplemente no eran aptos para el consumo humano y los sacrificaban en dos mataderos concretos.

A día de hoy, México es el segundo país exportador de este tipo de carne. Sin embargo, la calidad de su producto genera controversias. En concreto, según un estudio solicitado en 2017 por la Humane Society International a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), gran parte de las muestras presentaban un alto contenido de clembuterol, un medicamento veterinario de prescripción común para caballos, pero que es muy perjudicial para los humanos.

Así, este producto puede comportar todo un rosario de perjuicios para la salud como arritmias, taquicardias, calambres, temblores, aumento de la transpiración, insomnio, hipertensión o espasmos musculares, entre otros. Por lo tanto, si queremos curarnos en salud, lo más aconsejable es comprar la carne de equino en establecimientos de prestigio y confianza.

En 2013, saltaron todas las alarmas al detectar carne de caballo en algunos productos cárnicos. La Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) fue el organismo que destapó el fraude alimentario. Las albóndigas de Ikea, el relleno de los tortellini de carne de Buitoni (Nestlé), ciertas marcas de hamburguesas... Esto provocó que muchos consumidores creyeran que dicha carne comportaba un riesgo para la salud. Sin embargo, el motivo de la indignación se debía al mal etiquetado y a la poca vigilancia de una industria que, al parecer, trataba de hacer pasar por carne de vacuno algo que evidentemente no lo era, al menos al 100%. Es decir, la carne de caballo no comportaba "un problema de seguridad alimentaria, sino que estábamos ante un engaño al consumidor".

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