El desarrollo ruso de girasol alto-oleico y la patente que registró Estados Unidos
En plena Guerra Fría, un científico ruso creó semillas de girasol casi tan ricas en ese ácido graso como el aceite de oliva. Pero en sus planes no estaba registrar la autoría. Como en las tramas de espías, un americano se adelantó
Estos tiempos convulsos que vivimos nos retrotraen a otros pasados, lejanos para los que los vivieron, prácticamente inéditos para los que ahora tienen menos de 40 años. Eran los años de la Guerra Fría, del cara a cara entre Estados Unidos y la URSS. Su feroz competencia alcanzaba todos los campos, aunque en Occidente, los ciudadanos de a pie nos quedábamos con las comparaciones en el medallero olímpico, el reconocimiento de la supremacía soviética en ajedrez y la fuga de los científicos rusos hacia países donde poder desarrollar su carrera (sobre todo Estados Unidos).
Entonces, como ahora, el aceite de girasol adquirió un valor estratégico, y aunque parezca extraño, la creación del girasol alto-oleico -ese que aparece destacado en los paquetes de galletas y panes industriales- tiene una curiosa historia en la que se entremezcla la genética, el comunismo y una leyenda. Vamos al grano.
El origen de la historia
En los años 70 del siglo pasado se consideraba que un aceite óptimo para la salud debía tener un elevado contenido en ácido oleico. Este es el caso del aceite de oliva, que contiene entre un 70-80% de este ácido graso, aunque la Norma Comercial para los Aceites de Oliva del Consejo Oleícola Internacional estipula que la concentración puede estar entre el 55-83%.
Parecía una buena idea modificar genéticamente semillas de oleaginosas para obtener aceites ricos en ácido oleico similares al de oliva
El aceite de oliva es uno de los más ricos en ácido oleico, y por detrás están los de colza, cacahuete o avellana, y mucho más atrás todavía el de girasol. Parecía una buena idea modificar genéticamente semillas de plantas oleaginosas para obtener aceites ricos en ácido oleico y, de esa forma, parecerse al de oliva, que ya por esa época empezaba a considerarse como uno de los más saludables.
El girasol pasó a ser una de las plantas candidatas para modificarla de cara a la producción de aceite rico en ácido oleico. El aceite de girasol contiene un 60% de ácido linoleico y un 25% de oleico.
El linoleico es un ácido graso esencial de la familia de los omega-6 que no puede ser sintetizado por los mamíferos. En cambio, las plantas, como el girasol, pueden producir ácido linoleico a partir de ácido oleico, gracias a la enzima ácido graso desaturasa (FAD-2).
Al modificar el gen que codifica para esa enzima, esta no se forma y, en consecuencia, no se genera ácido linoleico y se acumula el oleico, su precursor, en la semilla. Así, la planta produce un aceite rico en ácido oleico y tenemos un aceite de girasol similar al de oliva pero mucho más barato.
Investigación en la Unión Soviética
En aquellos años, el soviético Karm Ivanovich Soldatov trabajó intensamente en la mutación química de semillas de girasol para conseguir inactivar el gen de la FAD-2. Soldatov trataba las semillas con dimetilsulfato, las plantaba y dejaba que crecieran las plantas. Una vez florecidas, recogía las semillas, analizaba su contenido en ácido oleico y linoleico, y seleccionaba aquellas más abundantes en el primero. Después las cruzaba y repetía el proceso, logrando semillas cada vez más ricas en ácido oleico y más pobres en linoleico.
Siguiendo este procedimiento, a partir de semillas de girasol 8931, desarrolladas en el Instituto Pustovoit de Investigación de Cultivos Oleaginosos, en 1971 Soldatov consiguió una variedad de girasol alto oleico con un 60% de ácido oleico. Fruto de su incesante trabajo, dos años después, en 1973, el 70% de las plantas que cultivaba tenían más del 60% de ácido oleico y algunas alcanzaban el 80% y el 90%. Por sus estudios, el científico recibió el Premio Pustovoit (concedido por la Asociación Internacional del Girasol) en el año 2000.
Sin embargo, la variedad 8931 no tenía muy buenos rendimientos en el campo, así que Soldatov se pasó a la variedad Pervenets, con la que alcanzó el 79,3% de ácido oleico y se mantenía bien en sus descendientes.
Soldatov presentó estos resultados en el VII Congreso Internacional del Girasol, que tuvo lugar en Krasnodar (URSS) en 1976, pero nunca patentó sus investigaciones, quizá por las peculiaridades del sistema comunista respecto a las patentes. Se dice que Soldatov no tenía mucho interés en patentar las semillas de girasol alto-oleico y que, de hecho, las regaló a los asistentes de esa conferencia. Yo no he podido encontrar pruebas de esto, así es que será una leyenda… O no.
La patente en Estados Unidos
Por el contrario, el estadounidense Gerhardt N. Fick, de la empresa Seed America Inc., patentó por primera vez un girasol alto-oleico obtenido a partir de la variedad Pervenets en 1985 y el aceite de girasol alto-oleico en 1988. Este científico trabajó durante muchos años como genetista en el cultivo del girasol y recibió el Premio el Pustovoid en 2000. ¡El mismo año que Soldatov!
¿Plantó Fick una de las semillas de Soldatov en su campo de Minnesota y a partir de ahí pudo generar sus propios girasoles alto-oleico? No lo sé, pero es apasionante imaginarlo. Lo que sí está documentado es que obtuvo las semillas en 1980 procedentes de la antigua Yugoslavia, lo que da visos de verosimilitud a la leyenda.
La búsqueda de aceites tan saludables como el de oliva prosigue, pero ninguno puede igualarse al aceite de oliva virgen extra desde el punto de vista nutricional y organoléptico.
Javier S. Perona es científico titular del CSIC y trabaja en el Instituto de la Grasa, en el Departamento de Alimentación y Salud.
Es profesor asociado de la Universidad Pablo de Olavide, donde imparte clases de Educación Nutricional y métodos de Investigación en Nutrición.
Es autor del blog Malnutridos
Estos tiempos convulsos que vivimos nos retrotraen a otros pasados, lejanos para los que los vivieron, prácticamente inéditos para los que ahora tienen menos de 40 años. Eran los años de la Guerra Fría, del cara a cara entre Estados Unidos y la URSS. Su feroz competencia alcanzaba todos los campos, aunque en Occidente, los ciudadanos de a pie nos quedábamos con las comparaciones en el medallero olímpico, el reconocimiento de la supremacía soviética en ajedrez y la fuga de los científicos rusos hacia países donde poder desarrollar su carrera (sobre todo Estados Unidos).