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Los alimentos que no debes meter en la nevera
  1. Consumo
innecesario

Los alimentos que no debes meter en la nevera

Aunque es el electrodoméstico más importante de cada cocina, el que nos ha permitido reducir el desperdicio, en determinadas ocasiones lo utilizamos mal. Averigua cuándo

Foto: Esos tomates no deberían estar ahí. (iStock)
Esos tomates no deberían estar ahí. (iStock)

Los orígenes de este electrodoméstico se remontan al año 1755, en el que el químico escocés William Cullen diseñó un aparato completamente mecánico que, al accionar una bomba de vacío, era capaz de 'robar' calor de los alrededores, enfriando el interior de la cámara a la que iba acoplada. Desde entonces, el frigorífico se ha convertido en un electrodoméstico indispensable en las cocinas de todo el mundo.

Meterlo todo en la nevera según llegamos a casa con las bolsas del súper es lo más cómodo. No es extraño encontrarse conservas sin abrir en el frigo. El proceso es lógico: la nevera está fría y el frío reduce la velocidad de las reacciones químicas, lo que ralentiza el desarrollo de patógenos que son, a fin de cuentas, los que estropean la comida. Vale, lógico. El problema es que a veces no nos interesa enlentecer dichas reacciones, o el propio frío provoca reacciones por su parte que empeoran considerablemente la calidad del producto. La presencia de estos alimentos en el frigorífico, o está desaconsejada, o es totalmente innecesaria:

Plátanos

Hay ocasiones en las que nos vemos obligados a comprar esta fruta sin que esté madura. Conseguir que este proceso se lleve a cabo puede tardar semanas. Si no queremos que tarde meses, deberemos mantenerlos en un lugar seco y a temperatura ambiente. No debemos olvidar que la mayor parte de los plátanos que compramos en los supermercados son amarillos porque el cambio de color en su corteza ha sido provocado químicamente al sumergirlos en un baño de etileno. Si son arrancados verdes del árbol y no se someten a este tratamiento, seguirán verdes incluso cuando se pudran.

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Yogur

Aunque la industria, por seguridad, advierta de que hay que mantenerlos en frío, un yogur está repleto de familias de bacterias beneficiosas para nuestra salud. Según contó el experto en seguridad alimentaria Jeff Potter al diario 'TheStreet', "si te dejas el yogur fuera del frigorífico durante ocho horas, va a seguir siendo igual de sano e igual de seguro". Por supuesto, pasadas esas ocho horas, su seguridad está comprometida, por lo que no deberemos en ningún caso excederlas. De todos modos, la realidad es que el yogur a temperatura ambiente no es muy apetecible.

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Queso

Depende de cómo están hechos y de su curación. Según el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos, los quesos blandos elaborados con leche fresca deberían descartarse si han estado fuera del frigorífico por un periodo de tiempo superior a las 2 horas. Otros, en cambio, como el queso manchego curado o el parmesano, contienen cantidades minúsculas de agua (que es la responsable fundamental del proceso de reproducción bacteriana), por lo que podremos almacenarlos sin refrigeración.

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Salsas

Kétchup, mostaza... son condimentos que utilizamos poco a poco y un bote puede durarnos meses. La parte 'buena' para nosotros es que contienen tanta sal y conservantes artificiales (el kétchup sobre todo) y tienen un pH tan ácido que la proliferación de bacterias en su interior a temperatura ambiente es extraordinariamente difícil. Eso no significa que no pueda ocurrir. Todos nos hemos encontrado con algo con moho dentro de la nevera y antes de que llegue su fecha de caducidad. A fin de cuentas, con las salsas todo dependerá de si nos gustan más frías o del tiempo. Eso sí, la mayonesa, sobre todo la casera, no puede abandonar nunca la nevera, por nuestra propia seguridad alimentaria.

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Mermelada

Otro clásico innecesario del frigorífico. Una vez más, todo se debe al contenido en agua. El experto Jeff Potter explica que "hay un montón de agua en la mermelada, pero está 'encerrada' en el azúcar, haciéndola inaccesible a las bacterias". El azúcar, a pesar de encantarle a las bacterias (las placas de Petri utilizadas para el cultivo de bacterias contienen un líquido rico en glucosa), es un excelente conservante. Vamos, que a día de hoy nunca hemos visto pudrirse una piruleta.

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Mantequilla salada

Sí, es un lácteo y esto significa que a las bacterias les encanta para establecer su nuevo hogar. La gran diferencia entre la leche y la mantequilla es que mientras que la primera es mayormente agua, la segunda es sobre todo grasa. Eso hace que a las bacterias les sea más difícil (aunque no imposible) proliferar. La gran diferencia nos la encontramos cuando la mantequilla está salada de fábrica. El cloruro sódico también es un conservante y, uniéndolo al efecto de los lípidos, su conservación debería ser absoluta. Como señala el experto: "La mantequilla salada debería estar bien encima de la encimera". Eso sí, no podemos olvidar que vivimos en España y actuar en consecuencia, porque en determinadas épocas del año, lo más probable es que al volver a casa ese bloque se encuentre goteando por doquier.

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Tomates

Mientras usemos el truco de almacenarlos con el 'rabito' hacia abajo, deberían estar perfectos encima del mostrador. Son frutas y son perecederas, claro, pero no son (ni de lejos) las que más rápido se pudren. Pero el problema no es ese, es que sus propiedades organolépticas empeoran si su temperatura baja de los 12ºC. Ciertas moléculas se empiezan a cristalizar por debajo de esta temperatura, lo que les da una textura algo más arenosa y su componente ácido se nota más.

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Los orígenes de este electrodoméstico se remontan al año 1755, en el que el químico escocés William Cullen diseñó un aparato completamente mecánico que, al accionar una bomba de vacío, era capaz de 'robar' calor de los alrededores, enfriando el interior de la cámara a la que iba acoplada. Desde entonces, el frigorífico se ha convertido en un electrodoméstico indispensable en las cocinas de todo el mundo.

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