Radiografía del vino en España: tres claves para entender el sector

Estamos en septiembre, el mes de la vendimia por excelencia. Este año se ha adelantado en prácticamente todas las zonas vitivinícolas españolas. La razón, apuntan los expertos y los estudios, la encontramos en el cambio climático: el aumento de temperaturas ha modificado el calendario de la viña, “y estos cambios son más importantes para las fechas de cosecha y de vendimia, porque están muy relacionados con la temporada de maduración de la uva y la calidad final del vino”, explican desde el Instituto de Investigación y Tecnologías Agroalimentarias (IRTA).

Este adelanto, que de forma global se cifra en unos 15 días, no cambia la historia que encierra cada copa de vino, ni tampoco la importancia económica, social y medioambiental del sector vitivinícola o el papel dinamizador que juega en la España rural. De hecho, según los datos de la Interprofesional del Vino de España, España es líder mundial en superficie de viñedo con más de 950.000 hectáreas dedicadas al cultivo de la vid, y junto a Italia y Francia, uno de los tres mayores productores de vino en el mundo.

Asimismo, es un sector fuertemente enraizado en toda la geografía española, ya que en todas las comunidades se elabora algún tipo de vino. Contamos con 101 denominaciones de origen y 42 indicaciones geográficas protegidas. Todo ellos se traduce en que la actividad vitivinícola genera en España un Valor Agregado Bruto (VAB) superior a los 23.700 millones de euros.

Estas cifras se conjugan para que el sector contribuya de manera representativa a la generación de empleo: se estima que aporta más de 427.700 puestos de trabajo (215.300 personas de manera directa y más de 212.400 empleos adicionales de manera indirecta e inducida), lo que representa el 2,4% del empleo en España. Además, genera un efecto tractor sobre otras actividades suministrado de ras (industria del corcho, producción de botellas de vidrio, madera para las barricas…).

Todo ello supone un motor crucial para la España rural, en la que desarrolla su actividad, contribuye a generar riqueza, ofrece oportunidades de empleo y, en consecuencia, ayuda a evitar la despoblación.

Cultura mediterránea

Más allá de cifras y datos, hablar de vino es hablar de nuestra herencia, de nuestra cultura. Históricamente se encuentra, junto con los cereales y el aceite de oliva, dentro de la tríada de la dieta mediterránea, que en 2010 fue declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

Se trata de un ingrediente de nuestra esencia cultural y gastronómica que, consumido con moderación, puede, en determinados grupos de población, tener propiedades saludables, tal y como se reflejaba recientemente en una investigación publicada en Lancet. En este macroestudio se concluye que el consumo responsable de vino podría tener beneficios sobre la salud cardiovascular o la diabetes de personas que superan los 40 años, siempre y cuando se consuman dosis moderadas, equivalentes a entre una y dos copas al día.

En este sentido, es crucial distinguir entre consumo moderado y consumo abusivo. Por ello, a través de diferentes programas, como Wine in Moderation, el sector trabaja en acciones de autorregulación para promulgar el consumo moderado de vino como único patrón de consumo. También existen plataformas como la Ciencia del Vino, de la Fundación para la Investigación del Vino y la Nutrición (FIVIN), en las que a través de su comité científico se valoran y analizan los diferentes estudios e informaciones sobre los efectos del consumo moderado de vino sobre nuestra salud.

Sostenibilidad medioambiental

En un momento en el que el cuidado del medioambiente y las políticas sostenibles están presentes en la hoja de ruta de todas los sectores, el mundo del vino puede enorgullecerse de que las características de la actividad vitivinícola la han hecho desde siempre velar por la conservación de los recursos naturales y medioambientales. Su propia naturaleza la hace especialmente sensible al cuidado y respeto del entorno en el que se desarrolla.

El sector está involucrado en los efectos del cambio climático, por lo que está siendo propulsor de soluciones que mitiguen esos efectos y velen por el cuidado de los ecosistemas naturales. Así, está trabajando, en línea con los objetivos de la Política Agrícola Común de la UE y los Objetivos de Desarrollo Sostenible, en las siguientes áreas:

• Gestión sostenible de los recursos hídricos, gestión racional de los pesticidas y otros desechos químicos y adecuada gestión de los desechos en todos los eslabones de la cadena de valor vitivinícola y la preservación de la biodiversidad y del suelo.
• Aprovechamiento y valorización de subproductos como las aguas residuales y otros residuos orgánicos.
• Apuesta por la economía circular con proyectos de valorización de subproductos (como el bagazo de la uva) para utilizarlos como biofertilizante.
• Aprovechamiento de los restos de la poda para evitar una degradación del suelo.
• Aporta más de 120.800 hectáreas de viñedo ecológico para vinificación, lo que convierte a España en el país del mundo con mayor expansión de viñedo ecológico, según los datos aportados de la Interprofesional del Vino.