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No es aceite de oliva todo lo que reluce: los precios se disparan y, con ellos, los fraudes
  1. Consumo
ESPAÑA LIDERA ESTA CLASIFICACIÓN

No es aceite de oliva todo lo que reluce: los precios se disparan y, con ellos, los fraudes

El comercio ilícito de este producto produce unas pérdidas de 1.500 millones de euros en Europa y de unos 660 millones en España cada año. Pocas inspecciones sin resultados públicos ayudan a este fraude

Foto: Un lineal de aceite en un supermercado. (G. M.)
Un lineal de aceite en un supermercado. (G. M.)

Solo hay dos variables que aceleran el proceso de fraude en torno al aceite de oliva virgen extra: su subida de precio y la inestabilidad económica en los hogares. Ahora que se juntan los dos aspectos en la realidad cotidiana de tanta gente, es el momento ideal para que el comercio ilícito en torno a este codiciado producto emerja más que nunca. El fraude, que suele ser mucho más económico que ligado a la salud, es prácticamente indetectable a no ser que una muestra termine en los laboratorios desde los que se intenta rebajar una sonrojante cifra: España pierde unos 660 millones de euros cada año debido a este tipo de estafas.

Estos fraudes, sobre todo llevados a la práctica mediante la mezcla de diferentes aceites, los conocen bien en el Instituto de la Grasa del CSIC. Enrique Martínez, el director del organismo, incide en que no se dedican tanto al análisis como a la investigación, aunque sí prestan un servicio analítico al exterior en el que tras estudiar la composición, la calidad fisicoquímica, los parámetros de acidez, el ácido graso o los triglicéridos que tienen las muestras que les llegan ya detectan fraudes en la mezcla.

Foto: Cata de aceite en la Feria Internacional del Aceite de Oliva. (EFE/Pedrosa)

A ello se suma un servicio de análisis de cata. Es decir, el Instituto de la Grasa participa en la clasificación entre aceite de oliva virgen extra, virgen o simplemente de oliva. Ubicado en Sevilla, ahí es donde llegan las muestras de aceite remitidas por parte de la judicatura en el caso de que haya que dirimir si un aceite pertenece a la calidad que se muestra en el embotellado y etiquetado. “La Guardia Civil nos trae las muestras custodiadas para analizarlas. Realmente, hay pocos casos de fraude. Lo que suele pasar es que lo venden como aceite de oliva virgen extra cuando en realidad está mezclado con aceite de avellana o de semilla”, relata Martínez.

Se trata de un sector que intenta mantener en gran medida sus estándares de calidad. “En todos los lugares hay aprovechados que intentan sacar mucho dinero gastando poco, pero las propias empresas cuentan con sistemas de detección de fraude, al igual que marcas de relativo valor añadido como perfumes y bolsos”, agrega el director del Instituto de la Grasa.

Al crimen organizado le gusta el aceite

Ejemplo de ello es SICPA, multinacional especializada en sistemas antifraude y comercio ilícito. Tal y como dice Fabián Torres, director de Desarrollo de Negocio de SICPA España, el fraude alimentario supone entre 30.000 y 40.000 millones de euros a nivel europeo. “España es el país con mayor fraude alimentario según EIT Food, seguidos de Italia y Países Bajos”, concreta el mismo Torres. Pero hay más cifras: si se estima que el fraude del aceite supone unas pérdidas de 1.500 millones de euros cada año en Europa —según la Oficina de Propiedad Intelectual de la Unión Europea (EUIPO)—, y España produce para el mercado europeo el 44% de ese aceite, el fraude del aceite de oliva virgen extra supone unas pérdidas para España de unos 660 millones de euros al año.

El fraude del aceite de oliva virgen extra supone unas pérdidas para España de unos 660 millones de euros al año

“El fraude se puede producir en cualquier momento de la cadena de suministro, desde los productores de aceituna hasta los grandes almacenes y tiendas. Los malos se encargan de hacer sus fechorías en cualquier punto de la cadena”. “Los malos” es la forma coloquial que utiliza Torres para referirse al crimen organizado que está detrás de estos fraudes que se basan en la sustitución, alteración o manipulación de los aceites. “Los malos”, dice, no tienen ningún escrúpulo a la hora de alterar un producto, y así lo ejemplifica: "En el caso del colutorio dental, hemos llegado a descubrir que habían puesto líquido refrigerante de coches solo para conseguir el color verde".

La tecnología es una gran aliada para SICPA, desde donde realizan catas virtuales de aceite. "Consiste en hacer un análisis a la muestra mediante una resonancia magnética nuclear y determinar cuál es el origen, de qué aceituna viene, si tiene algún otro componente…", ilustra el mismo Torres. Los fraudes, a su vez, pueden llevarse a cabo de muchas maneras. Una de ellas es el cambiazo que les dan en los camiones que transportan las botellas. Según este director de Desarrollo de Negocio, mientras los transportistas duermen en las áreas de descanso, "los malos" hacen su trabajo y sustituyen la mercancía de buena calidad por otra peor.

Sin trazabilidad y con engaños al consumidor

Como decía Martínez, SICPA es una de las mayores compañías a nivel mundial en cuanto a seguridad. Esta entidad es la encargada de estampar con sus tintas miles de billetes y pasaportes, pero también etiquetas de productos como el aceite. A su vez, protegen el tapón para evitar que la botella sea rellenada mediante una cinta especial que queda inservible en cuanto se abre la botella. “Así transmitimos la confianza a nuestro cliente final de que el producto, cuando llega a sus manos, no ha sido alterado ni manipulado”, establece Torres.

Estos fraudes suelen ser de índole económica y no tanto a nivel sanitario. Bien recordado es el síndrome tóxico del aceite de colza que asoló a España en 1981, una de las mayores catástrofes sanitarias de las últimas décadas del siglo XX. "Ahora, cuando se retiran este tipo de productos por parte de sociedades de regulación, suele ser más porque no hay una trazabilidad, como se exige para todos los productos alimentarios", explica Martínez; y sin esa trazabilidad tampoco pueden saber si es tóxico al desconocer la procedencia de sus componentes.

placeholder Una clienta inspecciona los aceites de oliva en un supermercado madrileño. (G. M.)
Una clienta inspecciona los aceites de oliva en un supermercado madrileño. (G. M.)

Sin ir más lejos, el vender un aceite de girasol, que es relativamente barato, como si fuera aceite de oliva virgen extra, incrementa el beneficio en un 300%, cifra el mismo Martínez. "Normalmente, estos aceites fraudulentos se venden en garrafas de cinco litros, con etiquetados contradictorios, de tal forma que en ningún sitio se llega a saber qué se vende en realidad, utilizando colores parecidos a las de otras marcas del sector para engañar al consumidor", desarrolla el experto.

El consumidor, por su parte, no debería olvidar que la etiqueta no está hecha para que sea atractiva, sino para aportar información del producto y dar seguridad sobre lo que ingiere. Así lo ilustra el director del Instituto de la Grasa: "Yo he llegado a ver etiquetas en las que cambian una S de la marca original por una X, o empresas que se llaman Virgen del Membrillo. La gente se deja llevar mucho por este tipo de imágenes".

"Está claro que la subida de precios del aceite aumenta la probabilidad de fraude, aunque hay distintos niveles"

Muchas de las muestras que estudian en sus laboratorios llegan tras la denuncia de organizaciones de consumidores, como Facua, de la que Rubén Sánchez es su director general: "Está claro que la subida de precios del aceite aumenta la probabilidad de fraude, aunque hay distintos niveles. Algunos se venden como aceite de oliva virgen extra sin llegar a esa categoría y otros se mezclan con aceite de otras semillas, lo que sería un fraude más burdo y grave".

Pocas sanciones y desconocidas

Él, por su parte, pone el acento en que, independientemente de la gravedad del fraude, ninguna de las resoluciones de los organismos de consumo trascienden a la sociedad a pesar de que cada comunidad autónoma tiene su organismo oficial de regulación. "Hay un déficit brutal en el número de inspecciones a nivel global, pero en el ámbito de un producto enseña de la dieta mediterránea como el aceite, todavía más", dice Sánchez. Y de las inspecciones que se realizan no se conocen los resultados, un hecho que se acrecienta si la investigación termina en una multa.

Desde su punto de vista, esta realidad tiene dos consecuencias directas: al consumidor se le priva de una información esencial mientras que se defiende al defraudador, quien suele alegar que se debe a un error puntual en el etiquetado. “Seguramente las marcas tengan sus propios controles de calidad para analizar las muestras de la competencia y poder denunciar si cometen fraude, pero eso debería hacerlo la Administración pública”, sostiene el director general de Facua.

placeholder Recogida de la aceituna este año. (G. M.)
Recogida de la aceituna este año. (G. M.)

Todas las fuentes consultadas coinciden en que los momentos de crisis también son el momento propicio para hacer este tipo de negocios fraudulentos. Ya se vio con el aceite de girasol las primeras semanas tras el inicio de la guerra de Ucrania, cuando los consumidores arrasaban con él en los supermercados.

“En aquel momento hubo gente que intentó vender el aceite de la semilla de la pipa de uva, un subproducto del vino, como aceite de girasol. La gente lo compraba porque estaba refinado: del mismo color y más o menos el mismo sabor”, ejemplifica Martínez. Es decir, que, a no ser que alguien decida realizar un análisis de ácidos grasos y triglicéridos a ese aceite como los que llevan a cabo en el Instituto de la Grasa, nadie se dará cuenta del engaño.

Según Torres, el director de Desarrollo de Negocio de SICPA España, en este país "hay cierta condescendencia, tolerancia, a estos fraudes, y ese es un mea culpa que tenemos que entonar y solucionar". Y recuerda: "España es el país europeo en el que más fraude alimentario existe".

Solo hay dos variables que aceleran el proceso de fraude en torno al aceite de oliva virgen extra: su subida de precio y la inestabilidad económica en los hogares. Ahora que se juntan los dos aspectos en la realidad cotidiana de tanta gente, es el momento ideal para que el comercio ilícito en torno a este codiciado producto emerja más que nunca. El fraude, que suele ser mucho más económico que ligado a la salud, es prácticamente indetectable a no ser que una muestra termine en los laboratorios desde los que se intenta rebajar una sonrojante cifra: España pierde unos 660 millones de euros cada año debido a este tipo de estafas.

Alberto Chicote
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