El último reducto de los cafés de cereales está en Badajoz: auge y caída del negocio que embaucó a niños y ancianos
Tras un 'boom' hace nueve años, muchos de estos negocios han cerrado para siempre. En Badajoz todavía queda uno, por el momento les va bien y su público es muy amplio
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¿Qué niño no ha deseado desayunar alguna vez unos Lucky Charms? Esos cereales de colores con corazones, tréboles o estrellas cuya imagen es un duende mitológico irlandés.
Hace unos años era impensable tenerlos en España, pero en 2016 un nuevo modelo de negocio se instaló en el madrileño barrio de Malasaña: los bares de cereales. Fue de la mano de Cereal Hunters, una empresa creada por cuatro amigos que en sus viajes conocieron este tipo de locales.
Ofrecían unas 160 clases de cereales de distintas procedencias: Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Alemania, Italia o Portugal. Pronto, la fiebre de los cereales llegó a otras comunidades, como Valladolid, Barcelona, Valencia o Salamanca. Daba igual la edad, grandes y pequeños hacían cola para disfrutar de su leche de colores con esos cereales difíciles de conseguir en España.
Sin embargo, el pasado 31 de marzo, Cereal Hunters anunciaba en redes su despedida: “Después de 9 años compartiendo cereales, cafés, historias y momentos inolvidables, ha llegado el momento de decir adiós”. Cabe añadir que El Confidencial se ha puesto en contacto con dos de los socios fundadores y no ha recibido ninguna respuesta.
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Este simplemente es el ejemplo de esta franquicia en concreto, pero una simple búsqueda en Google muestra que muchos de los cafés de cereales que abrieron sus puertas en aquellos años, han echado el cierre permanentemente.
Aunque los pacenses están de suerte, todavía queda uno de estos locales en la ciudad más poblada de Extremadura. Su dueño, Edu, decidió abrir The Cereal Café en 2020, justo después del confinamiento: "Consideramos que era una idea novedosa y que aún no existía en la comunidad".
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Él mismo reconoce el boom que tuvo este tipo de negocios: "A nivel nacional, verdaderamente, Cereal Hunters era el más conocido, pero había pequeñas cafeterías a nivel local en Málaga o Mallorca".
No cree que el cierre de los pioneros del sector se deba al poco interés. "Al final los negocios tienen un tiempo de vida y detrás del cierre puede haber muchos factores, no creo que se trate de modas, sino de renovarse".
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Respecto al público que les visita, confiesa que es "muy amplio": "Tenemos clientes de todas las edades, llamamos la atención de niños, jóvenes o ancianos porque hemos sabido adaptar el negocio a los gustos de nuestra localidad. Por ejemplo, muchísimas personas trabajadoras de la zona nos eligen para su desayuno diario y eso es una enorme satisfacción".
"Desde el primer momento, dejamos claro que somos una cafetería de cereales, desayunos y meriendas dulces. Hay negocios enfocados en comidas más saludables y hay espacio para todos en Badajoz. Si llegado el momento viéramos necesario adaptarnos en ese sentido, lo haríamos. De momento, estamos muy felices con nuestra cafetería, la gente nos escoge sabiendo lo que ofrecemos y hemos descubierto muchos fanáticos de los cereales en Badajoz", finaliza.
¿Queremos lo que no tenemos?
¿Comer es un ritual? "El gusto por la diversidad gastronómica es típico de las clases medias y se ha extendido a las populares", expone a este periódico Cecilia Díaz Méndez, directora del grupo de Investigación en Sociología de la Alimentación de la Universidad de Oviedo.
"Hay aprecio por las culturas gastronómicas de otros países, pero sobre todo, existe una alta valoración de la alimentación española", sigue. "El aprecio por las comidas internacionales es normal, ya que cada vez hay más restaurantes de ese tipo, aunque quizás la aparición de establecimientos comerciales como los cafés de cereales no lo sea tanto", aclara la experta.
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También, explica el motivo de que nos guste tanto comer: "El individuo considera relevante preparar la comida, comer o el gusto por las gastronomías diferentes". Acerca de las nuevas generaciones y su relación con este asunto, manifiesta que se ha producido un cambio y lo achaca a varios motivos: "Es un sector de la población que no tiene tanto apego a la cultura alimentaria tradicional porque sabe cocinar menos que otras generaciones. Además, están muy vinculados a las redes sociales y reciben una influencia grupal que les hace tener una valoración específica de la gastronomía".
"Los españoles aprecian comer en compañía, pero los jóvenes en particular. La comida se convierte en una forma de identidad y relación social", dice la socióloga. "El entorno alrededor del acto de comer tiene mucha fortaleza por la familia. La alimentación sirve de nexo y por eso se mantiene más en España que en otros lugares que son más laxos con las relaciones", finaliza.
¿Qué niño no ha deseado desayunar alguna vez unos Lucky Charms? Esos cereales de colores con corazones, tréboles o estrellas cuya imagen es un duende mitológico irlandés.