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'Eternals': la peor película de Marvel jamás rodada
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'Eternals': la peor película de Marvel jamás rodada

La oscarizada Chloe Zhao desbarranca con un proyecto demasiado grande y alejado de su cine, probablemente la peor entrega del Universo Marvel que esta crítica ha visto

Foto: Salma Hayek es Ajak, la eterna más importante de todos. (Disney)
Salma Hayek es Ajak, la eterna más importante de todos. (Disney)

Una intenta achacarlo a la torpeza, a la imposibilidad de una cineasta 'indie' de manejar, de repente, un proyecto de proporciones mastodónticas. Pero al fantasear con otros posibles usos de un presupuesto de 200 millones de dólares —sin contar con la promoción—, no queda lugar sino para el enfado. Y luego vuelve a pensar en una directora como Chloe Zhao, pobre ella, regalo envenenado, artista de pequeñas grandes películas, de desbordante sensibilidad para contar historias de gente valiente y humilde, de una profundidad de campo concentrada en amaneceres de colores imposibles, y no queda lugar sino al enfado, sí, pero con Marvel, por deglutir talento, al enfado con la producción bulímica y el consumo bulímico y la sociedad bulímica y el cine bulímico y el espectador bulímico. 'Eternals' no es un accidente. Es el resultado previsible —inevitable— de una cineasta autoral ganadora circunstancial del Oscar puesta al frente de un buque demasiado grande, demasiado ambicioso, demasiado indomable que no tolera ni individualismos ni disidencias. La mejor directora, el mejor reparto y una cantidad ingente de dinero puestos al servicio de la más absoluta nada.

Todo en la pantalla se demuestra un sinsentido. Si en Marvel la firma de la casa es el humor, en 'Eternals' los intentos de hacer reír provocan un dolor casi físico, como si alguien con muy poca gracia participase contando chistes en un 'talent show' para que el jurado de turno lo humillase sin piedad. Salvo en contadas excepciones —como son los personajes interpretados por Kumail Nanjiani y Harish Patel—, el resto de protagonistas se limitan a pasearse lánguidos y meditabundos por las diferentes localizaciones —entre las que se encuentran las playas de Fuerteventura—. Nunca Angelina Jolie se ha mostrado más abúlica en un papel. Un quinceañero emo demostraría más excitación por la vida.

placeholder Angelina Jolie es Thena, una humanoide con graves problemas psicológicos. (Disney)
Angelina Jolie es Thena, una humanoide con graves problemas psicológicos. (Disney)

Al menos hay que reconocerle a Zhao la intención de hacer algo diferente a lo que acostumbran a ser las películas del Universo Marvel, de intentar que su personalidad permee de alguna manera un producto en el que intervienen tantas voces que el margen de maniobra es escaso. Alguien en algún despacho en las alturas pensó que la buena mano de Zhao para historias intimistas, de pocos personajes, interpretados la mayoría de veces por actores no profesionales, construidas sobre planos contemplativos y con pocos diálogos, era la elección idónea para dirigir una película de acción con un reparto coral de estrellas rutilantes, mucho 'chroma', mucho efecto especial y mucha línea del club de la comedia intercalada con monólogos pseudomísticos de una solemnidad artificiosa sobre el devenir de la especie humana y del planeta Tierra.

Con un comienzo con ecos del 'legendarium' de Tolkien —¿recuerdan aquello de los valar, los ainur, Ilúvatar y compañía?—, 'Eternals' sitúa las reglas del juego —que romperá continuamente— y los personajes que conforman este grupo de humanoides a caballo entre los dioses y los superhéroes tradicionales. Los eternos, creados por Jack Kirby en el año 76, fueron enviados a la Tierra por un alienígena celestial para, en teoría, defender la especie humana de los deviantes, una suerte de bestias antropófagas archienemigas de los primeros. Los eternos no pueden intervenir, sin embargo, en ningún conflicto entre humanos, y deben dejar que la especie evolucione a su ritmo. En teoría, porque la película rompe una y otra vez sus propias reglas. ¿Los inventos fundamentales en el desarrollo del hombre a lo largo de la historia? La patente, de los eternos. Desde Mesopotamia hasta hoy, miles de años como ángeles custodios de nuestras fragilidades y taras. Y, por cierto, con recadito a mano abierta a los conquistadores españoles: "Esto no es una guerra, es un genocidio", defiende el eterno Druig (Barry Keoghan, protagonista de 'La muerte de un ciervo sagrado', de Lanthimos) mientras Cortés y compañía se hinchan a arcabuzazos.

placeholder Todos los eternos reunidos. (Disney)
Todos los eternos reunidos. (Disney)

A pesar de su naturaleza semidivina —más o menos—, los superpoderes de los eternos son los habituales: lanzar rayos con los ojos, correr a hipervelocidad, transformarse en cualquier persona, transmutar materiales. Aunque hay otros que no tuvieron tanta suerte en el reparto de dones: dar puñetazos muy fuertes o desarrollar una especial habilidad con la mecánica. Los eternos viven mimetizados entre nosotros: algunos trabajan en un museo, otros han optado por la hostelería e incluso hay quienes han formado una familia con una pareja humana. Lo que sí hay que reconocerle a Zhao es la apuesta por unos protagonistas y unas relaciones no normativas, con personajes con distintos acentos incluso uno de ellos habla lengua de signos, procedentes de culturas diversas y alguno de ellos homosexual.

La protagonista, Sersi (Gemma Chan), es una eterna que puede transformar cualquier material en otro, pero intenta hacer vida normal como una londinense más junto a su novio (Kit Harington, en un papel que apenas es un cameo), hasta que un deviante —se suponía que ya los habían eliminado a todos siglos atrás— los ataca. Además, el deviante ha evolucionado, convirtiéndose en un peligro más inteligente y letal, por lo que la banda tendrá que reunirse para combatirlos, antes de que acaben con la humanidad. Hasta aquí, una película de superhéroes al uso. Pero esta premisa da paso a un plan no demasiado coherente y una serie de batallas no demasiado bien coreografiadas, además de unos diálogos que pasan del tópico al absurdo coronando a los héroes de 'Eternals' como los más erráticos no ya del Universo Marvel, sino del Universo a secas.

placeholder Otro momento de 'Eternals'. (Disney)
Otro momento de 'Eternals'. (Disney)

Normalmente, en una historia de este tipo, los personajes más poderosos lo son por una virtud o cualidad concreta que los destaca y los protege de los demás. Aquí, en ese sentido, la etiqueta de 'más poderoso' significa bien poco. El tono de la película es extraño; el ritmo también. Y la lucha entre el bien y el mal se convierte en un galimatías de puntos de giro inverosímiles. Nada fluye, todo se atasca. La acción es anticlimática. Los personajes pululan de un lugar a otro, de un tiempo a otro, sin obedecer a la lógica que propugna la introducción con la que comienza el filme. Los únicos momentos de cierta diversión se deben a Karun (Harish Patel), al que, al menos, dan ganas de ofrecerle un 'spin-off' en medio de tanto carácter lánguido y plúmbeo de los eternizados eternos.

Una intenta achacarlo a la torpeza, a la imposibilidad de una cineasta 'indie' de manejar, de repente, un proyecto de proporciones mastodónticas. Pero al fantasear con otros posibles usos de un presupuesto de 200 millones de dólares —sin contar con la promoción—, no queda lugar sino para el enfado. Y luego vuelve a pensar en una directora como Chloe Zhao, pobre ella, regalo envenenado, artista de pequeñas grandes películas, de desbordante sensibilidad para contar historias de gente valiente y humilde, de una profundidad de campo concentrada en amaneceres de colores imposibles, y no queda lugar sino al enfado, sí, pero con Marvel, por deglutir talento, al enfado con la producción bulímica y el consumo bulímico y la sociedad bulímica y el cine bulímico y el espectador bulímico. 'Eternals' no es un accidente. Es el resultado previsible —inevitable— de una cineasta autoral ganadora circunstancial del Oscar puesta al frente de un buque demasiado grande, demasiado ambicioso, demasiado indomable que no tolera ni individualismos ni disidencias. La mejor directora, el mejor reparto y una cantidad ingente de dinero puestos al servicio de la más absoluta nada.

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