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Simone Biles, o esas lesiones que no se ven (pero están)
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Simone Biles, o esas lesiones que no se ven (pero están)

No sé si será bueno para Biles que la conviertan en bandera de ninguna visibilización, pero sí tengo la certeza de que su caso no es tan extraordinario

Foto: Simone Biles siguió este jueves desde la grada la final del concurso completo. (Reuters)
Simone Biles siguió este jueves desde la grada la final del concurso completo. (Reuters)

Simone Biles se echó a un lado. Ella, acostumbrada a dar saltos imposibles, girar cien veces en el aire y luego caer como si aquello no tuviera importancia. Ahora no. Un ejercicio sin pátina de perfección. ¿Malo? Ni mucho menos. Pero mortal. Fue el clic. Simone renunció a su última rutina. Portó la bandera yanqui en la clausura carioca de hace cinco años. Es una leyenda. No pudo más.

En un primer momento, desde su delegación filtraron lo que parecía explicación interesada. Que tiene el tobillo regular. Una mala caída, unas articulaciones varias décadas por delante de su DNI a causa de impactos continuos. Así salvaban el relato, y hoy en día el relato está, muchas veces, por encima de lo verídico. Lesión pequeña, leve como para seguir compitiendo mañana o pasado, grave como para irnos a casa si no mejora el tema. Solo que eso... falso. Fue la propia Biles quien salió a explicarlo.

Foto: Simone Biles. (Reuters)

El tobillo perfecto. Es lo otro. La presión. "Tengo que concentrarme en mi salud mental y no poner en peligro mi salud y mi bienestar", dijo. "Cuando entro en el tapiz, somos mi cabeza y yo. Trato con los demonios que hay en mi cabeza. Después de la actuación que hice, no quería seguir", añadió. Argumento definitivo. "Tenemos que proteger nuestro cuerpo y nuestra mente, y no limitarnos a hacer lo que el mundo quiere que hagamos".

A nadie le pilló muy de sorpresa lo de Biles (no, al menos, tras el 'shock' inicial), porque de un tiempo a esta parte la gimnasta daba muestras de cierta fatiga mental. Se la veía apática, sin ilusión. Nada de sonrisas. Solo que... podrá con ello, pensábamos. Saldrá más fuerte. Será mejor. Cómo no va a dar la vuelta a este asunto una chica que hace mortales triples. De qué estamos hablando. Y etcéteras.

Cada vez son más los deportistas de élite que deben alejarse de sus disciplinas por diversos problemas relacionados con la mente

No es la única, claro. Cada vez son más los deportistas de élite que deben alejarse de sus disciplinas por diversos problemas relacionados con la mente. Sensación de vacío, falta de motivación, chicos excesivamente presionados. Le pasó hace poco a Naomi Osaka, que abandonó Roland Garros este mismo año, incapaz de atender los compromisos con la prensa (o incapaz de atenderlos sin perjudicarse a sí misma, vaya). Álex Abrines también tuvo un episodio durante su periplo estadounidense, y el mismo Andrés Iniesta ha reconocido algo similar. En el mundo del ciclismo, que es lo que uno más conoce, se recuerdan varios casos recientes. Tom Dumoulin, por ejemplo, que se apartó a principios de 2021, vacío, sin ánimo para continuar... y hace unas horas ganó la medalla de plata olímpica contra el crono. Viaje de ida y vuelta. ¿Antes? Pues gente como Peter Kennaugh o Marcel Kittel.

El problema es que no todo el mundo ha entendido la renuncia de Biles. Como es bien sabido, el 'übermensch' nietzscheano huele a Varon Dandy y tuitea con un palillo entre los dientes. Eso cuando no está en las redacciones de algunos periódicos, vaya. Porque a la moza le han atizado de lo lindo. Que si blanda. Que si incapaz de soportar la presión. Que si egoísta (seguro que otras chicas matarían por estar allí y ella...). Que si ya no hay mujeres como antes. Generación de cristal. Blandos. Ofendiditos. Una pala te daba yo. Lo que podríamos denominar 'caso Biles' ha sido un detector eficaz de gilipollas y supermachos. Lo que sería muy positivo... si no tuviera un reverso desagradable.

placeholder Simone Biles ha ganado seis medallas olímpicas. (EFE)
Simone Biles ha ganado seis medallas olímpicas. (EFE)

Sucede con estos asuntos de la salud mental que, sin saber uno muy bien cómo, se han politizado. Politizado, sí. Aunque parezca increíble, aunque a nadie le entre muy bien en la cabeza. Forman parte de la batalla cultural (que es una batalla en que la cultura importa mucho menos que otras cosas). Un poco como el cambio climático, seguro que ustedes me entienden. Y así nos encontramos... con los polos que se derriten y políticos mandando al médico a otros desde su cómoda poltrona. Las consecuencias, como suele suceder, son varias, pero podemos resumirlas en dos: enquistamiento (si ese dice "blanco", entonces yo gritaré "negro") y banalización del debate, que va descendiendo hasta el barro de los chascarrillos y el argumento 'ad hominem'.

Entiéndanme... yo no voy a decirles lo de "ojalá nunca les toque tener cerca...", porque eso sería, sí, un argumento 'ad hoc', y son tan feos como los 'ad hominem'. Tampoco me rasgaré las vestiduras pensando en cómo lo va a pasar Simone Biles leyendo al juntaletrismo canallita llamándola blanducha, porque ni ella ni nadie de su entorno van a leer lo que tenga que decir el sujeto en cuestión (ni yo mismo, ya puestos). Así que demagogias las justas.

La cosa va un poco más allá. Digamos que las lesiones de la mente no resultan tan visibles como las otras, así que tendemos a no creérnoslas, porque enarcar cejas es casi forma de vida. Si Biles cae mal en uno de sus saltos y se tuerce el tobillo, veremos esa torsión desde 20 tomas distintas. Piedad. Ella incluso puede dejar caer unas lágrimas, porque el dolor físico es cosa de 'personas normales'. En cambio lo otro... pues no. Y eso resulta más inquietante, desde varios enfoques. Vuelvan a leer lo que dijo la americana después de retirarse. No es solo mantener sana su cabeza (que ya sería suficiente), es no ponerse a hacer piruetas en condiciones que distan de ser óptimas. Si no les vale lo interno, piensen en un error grave ahí.

placeholder Aún no está descartada la presencia de Biles en las finales por aparatos. (Reuters)
Aún no está descartada la presencia de Biles en las finales por aparatos. (Reuters)

Añadamos que en Biles concurren algunos elementos adicionales que la convierten en blanco perfecto para los que opinan entre cabezas de gambas y montañitas de serrín. Es joven. Es una mujer. Practica un deporte que te obliga a sonreír casi siempre (y es sencillo pensar que realmente está sonriendo casi siempre). Es rica y famosa, que da algo de rabia. Todo eso. Relean y analicen de forma desapasionada.

Digamos que los deportistas tienen que lidiar con presiones muy diversas. Biles es icono de talla mundial, una estrella del 'marketing', casi empresa en sí misma. De su solo desempeño dependen muchas cosas, y no todas le atañen únicamente a ella.

Foto: Simone Biles en Tokio. (Reuters) Opinión

Pero hay más. La disciplina absoluta en entrenamientos. Día tras día. Yo no sé si ahora sigue habiendo algún Béla Károlyi, pero sí tengo claro que no es necesario un Béla Károlyi para que el deporte de alto nivel resulte actividad insana. La misma dictadura del peso. Yo he escuchado historias de ciclistas que llegaban a masticar hielo para engañar al hambre. Otros, directamente (esto lo contaba Bjarne Riis), tomaban somníferos para tirarse durmiendo la hora de la comida y así meter menos calorías al buche. Jugarte años de trabajo en un solo día, en unos pocos segundos...

Si usted es algo cínico, y cree que falta lo otro... pues también. El dopaje. Digamos que no son pocos los que explican algunas de estas lesiones como sanción encubierta, o ganas de no seguir jugando con fuego. En fin, afirmar una cosa u otra es fútil, porque nadie sabe toda la realidad salvo los protagonistas, y esos no somos ni usted ni yo. Pero, vaya, que si no hubiera dicho lo del argumento 'ad hoc' bien que estaría escribiendo ahora esa frase de “ojalá nunca le toque etcétera”.

Foto: Juegos Olímpicos de 2020. (EFE) Opinión
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(Por no dejar flecos sueltos... El tema del dopaje también es un elemento de tensión psicológica importante. Al menos eso contaba Tyler Hamilton en su 'Ganar a cualquier precio'. La idea de que te van a pillar. De que estás jodiendo tu cuerpo. De que igual otros tienen una pastillita mágica de la cual careces. De que ese señor que llama ahora a la puerta de tu casa puede llevar en su mochila un control sorpresa. Todo eso. No se pretende señalar a nadie más allá del propio Hamilton, pero dejamos esto aquí para descubrir todas las cartas).

No creo que Simone Biles sea alguien débil de psique y que no sepa soportar la presión

Entonces... la presión. Oiga, pero yo también tengo presión cuando bajo a la mina y no me puedo retirar. Cambien mina por la actividad de cada uno, ¿eh? Otro argumento baratito, otra idea orientada. Quizá la cosa no sea tanto quejarse porque Simone Biles se haya apartado de su actividad a causa de un problema mental (sea cual sea ese), sino alzar la voz porque el resto de personas no pueda hacer lo propio a causa del estigma (y la invisibilidad) que tienen estos asuntos. Sinceramente, no creo yo que Simone Biles sea alguien débil de psique y que no sepa soportar la presión. No lo parece, vaya. Cinco medallas olímpicas, con cuatro de oro. Diecinueve títulos mundiales (vuelva a leerlo... 19). Algunos de esos logros mientras sufría abusos sexuales por parte de Larry Nassar, médico de la selección estadounidense (no vamos a detenernos más de la cuenta en ello). No sé, no parece el currículo de alguien incapaz de sobrellevar presiones. Pero... ruptura. Igual que un futbolista hace un esprint y a media carrera empieza a detenerse, se lleva la mano al femoral y todo el mundo asume que, joder, imposible dar tres pasos. Está roto.

Terminamos. No soy psicólogo, ni psiquiatra... No pretendo poner nombres, tratamientos, causas o secuelas. Ni me corresponde ni creo que fuese ético. Es solo que me llamó la atención. Las lesiones mentales (permítanme esa expresión) asustan. Y asustan, paradójicamente, porque no se ven. Eso las hace aún más aterradoras. Son miedos ocultos, internos, propios. Pero, como sabe cualquiera que se haya quedado mirando el armario por la noche, miedos que están ahí. No sé si será bueno para Simone Biles que la conviertan en bandera de ninguna visibilización. Seguramente no, solo que esto, una vez más, no lo podrá elegir ella. Pero sí tengo la certeza de que su caso no es tan extraordinario (dentro de lo extraordinario del personaje), y que hablar abiertamente de este asunto es el primer pasito para desestigmatizar, primero, y ayudar más tarde.

Simone Biles se echó a un lado. Ella, acostumbrada a dar saltos imposibles, girar cien veces en el aire y luego caer como si aquello no tuviera importancia. Ahora no. Un ejercicio sin pátina de perfección. ¿Malo? Ni mucho menos. Pero mortal. Fue el clic. Simone renunció a su última rutina. Portó la bandera yanqui en la clausura carioca de hace cinco años. Es una leyenda. No pudo más.

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