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Antes había dos grandes razones para irse de vacaciones en temporada baja: ahora, solo una
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UN NICHO MÁS ALLÁ DEL IMSERSO

Antes había dos grandes razones para irse de vacaciones en temporada baja: ahora, solo una

Viajar en meses como mayo u octubre sigue teniendo un importante atractivo en cuanto a la disponibilidad de alojamiento o evitar aglomeraciones, pero ya no es ningún chollazo

Foto: La playa de la Barceloneta en noviembre, aún con muchos visitantes pero nada que ver con el verano. (Reuters/Nacho Doce)
La playa de la Barceloneta en noviembre, aún con muchos visitantes pero nada que ver con el verano. (Reuters/Nacho Doce)

Pronto podrá usted contar a sus nietos que hubo una época en España en la que los hoteles, especialmente en ciudades de sol y playa, bajaban mucho los precios fuera de los meses de verano para lograr atraer a otro tipo de clientes y así estirar un poco los márgenes de un negocio muy estacional. Aquello se llamaba, ¿cómo se llamaba? Ah, sí… temporada baja.

En meses como octubre, noviembre o febrero, cuando las ciudades de costa se transformaban en escenarios para una película de Éric Rohmer, colectivos como los jubilados llenaban esas habitaciones con vistas a la playa desierta o la piscina cerrada. Este año, sin embargo, esos mismos hoteles no se presentan ya a la oferta del Imserso para evitar "trabajar a pérdidas", como anunció recientemente la cadena Magic Costa Blanca.

Si el motivo para viajar en octubre o mayo era evitar aglomeraciones, sigue teniendo sentido hacerlo. Si la razón era viajar por mucho menos dinero… tenemos malas noticias para usted.

"La desestacionalización del turismo en España es una tendencia que viene fundamentalmente del lado de la demanda: los turistas tienen mayor flexibilidad para elegir cuando irse de vacaciones", explica a El Confidencial David Cesar Heymann, economista de CaixaBank Research. Para este experto, las razones de esta mayor flexibilidad incluyen el cambio demográfico, dado que el peso de la población sénior ha aumentado y la proporción de adultos con hijos en edad escolar se ha reducido, y un entorno laboral menos rígido para algunos trabajadores. "Los turistas tienen entonces la opción de viajar fuera de la temporada alta y de beneficiarse de unos precios más bajos, lo que a su vez ocasiona que crezcan la ocupación y los precios en la temporada baja". Aunque estas dos variables no han aumentado de forma similar.

Clavada fuera de temporada

Que el precio de una habitación ha subido espectacularmente después de la pandemia no es ningún secreto a estas alturas.

Sin embargo, merece la pena observar cuándo se producen, comparativamente, las mayores subidas. El nuevo mes de moda es mayo, caracterizado por una primavera tardía que cada vez resulta más veraniega y que antaño solía ser un pequeño as en la manga para muchos turistas: permitía disfrutar de un tiempo espléndido, mucho menos asfixiante que en julio o agosto, y a precios más competitivos.

¿Qué ha sucedido para que esta vez no hayan bajado tanto como antes? Muy sencillo, que incluso a esos precios hay mucha gente deseando alojarse en ellos: "El ajuste de precios depende fundamentalmente de la elasticidad de la demanda", dice Heymann. "Si la demanda es inelástica —poco sensible a los precios— cabe esperar que un negocio ajuste los precios menos que si la elasticidad de la demanda es alta". En mayo de este año, el turismo en España recuperó completamente el tono perdido durante la pandemia y recibió a 8,2 millones de turistas internacionales, un 17,6% más que el año anterior y un 3,8% más que en 2019, el mejor año que se recuerda.

El siguiente gráfico representa qué meses han experimentado una subida mayor con respecto a la situación del año de referencia, en este caso 2008.

Inicialmente, esa temporada baja solía florecer precisamente en los meses más próximos al verano. A partir de aquí, es interesante comprobar cómo cada emplazamiento ha adaptado a esta situación de subida sus peculiaridades intrínsecas.

Como podemos observar a continuación, todas las CCAA españolas seguían patrones de precios muy parecidos en 2015 y 2019, las líneas son prácticamente un calco con la salvedad de un leve incremento de los precios. Sin embargo, en 2023 la estadística se ha disparatado. Aunque la escalada en abril o mayo es generalizada, a partir de ahí cada región ha actuado de una forma. En algunos sitios los precios volvieron a normalizarse al llegar la temporada alta, en otros se mantuvieron anormalmente por encima de lo previsible al llegar el verano.

La sospecha del coste salarial

Concretamente, los precios este año han estado en torno al 20% más caros que en 2019, cantidad que supera la inflación de los carburantes o los alimentos. Un análisis del economista Javier Ibáñez de Aldecoa apuntaba a los costes laborales como principal causa del incremento y a que el sector podría haber repercutido ese coste en los clientes de forma precautoria para afrontar esa subida salarial que al final no han sido tan fuertes como preveían.

"Los últimos datos disponibles del Banco de España muestran que el resultado económico bruto de la explotación —importe neto de la cifra de negocios— para el sector de alojamientos turísticos ha vuelto al nivel prepandemia", indica Heymann. "Esto indicaría que el sector ha trasladado la subida de los costes a los consumidores, pero no ha aumentado sus márgenes más allá de donde estaban antes de 2020".

Una vez realizado este ajuste, los precios podrían estabilizarse a partir del año que viene, pero lo que no cambiará es este nuevo escenario, impulsado también por la recurrencia de olas de calor que España está padeciendo en verano. Algunos destinos llevan ya tiempo trabajando en este sentido. Para las grandes ciudades como Barcelona o Málaga sin duda es más sencillo, pero las pequeñas y más dependientes del turismo estacional están sufriendo para adaptarse.

Benidorm es de los sitios que mejor ha sabido reconvertirse para resultar un destino apetecible en este nuevo escenario. Más allá del clímax de julio y agosto, en los últimos 15 años ha logrado establecer otros dos pequeños hitos en el calendario, en torno a abril y octubre. Este es el anhelo de muchos otros lugares de veraneo, como Gandía o Sanxenxo; sin embargo, estos no han logrado aún romper con el modelo de antaño.

Pronto podrá usted contar a sus nietos que hubo una época en España en la que los hoteles, especialmente en ciudades de sol y playa, bajaban mucho los precios fuera de los meses de verano para lograr atraer a otro tipo de clientes y así estirar un poco los márgenes de un negocio muy estacional. Aquello se llamaba, ¿cómo se llamaba? Ah, sí… temporada baja.

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