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La carrera espacial también se desarrolló en la cocina
  1. Gastronomía y cocina
Más difícil de lo que parece

La carrera espacial también se desarrolló en la cocina

Ser práctico y tener la ciencia de tu lado no garantiza el éxito. Mentes brillantes se esforzaron por conseguir que los elegidos para salir del planeta estuviesen bien alimentados, pero algunos llegaban incluso desnutridos

Foto: El calentador de comida del proyecto Skylab permitió la mejor nutrición de astronautas. (Foto: NASA)
El calentador de comida del proyecto Skylab permitió la mejor nutrición de astronautas. (Foto: NASA)

Si alimentarnos correctamente en la comodidad de nuestro hogar, con recursos suficientes, parece una ciencia inexacta y que cambia día a día, hacerlo en el espacio es infinitamente más difícil. La historia de la exploración espacial no se habría podido llevar a cabo si algunas de las mentes más brillantes no hubiesen dedicado todo su potencial a responder una pregunta tan sencilla como: ¿qué comeremos a más de 100 kilómetros de la tierra?

Las dificultades no se reducen a la percepción de ausencia de gravedad (microgravedad, en realidad, porque no hay ausencia de esta fuerza en órbita. Lo que se vive es, digámoslo así, una 'caída' constante), sino que el estrés que sufre la comida en las condiciones de una nave espacial es enorme (presión, cambios repentinos en la aceleración, calor...). Además, los alimentos tienen que cumplir una regla de forma muy estricta: mantener completamente nutridos a los astronautas y ser lo suficientemente rica como para que se la coman (y conseguir esto último sí que ha sido un auténtico problemón).

"La mayoría de los astronautas del Programa Apolo no consumieron suficientes nutrientes"

Lo primero que ingirió un hombre en el espacio fue el puré de carne y la salsa de chocolate que el cosmonauta ruso Yuri Gagarin estrujó de unos tubos de aluminio el 12 de abril de 1961. La NASA, para no perder baza en la carrera espacial, envió a Alan B. Shepard al espacio el 5 de mayo de ese mismo año, pero no ingirió nada (iba cenado de casa). El primer estadounidense en comer fuera de nuestro planeta fue John Glenn, que el 20 de febrero de 1962 se convirtió en pionero de la gastronomía espacial yanqui. Su viaje duró casi 5 horas y llegó a una altitud de 248 kilómetros. Su comida consistió en un tubo lleno de compota de manzana. Para el resto de las misiones del programa Mercury, la NASA intentó solucionar algunos de los problemas que trajo consigo dicha compota.

El primero, que el astronauta no era capaz de ver ni oler lo que comía y la textura tenía que ser lo suficientemente líquida para pasar por el pequeño orificio del tubo (y esto no ayudaba a que se la comiesen). Como solución, en las siguientes misiones se incluyeron unos cubos de 1,27 cm de lado, que, como describen los doctores Michele Perchonok y Charles Bourland, del Instituto Nacional de Investigación Biomédica Espacial en Houston (EEUU), "eran una mezcla hipercalórica de proteínas, grasa sólida, azúcar, fruta y nueces". El problema seguía siendo el mismo: a los astronautas no les gustaban esos mejunjes porque su textura era muy diferente a la de la comida de la tierra y por eso "muchos de los cubos volvieron sin comer", relatan los científicos.

placeholder Los cubos y tubos que formaban la comida del programa Gemini. (NASA)
Los cubos y tubos que formaban la comida del programa Gemini. (NASA)

Pero a pesar de las deficiencias culinarias, lo cierto es que la carrera espacial continuó. Mientras los soviéticos estrellaban (a propósito) naves no tripuladas contra la luna y mandaban tripulaciones de dos hombres al espacio (y a Valentina Tereshkova, la primera mujer), los estadounidenses preparaban su siguiente ronda de misiones: el Programa Gemini. Su finalidad era comprobar cómo afectaban las estancias espaciales largas (de hasta 14 días) a los astronautas. Con el cambio de misión, cambió también la comida: 2.500 kcal diarias para cada tripulante, con la parte mala de que para ahorrar espacio debían ser concentradas, otra vez en forma de cubos y tubos. El resultado fue mucho peor de lo esperado: "El consumo fue inadecuado y los astronautas perdieron peso", detallan en un informe los mencionados expertos.

El siguiente paso de la carrera espacial fue colocar a seres humanos en la Luna y los estadounidenses pusieron toda la carne en el asador con el Programa Apolo. Las primeras misiones, incluyendo el famoso Apolo 11, que aterrizó el 20 de julio de 1969 en el Mar de la Tranquilidad, consumían la misma comida que los proyectos anteriores. Solo en las misiones más tardías se incorporó agua caliente a las naves, lo que permitió llevar comida deshidratada y rehidratarla, lo que mejoraba el gusto y la textura con el objetivo de hacerla más familiar todavía, y se dio a los astronautas cucharas para comerla.

Además, como los paseos lunares duraban mucho tiempo, la NASA diseñó una barra de fruta comprimida y envuelta en un film de almidón comestible, que estaba en un bolsillo dentro de los trajes lunares y que los astronautas podían comer sin usar las manos. De todos modos, el éxito de todas estas innovaciones fue solo moderado. Los especialistas destacan que "la mayoría de los astronautas no consumieron suficientes nutrientes". ¿La culpa? "Una nutrición adecuada empieza presentando al consumidor la comida en un formato que reconozca", lo que no era precisamente el caso.

"La tripulación del programa Shuttle-Mir dijo que era 'única' la fusión de comidas rusas y americanas"

A partir de este punto, la carrera espacial cambió considerablemente. Estados Unidos 'ganó' la Luna y el nuevo objetivo pasó a ser llevar a cabo, en órbita terrestre, misiones de muy larga duración, así como la creación de estaciones espaciales. Se llevaron a cabo proyectos como el estadounidense Skylab, la soviética Salyut 1 o la famosísima Mir, que podían llegar a albergar a cosmonautas durante largos periodos de tiempo, como a Valeri Polyakov, que permaneció nada más y nada menos que 437 días fuera de nuestro planeta. Para este tipo de misiones, la NASA sorteó los anteriores escollos introduciendo en su programa Skylab un menú con un ciclo de 6 días que incluía 72 comidas diferentes para elegir y que podían ser calentadas en órbita. Y además la nave tenía neveras y congeladores, con lo que sus habitantes podían comer fruta y otros productos frescos a diario. Es por esto que los astronautas de este programa han sido los que mejor ingesta nutricional han tenido hasta la fecha (y eso incluye a los de la Estación Espacial Internacional –ISS por sus siglas en inglés–).

placeholder El ministro de Ciencia, Pedro Duque, preparándose un snack en el transbordador espacial Discovery. (Foto: NASA)
El ministro de Ciencia, Pedro Duque, preparándose un snack en el transbordador espacial Discovery. (Foto: NASA)

Mientras los soviéticos se especializaban en estaciones espaciales, los estadounidenses lo hicieron en el transbordador espacial. Como el espacio era mucho más limitado, las neveras y los calentadores desaparecieron, así que la agencia espacial decidió incorporar algunos productos de supermercado, como snacks. Además, cada uno de los astronautas consensuaba con la organización cuál iba a ser su menú personal. Esto cambió cuando comenzó el programa Mir-Shuttle, en el que el transbordador se acoplaba a la estación espacial y esta albergaba a los astronautas rusos y americanos durante estancias prolongadas. Como había que llegar a un acuerdo sobre qué comida se llevaba al espacio, se decidió hacer una 'fusión gastronómica espacial' en la que cada país suministraba el 50% y todos los astronautas comían lo mismo. Según se recoge en un informe de la propia NASA, "toda la tripulación hizo énfasis en que la combinación de comidas rusas y estadounidenses generaban un tipo 'único' de variedad".

Tras la caída de la Unión Soviética, y más aún tras la cancelación del transbordador espacial, la colaboración entre las dos superpotencias espaciales resultó ser fundamental. Los acuerdos políticos firmados en los años 90 provocaron la creación de la Estación Espacial Internacional (ISS), en la que un mínimo de 3 astronautas está presente en todo momento. Para este proyecto, se han desarrollado en el Johnson Space Center de la NASA más de 55 nuevas comidas. Para conservar los alimentos con todos sus nutrientes, propiedades, sabores y texturas, se utilizan métodos como la deshidratación, la termoestabilización (lo mismo que la quinta gama y parecido a la pasteurización) y la irradiación (con radiaciones ionizantes que matan todas las bacterias y patógenos). Además, los astronautas son capaces de negociar qué tipo de manjares quieren comer en órbita.

En qué consiste el menú de un astronauta hoy

placeholder Una lata de cordero (baránina en ruso) en la Estación Espacial Internacional. (Foto: NASA)
Una lata de cordero (baránina en ruso) en la Estación Espacial Internacional. (Foto: NASA)


No será por falta de variedad. En la ISS, un día cualquiera incluye un desayuno que consiste en queso cottage con nueces, pollo con ciruelas, pan de centeno moscovita, zumo de manzana con pulpa y sin azúcar; la comida consta de perca, sopa campesina, cerdo con salsa, pan, kuraga, zumo y té, y la cena contiene cóctel de gambas, filete de ternera, macarrones con queso, macedonia de frutas, bebida de fresa y té con limón. Por último, tienen una cuarta comida que pueden consumir cuando ellos quieran a modo de tentempié: almendras, zumo de melocotón y una barra de granola. Este es el menú de un solo día, que se vuelve a repetir la semana siguiente. El resto de días, son totalmente diferentes, pero igualmente completos. No comen mal los astronautas de ahora...

Si alimentarnos correctamente en la comodidad de nuestro hogar, con recursos suficientes, parece una ciencia inexacta y que cambia día a día, hacerlo en el espacio es infinitamente más difícil. La historia de la exploración espacial no se habría podido llevar a cabo si algunas de las mentes más brillantes no hubiesen dedicado todo su potencial a responder una pregunta tan sencilla como: ¿qué comeremos a más de 100 kilómetros de la tierra?

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