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Los mejores trucos para hacer bizcocho casero esponjoso y rico
  1. Gastronomía y cocina
Fácil pero importante

Los mejores trucos para hacer bizcocho casero esponjoso y rico

Es un clásico de nuestra carta repostera. Sin embargo, lograr uno alto y señorial por fuera y tierno y suave por dentro no es tan sencillo como parece. Estos son algunos consejos

Foto: Bizcocho.
Bizcocho.

El bizcocho es uno de los dulces más tradicionales de cuantos conforman la carta repostera. Curiosamente, su nombre proviene de la palabra latina 'biscotus', que significa 'cocido dos veces'. Esta hace alusión a unos panecillos que se hacían antiguamente, los cuales se horneaban durante un tiempo, después se retiraban del molde y finalmente se volvían a cocinar. La razón por la que se aplicaba este procedimiento es porque permitía alargar la conservación de la masa durante más tiempo.

Al margen de esta curiosidad, lo cierto es que el clásico bizcocho es un dulce muy presente en nuestras mesas desde tiempos inmemoriales. Quizás su genialidad radica en el empleo de ingredientes simples y asequibles, en una apariencia señorial y majestuosa, o en su textura suave, esponjosa y tierna. Sea como fuere, el bizcocho ejerce de eterno acompañante de un café o de un chocolate, casa a la perfección con un anís o un licor dulce y alegra como pocos las sobremesas.

Asimismo, la elaboración del bizcocho es de lo más sencilla y no requiere de un maestro repostero para lograr un buen resultado. Sin embargo, es posible que en la simpleza esté la dificultad. A muchos se les antoja una quimera lograr una versión apetecible ya sea porque su interior queda poco cuajado o seco, porque se ha quemado la base o porque la masa no ha subido lo esperado. Afortunadamente, elaborar un delicioso bizcocho solo es cuestión de metodología y mucha práctica. ¿Qué normas hay que seguir al pie de la letra?

Los ingredientes

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Foto: iStock.

Huevos, harina, azúcar y levadura son los ingredientes básicos que se necesitan para hacer un bizcocho casero. Hay quien prescinde de pesar las cantidades correspondientes midiéndolas a ojo, sin embargo, esto es un error. La razón es que la repostería es una ciencia exacta; de modo que cuando hay variaciones, el resultado no suele ser el esperado. Si queremos crear un dulce sabroso, debemos pesar todos los componentes y trabajar con las cantidades exactas que precisa la receta.

Bizcocho es un vocablo que proviene de la palabra latina 'biscotus', que significa 'cocido dos veces'

En esta tarea también debemos incluir los huevos. La cantidad de este ingrediente suele venir detallada por unidades en los recetarios, sin tener en cuenta que cada una tiene su peso. Aunque la diferencia entre unos huevos y otros parezca prácticamente inapreciable, lo cierto es que esta puede arruinar la receta. Y, dicho sea de paso, los huevos deben estar a temperatura ambiente. De lo contrario, corremos el riesgo de que la mezcla batida no se unifique adecuadamente y, por lo tanto, la masa quede poco esponjosa.

El azúcar

Este ingrediente adquiere máxima importancia a la hora de batir los huevos. Se aconseja agregar un punto de azúcar al procedimiento pues de esta manera la mezcla tendrá una textura más densa, firme, estable y, por lo tanto, soportará de buen grado el peso del resto de los ingredientes. Por otra parte, en su empeño por crear postres más ligeros y saludables, muchas personas reducen la proporción de azúcar que indica la receta. Sin embargo, esta decisión no es un acierto. El motivo es que este ingrediente no solo endulza, sino que ayuda a conseguir una masa consistente que confiere solidez y esponjosidad al bizcocho. Si queremos restarle poder calórico, podemos optar por recetas que incluyan otro tipo de edulcorantes, como la miel, pero nunca modificar las cantidades establecidas por la receta.

Los huevos

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Batir no consiste en remover los huevos a lo loco hasta que estos se hayan diluido por completo. Al contrario, requiere la aplicación de una técnica concreta. Lo aconsejable es batirlos poco, de forma envolvente y con movimientos sincopados y lentos. De esta manera, la mezcla quedará más oxigenada, aireada, estructurada y además crearemos microburbujas uniformes que permitirán que la masa quede ligada, dando lugar a un bollo esponjoso.

Precaución con la levadura

La levadura es un impulsor químico cuya misión es propiciar el crecimiento de la masa. Si agregamos poca cantidad de este ingrediente, la masa del bizcocho no crecerá lo suficiente. Si, por el contario, somos generosos con la proporción, el bollo crecerá mucho y rápido, para después acabar menguando súbitamente. Por lo tanto, si queremos conseguir un bizcocho de aspecto majestuoso, es importante ser fieles a las indicaciones de la receta.

Manejo del horno

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Foto: iStock.

El manejo del horno es otro aspecto que determina la consecución de un bizcocho adecuado. Es importante precalentarlo a 180 o 200 grados durante quince minutos antes de introducir la masa, pues así lograremos una correcta cocción de la elaboración. Y, dicho sea de paso, no debemos abrir este electrodoméstico hasta que no haya pasado al menos media hora o, lo que es lo mismo, cuando el bizcocho comience a tomar color, pues perderá esponjosidad. Para saber si está hecho, basta con introducir un tenedor en el interior de la masa. Si las púas salen limpias, el bizcocho está listo.

Paciencia para desmoldar

Una vez hayamos sacado el bizcocho del horno, se aconseja esperar a que se enfríe -mejor a temperatura ambiente- para desmoldarlo. Si lo extraemos cuando está recién hecho, corremos el riesgo de que se desmorone. Igualmente, si no hemos untado la base de dicho molde con mantequilla o aceite antes de verter la masa para hornearla, es posible que la base del dulce quede adherida al fondo.

El bizcocho es uno de los dulces más tradicionales de cuantos conforman la carta repostera. Curiosamente, su nombre proviene de la palabra latina 'biscotus', que significa 'cocido dos veces'. Esta hace alusión a unos panecillos que se hacían antiguamente, los cuales se horneaban durante un tiempo, después se retiraban del molde y finalmente se volvían a cocinar. La razón por la que se aplicaba este procedimiento es porque permitía alargar la conservación de la masa durante más tiempo.

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