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Tres riquísimas formas de cocinar el conejo (que no son al ajillo)
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LAS OTRAS RECETAS

Tres riquísimas formas de cocinar el conejo (que no son al ajillo)

Blanca, tierna, fácil de digerir y con un gusto suave, esta carne es una de las más saludables que existen. Además, ofrece un sinfín de sabrosas posibilidades en la cocina

Foto: Conejo guisado. (iStock)
Conejo guisado. (iStock)

La carne de conejo forma, junto a la de pavo y la de pollo, la triada sobre la que se sustenta el grupo cárnico más saludable de la pirámide alimentaria. Un título de lo más comprensible, pues esta carne blanca apenas contiene hidratos de carbono. Además, presenta discretas cantidades de grasa -en torno a un 5%- y aporta pocas calorías -unas 130 por cada 100 gramos-. Esto la convierte en una gran amiga de las dietas hipocalóricas y de aquellas personas que necesitan mantener a raya los niveles de colesterol y tensión o los síntomas propios de las enfermedades cardiovasculares.

No obstante, el listado de virtudes nutricionales de la carne de conejo no acaba ahí. Es una gran fuente de proteínas de alto valor biológico y además aporta generosas cantidades de vitaminas, sobre todo del grupo B, y de minerales, mayormente selenio, potasio y fósforo. Asimismo, la carne de este mamífero tiene una textura muy tierna al presentar un escueto contenido en colágeno, siendo una de las piezas más digeribles de cuantas integran el elenco cárnico. Aunque al ajillo es quizás el modo más tradicional de consumir esta carne magra, existe un universo de posibilidades culinarias que permite sacarle el máximo partido gustativo y, además, agasajar a nuestro paladar con un festín de sabores, texturas y aromas. Estas son algunas ideas.

Conejo en salsa de mostaza y zanahorias

placeholder Foto: iStock.
Foto: iStock.

Estamos ante una receta con mucha personalidad, rebosante de sabor y matices, e idónea para degustar en el almuerzo o para sorprender a nuestros invitados. La salsa de mostaza otorga a esta elaboración un retrogusto ligeramente picante, mientras que las zanahorias aportan un contrapunto más dulzón.

Ingredientes:

  • 1 conejo
  • 1 zanahoria
  • 1 cebolla
  • 100 ml de vino blanco
  • 15 ml de mostaza
  • 220 ml de agua
  • 130 ml de nata
  • Aceite de oliva
  • Sal
  • Perejil

Comenzamos preparando el sofrito, que determinará el sabor final de esta preparación. Para ello, rehogamos la zanahoria y la cebolla picadas en una cazuela con aceite de oliva. Después, añadimos el conejo troceado y salpimentado y lo regamos con el vino blanco. Cuando el alcohol de este líquido se haya evaporado, echamos el agua y dejamos cocer todos los ingredientes durante 25 o 30 minutos. Transcurrido este tiempo, extraemos la carne de la cazuela y, en su lugar, echamos la nata y la mostaza. Removemos bien y cuando la salsa esté perfectamente integrada, devolvemos la carne a la cazuela, echamos un poco de perejil y finalmente sazonamos con una pizca del sal. Si queremos acentuar los matices picantes, podemos decantarnos por una variedad de mostaza más intensa o incluso por semillas, pues son mucho más sabrosas.

Guiso de conejo con champiñones al vino blanco

Con la llegada del otoño, se multiplican las posibilidades micológicas para incluir en nuestras elaboraciones culinarias. Aunque esta receta admite de buen grado otras variedades de setas con más intensidad gustativa, como el níscalo o el boletus, nos hemos decantado por los champiñones pues aportan una suavidad extra al plato. Además, lo convierten en una opción más apta para quienes buscan cuidar su línea.

Ingredientes:

  • 1 conejo troceado
  • 10 champiñones
  • 2 patatas grandes
  • 2 dientes de ajo
  • 1 vaso de vino blanco
  • Tomillo
  • Aceite de oliva, sal y perejil

Empezamos cociendo las patatas -mejor sin pelar- en una cazuela con agua. A continuación, sellamos las piezas de conejo por ambos lados en una cazuela con un chorro de aceite de oliva. Cuando las piezas comiencen a lucir un tono dorado, agregamos el vino, los champiñones y una pizca de tomillo; y dejamos que se haga lentamente. Mientras, majamos en un mortero los ajos y el perejil junto a una pizca de sal y aceite de oliva. Para terminar, echamos la mezcla y las patatas cocidas a la cazuela. Un plato sabroso repleto de sabores y aromas campestres que podemos acompañar con una ensalada.

Conejo marinado en salsa de almendras

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Foto: iStock.

La combinación de esta carne magra con las almendras da lugar a una fusión de sabores exquisitos, que encajan muy bien con los paladares que se rinden a los toques dulces y delicados. Además, este fruto seco es muy nutritivo y rico en vitaminas B y E, minerales, fibra y grasas saludables.

Ingredientes:

  • 1 conejo troceado
  • 3 dientes de ajo
  • Pimentón
  • Comino
  • 1 cebolla
  • 50 ml de brandy
  • 50 g de almendras molidas
  • Agua
  • Harina
  • Pimienta, aceite de oliva y sal

En primer lugar, marinamos el conejo -mejor si lo hacemos el día anterior-. Para ello, extendemos las tajadas en una bandeja, agregamos los ajos picados y después condimentamos con sal, pimentón y un chorro de aceite de oliva. Mezclamos todo bien y lo dejamos reposar unas tres horas en la nevera. Transcurrido ese tiempo, rebozamos las piezas de carne en harina, las sellamos en una sartén con aceite de oliva y reservamos.

A continuación, hacemos la base del guiso. Para ello, pochamos la cebolla junto a las almendras durante tres o cuatro minutos. Después, agregamos el conejo, lo regamos con un chorro de brandy y finalmente lo cubrimos de agua. En 20 o 25 minutos estará listo. En caso de querer obtener una salsa más espesa, bastará con agregar más cantidad de almendras a la mezcla.

La carne de conejo forma, junto a la de pavo y la de pollo, la triada sobre la que se sustenta el grupo cárnico más saludable de la pirámide alimentaria. Un título de lo más comprensible, pues esta carne blanca apenas contiene hidratos de carbono. Además, presenta discretas cantidades de grasa -en torno a un 5%- y aporta pocas calorías -unas 130 por cada 100 gramos-. Esto la convierte en una gran amiga de las dietas hipocalóricas y de aquellas personas que necesitan mantener a raya los niveles de colesterol y tensión o los síntomas propios de las enfermedades cardiovasculares.

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