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Casticismo puro: De Manila, la nueva Casa Hilda de siempre
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Casticismo puro: De Manila, la nueva Casa Hilda de siempre

El conocido restaurante madrileño cambia de nombre, pero conserva su magnífica cocina tradicional, con unos platos reconocibles por todos sus clientes

Foto: De Manila.
De Manila.

Desde que en 1988 María Teresa y Fidel dejaron el genuino y añorado Luarqués para coger en traspaso la ya existente Casa Hilda, nada había cambiado en la casa de comidas y mucho menos el nombre. A lo largo de esos 30 años, María Teresa en la cocina y Fidel en el comedor han conseguido convertir a Casa Hilda (C/ Bravo Murillo, 24) en un auténtico clásico de barrio.

Hace escasamente tres meses, coincidiendo con el 30 aniversario del establecimiento y la llegada a la responsabilidad del negocio de David, el hijo mayor de la familia Muñoz, Casa Hilda ha experimentado una gran transformación.

En el 30 aniversario del local se renueva la imagen con aires exóticos, pero su cocina permanece intacta

Lo que antes era un restaurante tradicional, tanto en su aspecto exterior como interior, se ha convertido ahora en un local con nombre y aires exóticos. De Manila como reclamo en la fachada y, tanto fuera como dentro, una estética y un estilo colonial moderno

No confundir con un restaurante de fusión

Con estos cambios, la idea de David era intentar modernizar la imagen del restaurante para así atraer nuevos parroquianos. Que el restaurante ha quedado más agradable y actual es indudable, pero la decisión de cambio de nombre y esa nueva fachada verde y brillante despistan un poco y el sitio se puede tomar por una cafetería con pretensiones o uno de esos muchos nuevos restaurantes orientales o de fusión.

Para contrarrestar la extrañeza que producía en sus clientes habituales ver, después del verano, que su Casa Hilda de toda la vida se había transfigurado en otra cosa, David no ha tenido más remedio que colocar un cartel aclaratorio en la cristalera del local en el que puede leerse: De Manila, la nueva y renovada imagen de Casa Hilda, bajo la misma dirección, ofrece una cocina de tradición, de nombres llanos y castellanos.

placeholder Fachada de De Manila.
Fachada de De Manila.

Según cuenta David, la idea de llamarlo De Manila buscaba transmitir una idea de renovado casticismo, por aquello del mantón de Manila y las chulapas de Chamberí…, pero el guiño no se ha pillado y, hoy por hoy, el efecto perseguido no parece haberse conseguido mucho, la verdad. Casa Hilda, de todas formas, sigue lleno de sus clientes habituales, la mayor parte de los cuales rebasa, con holgura, los 60; pero, de momento y tristemente, no hay rastro de gente joven.

Y es una pena porque el nivel de esta impecable casa de comidas sigue siendo excelente: el comedor pulcro y cómodo, con mesas amplias y bien vestidas; el servicio, atento y diligente, y la carta, sin pretender descubrir nada, revela una magnífica cocina casera que utiliza las mejores materias primas, ofreciendo platos bien elaborados, de paladar limpio y gustoso y presentados en generosísimas raciones.

placeholder De Manila.
De Manila.

Como entrantes, entre otras muchas propuestas: berenjenas, boquerones o calamares finamente rebozados y justamente fritos; unas alcachofas dignas de la Manduca de Azagra, unas habas con jamón de las que se recuerdan… Entre los segundos: un bonito con ese tomate casero que te lleva a la infancia y a la cocina de tu abuela, o ese morcillo asado de ternera de los que ya no se ven, o la merluza rebozada, o las chuletillas de cordero con esas patatas fritas crujientes y jugosas, o las paletillas y el cocido por encargo… Y de postres de la casa: flan, arroz con leche… En definitiva y como dice Fidel –el patriarca de este restaurante familiar– ,“lo que nosotros hacemos es una cocina rica y sencilla”.

De Manila ahora y Casa Hilda siempre, es uno de esos gloriosos reductos de la más humilde pero mejor cocina castiza madrileña. Ojalá que los jóvenes no se dejen engañar por las apariencias y entrando en De Manila disfruten de la más auténtica Casa Hilda de siempre.

Desde que en 1988 María Teresa y Fidel dejaron el genuino y añorado Luarqués para coger en traspaso la ya existente Casa Hilda, nada había cambiado en la casa de comidas y mucho menos el nombre. A lo largo de esos 30 años, María Teresa en la cocina y Fidel en el comedor han conseguido convertir a Casa Hilda (C/ Bravo Murillo, 24) en un auténtico clásico de barrio.

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