Carlos Moro, el guardián del secreto del mejor vino del mundo
Seis D.O., varias bodegas y una misma firma de autor. El bodeguero de éxito es indivisible del empresario, como explica en su reciente libro. Alimente descifra las claves de sus páginas
Seis denominaciones de origen, varias bodegas y una misma firma en cada botella. No es muy común, menos si uno de esos vinos obtuvo el título de mejor del mundo. Lo verdaderamente excepcional, sin embargo, surge inmediatamente después de la burda enumeración de Alimente: “Fue un gran honor y un esfuerzo increíble conseguir ese reconocimiento, pero lo cierto es que el de 2018 es mejor”. Descoloca porque Carlos Moro, el hombre detrás de las palabras, no está allí para vender nada, ni siquiera el libro que acaba de presentar: 'Pasión por la tierra, pasión por la empresa', Ed. Deusto.
Es más, ni siquiera nos ha convocado, prácticamente nos hemos colado entre empresarios y hombres fuertes de la industria del vino a curiosear que hay detrás de Matarromera. Subimos la apuesta. Entre sus creaciones hay un vino muy concreto porque no tiene alcohol. Alimente investigó el éxito de la cerveza 0,0 y una de las conclusiones fue que era difícilmente replicable en otras bebidas fermentadas de más alta graduación: “Lo estamos consiguiendo aunque es cierto que tiene unas dificultades técnicas importantes. Ya es un gran producto, pero será aún mejor, es cuestión de tiempo”.
Para adquirir bodegas basta una fortuna, pero para lograr el éxito se necesita esfuerzo durante décadas
El silencio que se produce no es fruto del estupor, sino de la reflexión. La clave está al final de la frase: el tiempo. Carlos Moro ha reventado una pregunta antes de que se haya formulado: la importancia de los años y el complejísimo proceso de elaboración de un vino. Recapitulemos: comprar bodegas en diferentes D.O., invertir dinero y comercializar vino está al alcance de pocos bolsillos. Basta tener una fortuna. El detalle que lo hace único se esconde en otro rincón: la paciencia y la dedicación durante décadas.
Formación renacentista
La realidad es que Matarromera es solo una bodega y Carlos Moro es una vida muy completa, como resume en el libro. De hecho, facilita la comprensión de muchos de sus logros en el mundo del vino: "Toda esa trayectoria, esa dedicación, se debe a los conceptos que he barajado, uno de ellos se debe a una formación muy renacentista, muy amplia y diversa. Ha sido sumamente importante para las empresas que he ido montando. Hoy en día necesitan un conocimiento importantísimo en todos los medios, de informática, de economía, de gestión, de comunicación y marketing".
Aquí reside una de las claves que explican el éxito de las bodegas y que forma parte de la pasión empresarial, pero su libro comienza por la tierra: "En efecto, en el caso de las bodegueras es importante la trayectoria familiar, en la nuestra, centenas de años dedicados a la agricultura, a la viticultura y a la bodega. Mi padre, mi abuelo y mi bisabuelo, y además por las dos ramas. De alguna manera todo eso se mama, se vive, se aprende y se proyecta a lo que ahora tenemos delante".
"Al igual que la D.O. Ribera del Duero, Matarromera nació con el concepto de la excelencia, de liderar"
Sin embargo, lo que hay delante es una realidad muy distinta de la bodega familiar, hay un proceso de creación e innovación constante: "Es cierto que Matarromera surge de nuevo fundada por mí ex novo y nace con un concepto muy diferente de lo que había en ese momento. Al igual que nació en su día la D.O. Ribera de Duero, que no tenía que ver con las bodegas que había tradicionales, hundidas en la tierra, más pequeñitas, normalmente a granel y sin marca, Matarromera surge desde el inicio con la idea de conseguir un vino de máxima calidad y de competir entre los mejores vinos del mundo y de España. Plantear unos vinos con marca, con idiosincrasia, pero también con proyección exterior. También tenía la pretensión de hacer no solo el vino, sino mantener una empresa que le diera solidez y soportara la creación, el mantenimiento y la mejora continúa de sus elaboraciones. Creo que es lo más importante: después llegaron el resto de bodegas, cada una con su estilo".
Salto sin red
Lo más sorprendente es la convicción que transmite en todos sus proyectos. Alimente es cauto con un producto como el vino sin alcohol; sin embargo, Carlos Moro es convincente: "Hay patentes desde 2008, una mejora que es continua, nada que ver con lo que había hace doce años. No hay muchas bodegas, pero estamos entre las mejores del mundo. Es un gran reto porque separar o quitar 14 grados no es lo mismo que 4, y la integración de un vino es un proceso mucho más complejo que el de la fermentación de una cerveza, que es más simple. Ahí radica el valor precisamente de nuestro vino Win y todo el proceso de investigación, además de algunas patentes que estamos desarrollando para seguir avanzando".
El hombre que logró el galardón del mejor vino en el año 95 prefiere no mirar atrás: "No son los mismos Matarromera que los que hacía hace 30 años: son mejores. Están más adaptados. Todo es importante, todo suma, las creaciones van creciendo, cambiando, porque los gustos también lo hacen y, por tanto, aunque el premio resultara importante seguimos mejorando".
Seis denominaciones de origen, varias bodegas y una misma firma en cada botella. No es muy común, menos si uno de esos vinos obtuvo el título de mejor del mundo. Lo verdaderamente excepcional, sin embargo, surge inmediatamente después de la burda enumeración de Alimente: “Fue un gran honor y un esfuerzo increíble conseguir ese reconocimiento, pero lo cierto es que el de 2018 es mejor”. Descoloca porque Carlos Moro, el hombre detrás de las palabras, no está allí para vender nada, ni siquiera el libro que acaba de presentar: 'Pasión por la tierra, pasión por la empresa', Ed. Deusto.