Rueda se mueve: ocho de sus mejores embajadores
Tal vez no todas las decisiones sean las más acertadas, pero sí hay que reconocer que Rueda se está poniendo las pilas para no ser arrollada por un éxito que no le está siendo del todo favorable… Lo explicamos
Hace mucho mucho tiempo que esta zona está siendo injustamente tratada por propios y ajenos, esto es, desde dentro y fuera de Rueda. En casa porque son numerosas las bodegas que vienen tirando los precios de los vinos desde hace años, lo que, sin duda, repercute en la calidad. Una actitud que ha beneficiado las ventas pero también la imagen poco ‘gratificante’ que se tiene de la zona. Esa idea extendida que asocia verdejo con frescos (¡fresquitos!), afrutados, ligeros, jovencitos y, ante todo, baratos les hace un flaco favor. La zona se encuentra en ese punto de 'no me quieras tanto y quiéreme mejor'
Es el motivo por el que, desde el Consejo Regulador, se quiere tomar el toro por los cuernos intentado darle la vuelta a la situación. A esto responden las decisiones y cambios acometidos en los últimos meses; dignificar Rueda es el objetivo. Primero, porque la juventud no está reñida con la calidad, pero además porque los blancos de verdejo también tienen potencial de envejecimiento si se piensan y elaboran con esta finalidad. Rueda, contra esa errónea creencia extendida, es también territorio de vinos de calidad, de elaboraciones importantes y con peso en el panorama vinícola.
Parte de la zona de Rueda está a gran altitud (850 metros), ahí se trabaja con suelos arenosos, los más pobres
Por eso, necesidad y tendencia se dan la mano en los acuerdos más recientes alcanzados en el seno del Consejo Regulador. La denominación ha conseguido aprobar varias modificaciones en su normativa (lo que se conoce técnicamente como 'pliego de condiciones') que pretenden atender tanto la demanda de los mercados como la necesidad de dar valor añadido a sus vinos. Para ello van a contar con un nueva categoría, la de Gran Vino de Rueda, además de la figura de Vino de Pueblo.
La clave está en los requisitos que se exigirán para ser ‘reconocidos’ como tales, pues hay que entender que ambos priorizan calidad, diferenciación, territorialidad… Pero por ahora lo que se sabe es que Gran Vino lo podrán llevar las etiquetas cuyas uvas provengan de viñedos con más de 30 años (situación de muchos), con un rendimiento menor de 6.500 kg por hectárea y un ratio de transformación en bodega del 65%. Vinos que se podrán comenzar a elaborar en la añada 2020. Pero si solo se queda en esto, se corre el riesgo de que el mercado se ‘sature’ de ‘grandes vinos’. Respecto al Vino de Pueblo, podrán indicar el municipio del que provienen las uvas, siempre y cuando el porcentaje sea igual o superior al 85%. Pues eso, lo mismo, poco añade si es el único requisito.
Es en el nivel de exigencia donde radica el interés de todo esto; tendrán mayor credibilidad y valor cuanto mayores sean los requisitos para llevar esos apellidos. Si por el contrario son condiciones que, a priori, parece puede cumplir cualquiera, solo favorecerá a los vinos más económicos en detrimento de bodegas y etiquetas que están trabajando y haciendo importantes inversiones y esfuerzos en favor de la calidad poniendo el acento en el territorio, los suelos y, por supuesto, en la uva verdejo. Por supuesto, bodegas que seguro se pensarán lo de distinguirse con esas categorías que, por el momento, no aportan demasiado… Porque pensar en un vino grande es eso, pensar a lo grande en todos los procesos de la elaboración (selección, vinificación, crianza, etc).
Definida la situación y al margen del camino que decida emprender cada bodega, lo cierto es que en Rueda se elaboran vinos grandes, de nivel, bien interesantes y ejemplos evidentes de la capacidad de envejecimiento de la verdejo. Elaboraciones todas más que alejadas de esa imagen extendida que tanto daño viene haciendo a la zona. Estos ocho vinos así lo demuestran…
De la firma riojana Vinos de los Herederos del Marqués de Riscal es Finca Montico 2018 (14 €), pues la histórica casa se instala también en el pueblo vallisoletano de Rueda en los setenta, siendo uno de los primeros productores de vinos de la zona donde ahora cuentan con la mayor superficie de viñedo en propiedad (230 hectáreas). Fruto de esa experiencia, este verdejo es uno de sus vinos más especiales, moderno, y esta es la primera añada que sale con certificación ecológica. De viñas viejas situadas en el pago de Montico, de ahí su nombre, solo el 20% fermenta y se cría en fudres de madera. Eso sí, todo el vino mantiene el contacto con las lías al menos cuatro meses. Frutoso, con aromas herbáceos, de hinojo, flores blancas. Boca untuosa, grasa, fresca, y un largo recorrido.
Tras presentar hace unas semanas Finca Las Comas 2016, el más reciente estreno de Bodegas José Pariente en La Seca (Valladolid), para esta ocasión José Pariente Cuvée Especial 2016 (25 €) es su otro verdejo ‘especial’ por, también, diferente. Elaborado en depósitos ovalados de hormigón, las uvas proceden de un viñedo de 1910 localizado en Hornillos de Eresma, sobre el que desarrollan una agricultura ecológica. Con una crianza sobre lías de once meses, refleja territorio: un vino potente, elegante, con finura en el paso, marcada mineralidad pero buen carácter frutal. Victoria Pariente y Martina Prieto, madre e hija, son sus creadoras y destacadas abanderadas en el trabajo por poner en valor los vinos de Rueda.
Otro de los ruedas especiales es el de Didier Belondrade, otro de los vecinos importantes de La Seca. Belondrade y Lurton 2018 (34,60 €) es la más reciente añada, en el mercado desde hace unas semanas. Sale con una crianza de unos diez meses en roble francés, previa fermentación también en madera, lo que le identifica cosecha tras cosecha si bien es cierto que en las últimas la frescura de la fruta va ganando presencia. Un vino estructurado, aromático, con notas florales, cítricas (pomelo), y recuerdos de esa crianza. Graso y crujiente en la boca, con vida por delante. Un claro ejemplo de la capacidad de envejecimiento de la uva verdejo.
Bodegas Naia también comparte pueblo y es Naiades 2016 (20,64 €) su verdejo más top…y sin duda merece ser reconocido e incluido en esta selección. Con una crianza de siete meses sobre lías en roble francés, previa fermentación en barrica, nace de viñedos centenarios, en pequeños pagos sobre suelos arenosos. Un verdejo original, con complejidad aromática, expresivo. Notas de fruta de hueso y frutos secos, recuerdos de su paso por madera (especias, vainilla), minerales y balsámicos. En boca es amplio, sabroso, cremoso pero con frescura y una estupenda persistencia.
VMalcorta 2018 (20 €), de Javier Sanz Viticultor, es, como su propio nombre indica, un 'verdejo singular'. Y es que es fruto de un largo proceso de investigación y recuperación de variedades emprendido hace años por la familia, de larga tradición vitivinícola en La Seca, pues van ya por la quinta generación. Malcorta, que nace con la añada 2014, procede de una uva verdejo casi extinguida cuya dificultad de vendimia (a lo que responde su nombre) la había condenado al olvido. Es por eso que, hasta la fecha, son los únicos que la cultivan en la zona. Malcorta es un vino que sorprende, con aromas cítricos junto a notas florales, de fruta de hueso, hierbas aromáticas y un fondo mineral. En la boca hay untuosidad, volumen, agradable acidez y un largo recorrido.
Sin abandonar el pueblo, el siguiente verdejo es de Cuatro Rayas, un gran vino del que se viene hablando mucho en los últimos tiempos. Amador Diez Cuvée 2017 (29 €), de viñas de diez hectáreas prefiloxéricas situadas en Segovia y Valladolid, con tratamientos ecológicos, fermentado en roble francés de 500 litros y criado en barricas durante ocho meses sobre sus lías. Expresivo, con destacados aromas cítricos, de fruta blanca y anís, junto a notas de su crianza (regaliz, vainilla). Fresco y untuoso en boca. Ha sido bautizado con el nombre de quien fuera presidente de la bodega durante 21 años (se fundó en 1935).
Nisia Las Suertes 2017 (23 €) es el verdejo ‘mayor’ –pues hay un hermano pequeño– del bodeguero Jorge Ordóñez en la localidad vallisoletana de Puras. Durante muchos años siendo un importantísimo importador de vinos españoles en Estados Unidos, tras volver a España fue desarrollando diversos proyectos enológicos en diversas denominaciones de origen; Bodegas Ordoñez es su casa en Rueda. Trabajos que destacan por novedosos, por cómo se elaboran, por la selección de viñedos y uvas previas. Ingredientes con los que logra que sus vinos, de una forma u otra, destaquen.
En Rueda parte de la zona de mayor altitud (850 metros), donde trabaja con suelos arenosos y de los más pobres de la región. Finca las Suertes da nombre a este vino porque de allí procede la uva, un viñedo prefiloxérico y por eso entre los excepcionales de la denominación. Sobre la elaboración, ha fermentado en barricas francesa de 500 y 600 litros, donde después ha estado un año con sus lías. El resultado, notas de fruta madura, especias, aromas de panadería y recuerdos tostados, con una boca sabrosa, amplia y larga.
Para completar esta relación de sobresalientes verdejos de Rueda incorporo el último en llegar a la Familia Martínez Bujanda en Finca Montepedroso, la maravillosa bodega que tienen en la zona (diseño contemporáneo, luminoso, integrado en el entorno y sostenible). Se trata de Montepedroso Enoteca 2017 (36 €), de las viñas de verdejo que tienen a mayor altitud y con una particular crianza de 18 meses sobre lías en huevo de hormigón... Un vino muy rico en aromas, donde destaca la nota mineral junto a hinojo, recuerdos de humo, fruta fresca. Boca con estructura, voluminosa, sabrosa, donde también hay ‘nervio’ gracias a la acidez que mantiene. Largo y con un posgusto donde vuelve la sensación mineral. En suma, resultado de esa combinación de lías y hormigón.
Hace mucho mucho tiempo que esta zona está siendo injustamente tratada por propios y ajenos, esto es, desde dentro y fuera de Rueda. En casa porque son numerosas las bodegas que vienen tirando los precios de los vinos desde hace años, lo que, sin duda, repercute en la calidad. Una actitud que ha beneficiado las ventas pero también la imagen poco ‘gratificante’ que se tiene de la zona. Esa idea extendida que asocia verdejo con frescos (¡fresquitos!), afrutados, ligeros, jovencitos y, ante todo, baratos les hace un flaco favor. La zona se encuentra en ese punto de 'no me quieras tanto y quiéreme mejor'