Bel Mondo, el italiano que trae la verdadera 'dolce vita' a Madrid
Grupo Big Mamma desembarca en la capital en un bellísimo espacio entre un jardín sorrentino, un 'palazzo' lombardo y el eclecticismo de los 80. Su oferta: sabores italianos asequibles y guiños españoles
No hay local así. Es, francamente, una maravilla. El antiguo Loft 39 se ha reconvertido en un imponente restaurante para nada menos que trescientos comensales repartidos en palaciegos salones, estancias que son pura fiesta ochentera y un delicioso jardín interior, abierto todo el año, rebosante de estilo y naturaleza. Es Italia en varios cientos de metros cuadrados. Es moda, diseño, personalidad y buen rollo, y también es cocina. Sí, de su económica y cuidada carta brotan especialidades de la cultura del país de la bota con cierta vuelta personal y española que se aleja de la tradicional 'trattoria' exportada a medio mundo. Producto y personal italiano en su mayoría garantizan autenticidad y calidad.
Al Grupo Big Mamma lo conocen bien en Francia, su país de origen, o en Reino Unido. Allí ya protagonizaron una revolución al hilo de las empresas hosteleras más en boga. Victor Lugger y Tigrane Seydoux, dos jovencísimos apasionados de Italia, según nos cuenta el segundo, han levantado un imperio con alrededor de mil empleados y trece espacios entre París, Lille, Lyon y Londres, cada uno con un carácter pero un nexo común: esa 'essenza' que buscan en cada uno de sus viajes transalpinos, en cada uno de los 150 productores de allá que les nutren, en cada recetario local que prueban, en cada spot de tendencia que visitan. Ya le tocaba el turno a Madrid, otra ciudad que les apasiona, y no han podido dar más en el clavo: hay cola en la puerta y la reserva es más que complicada.
“Normalmente en nuestros negocios no se reserva, se viene directamente a pedir mesa (imagine el éxito de todos si están así de convencidos de que llenan). Dadas las circunstancias sanitarias hemos tenido que implantarlas aunque siempre dejamos libres para que quien aparezca sobre la marcha”, explica Tigrane. Nos recibe al subir unas escaleras repletas de neones que funcionan como acceso y que ya dan idea de ese punto rockero, que lo tiene. En la zona de bar, una barra en un entorno tan 'eighties' como los miles de vinilos y hasta cintas VHS que la rodean, nos apetece ya uno de sus cócteles coloristas. Son una quincena y destacan el refrescante 'signature' Big Mamma, con vodka, lima, jengibre y frutas frescas (8 euros); o el Pez Gordo (vodka, licor de melocotón, jengibre y frutos rojos) que se sirve en una llamativa jarra de forma acuática y que se comparte (19 euros/50 cl).
Este peculiar vaso es solo uno de los detalles que ya dejan ver que cada aspecto aquí está cuidado hasta el extremo. Lo vemos en las salas colindantes, ideadas 'inhouse', y que podrían pertenecer a cualquier lujosa villa “a la orilla del Lago de Garda”, como ellos mismos recuerdan. En el servicio en mesas adornadas con fantásticas porcelanas de Perugia como para llevárselas a casa. En el menú, cómo no, que sorprende por sus precios en semejante ubicación y que, para colmo, y teniendo esto en cuenta, es estupendo.
De él se encarga Ciro Cristiano, hasta ahora chef ejecutivo de todo el grupo y hoy día en exclusiva en Madrid. Nos confiesa casi en secreto que ama esta ciudad y que estaba deseando venirse. Es tan joven como los dos fundadores, treinta y un años, pero le sobra experiencia junto a ellos desde 2013 y, previamente, en su país natal. Está a cargo de casi cincuenta cocineros solo aquí. Como buen napolitano, borda unas exquisitas y finas pizzas al estilo de su región con la ayuda de sus compatriotas 'pizzaioli'. Seis variedades brotan de los inmensos hornos a gas y leña de la casa Manara. Nosotros recomendamos, como ellos, lanzarse siempre a la margarita clásica (11 euros) desterrando el mito de considerarla sosa. Está hecha según los parámetros que la rigen y con esa insuperable y esponjosa masa. Si quiere ir más allá de la masa, es atractiva (y cómica) la Rey a la Fuga a base de rebozuelos y jamón ibérico (14 euros).
Probamos estas pizzas y el resto de platos en uno de los rincones del idílico patio interior ajardinado, climatizado para todo el año, abrazados por una exuberante vegetación y un ambientazo. Hay mucho guiño a España, ya se ve, en diversas elaboraciones. Así comienza la lista de platos, con 'prosciutto di Parma' versus jamón ibérico (14 euros), una pequeña tabla con un claro ganador. Hay, asimismo, bresaola frente a cecina y salame frente a chorizo en un homenaje al fútbol y a ese duelo Azzurri-La Roja. Con divertidos nombres continúan los 'antipasti'. Las 'croquestar' (8 euros) son de enhorabuena por su cremosísima bechamel, su equilibrio entre jamón y trufa y la refrescante ralladura cítrica de su copete. El 'vitello tonnato' (10 euros) con finas láminas de ternera española viene con la salsa tradicional de atún, anchoas y alcaparra, y es rica aunque podría permitirse algo más de potencia. Un toque de alcaparras lleva también el 'no puerro más' (9 euros), un puerro asado al Josper con 'stracciatella' (el corazón de la burrata) que ya es icono y lo merece.
Las pastas caseras son fundamentales. Los pacheri al ragú de cordero (16 euros), cocinado a baja temperatura durante 16 horas, según nos relata Ciro, y con crema de parmesano, cítricos y cilantro son excelentes. El risotto a la milanesa (17 euros por persona) acabado con tuétano se termina frente al comensal, promete, y desinfla un poco su poca gracia. La gran carbonara (15 euros por persona) se ultima sobre una rueda de queso pecorino, un vistoso 'show' del que nos quedamos con las ganas para la próxima ocasión, que la habrá.
Imperdibles los postres. Francesca Migliaccio borda el 'tigramisú' (7 euros) en honor a Tigrane. Como en casa de la 'nonna', llega en una bonita fuente (todas lo son) y se van cortando porciones para quien lo pida. El gran profiterol (7 euros) relleno de helado 'fiordilatte' y bien de crema de chocolate caliente es un pecado. Se van los ojos detrás de la tarta de limón con merengue XXL y detrás de los helados artesanos de Mattia Macchelli. El de avellana es un delirio.
Choca que el café (Lomi) sea francés, no italiano. Y choca que los vinos al completo sean italianos. Se puede ver como apuesta valiente o como poco tacto con la infinita lista de productores patrios de calidad. Dado su compromiso con lo italiano pero también con lo español, recomendamos que incluyan al menos una pequeña selección.
Nos despedimos con las palabras de Ciro: "Cocinar con placer da placer". Se nota en un equipo y un restaurante entusiasta que no deja indiferente. No deje de ir. Es el sitio del momento y con razón. Con suerte, siéntese a comer o cenar en el 'túnel del amor'. Tras esta terrible denominación se esconde un íntimo edén para el recuerdo.
Bel Mondo
Dirección: Velázquez, 39. Madrid
Precio medio: 35 euros.
Horario: de lunes a jueves, de 13:00 a 15:30 y de 20:00 a 23:45 h. De viernes a domingo, de 12:30 a 16:00 y de 20:00 a 23:45 h
No hay local así. Es, francamente, una maravilla. El antiguo Loft 39 se ha reconvertido en un imponente restaurante para nada menos que trescientos comensales repartidos en palaciegos salones, estancias que son pura fiesta ochentera y un delicioso jardín interior, abierto todo el año, rebosante de estilo y naturaleza. Es Italia en varios cientos de metros cuadrados. Es moda, diseño, personalidad y buen rollo, y también es cocina. Sí, de su económica y cuidada carta brotan especialidades de la cultura del país de la bota con cierta vuelta personal y española que se aleja de la tradicional 'trattoria' exportada a medio mundo. Producto y personal italiano en su mayoría garantizan autenticidad y calidad.