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Cómo conseguir la tabla de quesos perfecta
  1. Gastronomía y cocina
COLÓCALOS SEGÚN INTENSIDAD DE SABOR

Cómo conseguir la tabla de quesos perfecta

Si estás pensando prepararla para tus invitados, necesitas tener en cuenta el número de variedades, el tipo, ordenarlos del modo más correcto y valorar el vino

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Una tabla de quesos es un aperitivo muy socorrido para agasajar a tus invitados. En ocasiones, podemos recurrir a comprar ya hecha alguna de las que encontramos en los supermercados habituales, pero si queremos trabajar el menú un poco mejor, con más mimo y resultados excelentes, entonces deberíamos encargarnos también de seleccionar cada uno de los quesos que vamos a consumir.

Todos los factores de los que vamos a hablar a continuación son importantes para formar nuestra tabla de quesos perfecta y triunfar con nuestros invitados.

Número de variedades:

Nuestros invitados esperan encontrar en una tabla de quesos un número razonable de variedades diferentes, pero sin caer en el exceso. Para lograr el equilibrio, el número ideal ronda los seis u ocho quesos. En ningún caso debemos superar los diez tipos distintos, ni quedarnos demasiado cortos. Dos o tres variedades no se puede considerar una tabla de quesos.

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Para valorar si añadimos más o menos, podemos tener en cuenta si lo vamos a tomar como entrante o como postre, además de la cantidad de comida que hayamos preparado como plato principal. Si crees que el plato fuerte es demasiado ligero, juega con el estómago de tus comensales creando una tabla de quesos más saciante.

Tipo de queso:

Hay casi tantos tipos de queso como paladares. No existe una fórmula mágica para elegir aquellos que van a formar parte de tu tabla, pero sí debes tener en cuenta las variedades existentes y combinarlas entre sí.

Lo ideal sería repartir, en partes iguales, entre queso azul, queso duro, queso blando y queso envejecido. Por ejemplo, si nuestra tabla va a estar compuesta por ocho variedades, podemos elegir dos quesos de cada tipo. Un ejemplo sería gruyer, manchego, brie, camembert, parmigiano, pecorino, gorgonzola y cabrales.

También podemos jugar con las variedades de queso según el tipo de leche de procedencia: cabra, oveja o vaca. Trata de crear una combinación que encaje bien entre sí, pero que a la vez ofrezca suficientes notas de sabor diferentes entre sí para el paladar, tanto a nivel de textura como de sabor. Por ejemplo, un queso roquefort es una experiencia totalmente diferente a un queso manchego añejo.

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Foto: iStock.

Orden:

Ya sabemos la cantidad que vamos a elegir y las variedades. No podemos olvidarnos que la forma de colocarlos (y comerlos) influye también en el éxito de la tabla de quesos perfecta. La mejor opción para nuestro paladar es colocarlos del más suave al más fuerte, de forma que ningún sabor tape al otro. Así podremos saborearlos en toda su intensidad sin que ninguno le robe protagonismo al siguiente.

Es importante también paladearlo y beber agua o vino entre una variedad y otra para que no se contaminen los sabores. También podemos servir pequeños dados de manzana para 'limpiar' el paladar.

Acompañamiento:

Al margen de cuál sea nuestra elección para el plato fuerte o el postre, la tabla de quesos merece su propio acompañamiento para poder disfrutar de su pleno sabor. Un pan de masa fina es la mejor opción tanto para aquellos con textura untuosa como para los que son algo más duros. En el caso de los quesos con un toque dulce, podemos acompañarlos también con galletas saladas, frutos secos o incluso algunas frutas, como las uvas.

En cuanto al maridaje que debe acompañar a nuestra tabla de quesos perfecta, en general podemos seguir la regla de que a menor intensidad del sabor, más suave tiene que ser también el vino. Por ejemplo, un queso brie combina muy bien con un vino blanco, mientras que para un manchego o un cheddar optaremos, siempre que podamos, por el mejor tinto de nuestra bodega personal.

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La elección del vino resulta más complicada cuando estamos ante una tabla de quesos, ya que probaremos diferentes texturas y sabores. Para no arriesgar demasiado y acertar con todos, podemos elegir los espumosos, un clásico que nunca falla.

Presentación:

Por último, no olvidemos que la presentación es clave en el mundo culinario. Una mesa bien vestida, con una distribución de platos, bandejas y cubiertos cuidada, así como algún elemento que ayude a mejorar la imagen final (velas y flores son básicos).

En cuanto a la presentación de la tabla de quesos en sí, podemos elegir una bandeja rectangular o circular. En el segundo caso, deberíamos delimitar de alguna manera dónde empieza la cata, como si de un reloj se tratara. A las 10 en punto comenzamos con el queso más suave y a las 11 terminamos con el queso más fuerte. De este modo, los comensales saben cuál es el ritmo que deben marcar y el orden para tomar cada una de las variedades del queso. En el centro, o en un pequeño recipiente junto a esta bandeja, dejaremos el acompañamiento (frutas, frutos secos, pasas, galletas, pan…).

Momento del servicio:

La tabla de quesos se puede servir como entrante, con total protagonismo en la mesa, o como acompañamiento del plato principal, sirviéndolo a la vez. También hay quienes lo degustan como postre. En este caso, debemos calcular bien las cantidades para evitar que una saciedad excesiva dé lugar a que nadie pase de la segunda o tercera variedad de queso. Si lo servimos como postre, lo podemos combinar con frutas, mientras que si lo hacemos como entrante, la mejor opción es el pan o las galletas saladas.

Una tabla de quesos es un aperitivo muy socorrido para agasajar a tus invitados. En ocasiones, podemos recurrir a comprar ya hecha alguna de las que encontramos en los supermercados habituales, pero si queremos trabajar el menú un poco mejor, con más mimo y resultados excelentes, entonces deberíamos encargarnos también de seleccionar cada uno de los quesos que vamos a consumir.

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