Efecto Popeye: trucos para que los niños tomen verduras
El ejemplo de los padres, comer en familia, introducirlas de forma rutinaria y que no 'compitan' con otros alimentos en el mismo plato son algunos de los secretos para lograrlo
A los menores se les hace la boca agua con los macarrones, las hamburguesas y las patatas fritas, mientras que las judías verdes y las acelgas rehogadas les dan repelús. En buena parte de los hogares se libra a diario, desde tiempos ancestrales, la batalla para que los más pequeños coman vegetales.
El afán por descubrir los trucos que logren educar el paladar de los niños y niñas en el gusto por las verduras y las frutas ha llegado incluso a superar el interés de los padres. Hasta la comunidad científica se ha enfrascado en estudios para descifrar cómo modificar el interés de la población infantil por la comida. Los propios Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de EEUU publicaban un estudio que reconocía lo que todos ya sabemos por la experiencia: que nueve de cada diez niños no comen las suficientes verduras.
Cuando son pequeños, conviene elegir aquellas verduras u hortalizas que les sean fáciles de manejar con las manos
Se sabe, señala José Manuel Moreno, coordinador del comité de Nutrición de la Asociación Española de Pediatría (AEP), que “las recomendaciones para todos los menores son las mismas que en la población general: ingerir cinco raciones de fruta o verdura al día, aunque más pequeñas. Se deben buscar aquellas que les sean más fáciles de manejar con las manos cuando son pequeños (por ejemplo, las ensaladas no son fáciles para los niños pequeños, pero son muy apetecibles para los adolescentes). Hay que pensar también en las hortalizas (zanahoria, calabaza, etc), sencillas de manejar y que permiten mucho juego en las comidas y saber combinarlas con otros alimentos. Por ejemplo, una lasaña de verduras o un taco de pollo con verduras para un un niño algo mayor”.
Como aclara la psicóloga Ana Lucas, de Psico-salud, “el primer paso para que coman vegetales es dar ejemplo. El segundo, introducirlas de forma rutinaria, el tercero y más importante, premiar la valentía de probar platos nuevos”.
En seis pasos
- Todos a la mesa. “En general, las comidas son uno de los momentos que compartimos en familia, juntos, sentados y haciendo la misma actividad. Es el momento ideal para enseñar a los niños a probar y disfrutar de la comida. Suele ser más difícil que los niños acepten las verduras y el pescado. Lo primero es ejercer de modelo. Los padres somos dicho modelo y un referente para nuestros hijos y si habitualmente tenemos una alimentación variada y los niños se acostumbran a verla en los platos, lo van a aceptar con naturalidad. Debemos introducir pequeñas cantidades de verdura en su plato. Es preferible que un niño pruebe la verdura que cabe en dos tenedores y que luego coma algo que le apetezca a ponerle un gran plato y batallar para que se lo termine. Restando presión al hecho de terminarlo y animándoles a probar nuevos alimentos, nuevos sabores, tendremos más éxito”. Y aunque “no es completamente cierto que a todos los niños les cueste comer verduras, la verdad es que su ingesta va a depender de varias cosas: lo habituados que estén a consumirlas desde bien pequeños (cuanto más variada es la dieta en los dos primeros años, en variedades y texturas, mejor es su aceptación), del ejemplo de los demás miembros de la familia (comer con ellos en vez de que las coman ellos), su familiaridad y, por supuesto, en la forma de presentarlo”, recuerda el doctor Moreno.
- Adiós a los castigos. La antigua herramienta -'lo que no comas a la hora de la comida lo tienes para cenar'- no sirve. “Esa forma de actuar de la educación tradicional se basaba en el castigo. Era el método rápido para cortar una situación: amenaza y castigo. Hoy en día, casi todo el mundo entiende que esa forma de actuar produce efectos inmediatos pero no duraderos y genera rechazo. Actualmente estamos obligados a poner en marcha más recursos para fomentar conductas: los padres debemos explicar a los niños las ventajas de comer verduras, introducir pequeñas cantidades que provoquen el mínimo rechazo, que los niños se acostumbren a verlas como parte de nuestra rutina de alimentación, reforzar positivamente cuando el niño las pruebe y aceptar que pueda haber alimentos que no le gusten”, documenta la psicóloga Ana Lucas. Se expresa de forma similar el pediatra de la AEP, que defiende que los vegetales no deben “convertirse en una obligación o usarse como premio y castigo (si te comes las espinacas, te daré un helado de postre). Además, hay trucos para hacerlo más fácil, como en lugar de llenar un plato pequeño, usar esa misma cantidad en uno grande”.
Es preferible que pruebe la verdura que cabe en dos tenedores a ponerle un gran plato y batallar para que lo termine
- Participación. “Es necesario también hacer de la comida un momento de encuentro y, en la medida de lo posible, que participen de todos los pasos de la comida (la compra, cocinar, poner la mesa, etc). Comer es disfrutar compartiendo. Y, por supuesto, teniendo un mínimo de orden: comer juntos, esperar a que todos terminen… Y esto desde muy pequeños”, agrega Moreno.
- Recompensa. El mejor premio para los niños es el reconocimiento de sus padres. “Es lo que más fomenta su autoestima y, de paso, algo fundamental en su proceso madurativo, su autonomía. Las consultas de los psicólogos están llenas de adultos que arrastran las consecuencias de no haber tenido nunca ese reconocimiento por parte de sus padres”, aclara Ana Lucas.
- Platos separados. Investigadores de la Universidad Texas A & M en busca de patrones en la alimentación entre los niños de escuelas primarias descubrieron una peculiaridad interesante sobre cuándo y por qué eligen comer sus vegetales. Después de analizar datos de desechos de los platos de casi 8.500 estudiantes, parece que hay al menos una variable que tiende a afectar a si comen brócoli, espinacas o judías verdes más que otra cosa: ¿qué más hay en el plato? Los niños, en resumen, son mucho más propensos a comer su porción de verduras cuando se combina con un alimento que no es tan delicioso que acapara toda su atención. Cuando los nuggets de pollo y las hamburguesas están en el menú, por ejemplo, las verduras sobran. El ‘secreto’, por tanto, es que los vegetales no compitan en el mismo plato con otros alimentos atractivos
Los vegetales no deben competir en el mismo plato con otros alimentos que sean especialmente atractivos
- Hacer la comida divertida. El brócoli puede ser intimidante para un niño que espera macarrones con queso. Pero si él es un dinosaurio que necesita comer cinco árboles en miniatura para escapar de un tiranosaurio rex, de repente esos floretes son mucho más interesantes. Relacionar alimentos saludables con cosas divertidas que el niño ya ama y convertirlo en un juego es una gran manera de obtener buenos resultados con la verdura.
Y, sobre todo, mucha mucha paciencia.
A los menores se les hace la boca agua con los macarrones, las hamburguesas y las patatas fritas, mientras que las judías verdes y las acelgas rehogadas les dan repelús. En buena parte de los hogares se libra a diario, desde tiempos ancestrales, la batalla para que los más pequeños coman vegetales.
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