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La guerra del azúcar: a un paso del abismo del tabaco
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La guerra del azúcar: a un paso del abismo del tabaco

Los médicos ya advirtieron de que el exceso de azúcar era un riesgo para la salud, pero la campaña contra su presencia oculta en bebidas y comida procesada se ha recrudecido

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El sobrepeso, la obesidad y la diabetes tipo 2 se están disparando en todo el mundo. Las proyecciones sobre su aumento en la población mundial se califican ya de epidemia en los países desarrollados. Se estima que se pasará de los 60 millones de enfermos de diabetes de tipo 2 en el año 2000 a 90 millones en 2030. En España, los casos diagnosticados se incrementaron de un 5,3% de la población en 2000 a un 13,8% en 2013, y la obesidad, ahora en torno al 15%, superará el 20% en 2030, según la OCDE. Las cifras en EEUU son aún más alarmantes. El sospechoso número uno es el azúcar.

El azúcar es el sospechoso número uno de las previsiones del incremento de diabetes tipo 2 que ya se califica de epidemia

Hasta tal punto que en los últimos años se habla ya de su demonización. ¿Qué hay de verdad? La principal evidencia que esgrimen científicos y divulgadores de EEUU como Gary Taubes o Wolfram Alderson, consultados por Alimente, se basa en que ha aumentado el consumo de azúcar refinado. Este está compuesto por dos moléculas: la glucosa y la fructosa que, a diferencia de la primera, se metaboliza principalmente en el hígado, donde "aumenta la producción de triglicéridos", según Taubes, que son grasas: el principal factor de riesgo de obesidad y sobrepeso. Además, esgrimen que el bombardeo agota la reserva de insulina del páncreas —que regula el nivel de azúcar en sangre—, lo que facilita la aparición de la diabetes tipo 2. ¿A qué se debe el incremento del consumo? Según sus conclusiones, a los azúcares añadidos en los refrescos azucarados, la pastelería y la bollería industrial. Hay evidencias y también suposiciones. Y mucho ruido. El azúcar no es peligroso para la salud; las dosis elevadas, sí.

placeholder Medición del nivel de azúcar en sangre. (iStock)
Medición del nivel de azúcar en sangre. (iStock)

La campaña contra el dulce acabó de estallar en EEUU en septiembre de 2016, cuando la revista de la Asociación Médica Estadounidense hizo la gran denuncia. Mientras The Searchers arrasaban en los sesenta con la canción 'Sweets for my Sweet': "Caramelos para mi dulce amor / azúcar para mi cielo de miel / tu primer dulce beso me estremeció”, la industria azucarera —asegura la publicación— lograba desviar la atención del azúcar y poner el foco en las grasas saturadas.

El 'lobby' del azúcar ocultó los riegos para la salud y desvió la atención hacia las grasas: la época de los productos 'light'

Ocultaron los efectos negativos del azúcar refinado —glucosa más fructosa— que añadían a sus productos. Pasó desapercibido durante casi medio siglo, tapado por el 'lobby' azucarero, mientras el resto de la industria alimentaria reaccionaba con los productos bajos en grasas: la era del 'light'. El engaño ya es historia, pero la guerra contra el azúcar no solo no ha terminado, sino que se ha recrudecido.

Azúcares añadidos

El foco de la alarma está en los azúcares añadidos: "El problema es que la gente no comprende realmente lo que están consumiendo. Es fácil saber cuántas cucharadas de azúcar te sirves en un café”, explica a Alimente Wolfram Alderson, portavoz del endocrino y pediatra Robert Lustig, que se ha hecho viral en YouTube con sus charlas contra el azúcar. Alderson especifica cuáles son los verdaderos riesgos: "Los consumidores no son tan conscientes de que los productos con azúcares añadidos elevan la cantidad que ingieren. No son los azúcares naturales de los alimentos, sino los introducidos artificialmente por la industria. De hecho, todos los alimentos contienen azúcar en forma de glucosa, que es necesaria para el cuerpo y que está presente en todas las células de nuestro organismo, pero no así el azúcar refinado”.

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¿Dónde se esconden? Según un informe de 'Anibes', de la Fundación de Nutrición de España, el liderazgo de todos los azúcares añadidos en nuestro país lo ostentan los refrescos con un 26%, seguidos por el azúcar de mesa (17,8%) y la bollería y pastelería (15,20%). En EEUU, el porcentaje de las bebidas es mayor, un 35%. La diana está clara: Coca-Cola, el gigante de los refrescos.

La batalla de Coca-Cola

"Caramelos para mi dulce amor / azúcar para mi cielo de miel / nunca jamás te dejaré marchar”, cerraba la primera estrofa de los Searchers. Parece ser la filosofía de Coca-Cola: "No vamos a dejar de fabricar Coca-Cola original”, explica a Alimente Rafael Urriola, de la matriz española, ahora que la tormenta se cierne sobre la emblemática compañía. "Simplemente, damos diferentes opciones al consumidor”, prosigue, y remarca que son ellos mismos los primeros que apuestan por otras opciones: las bebidas con edulcorantes y cero calorías: "Un 41% de los productos que vendemos no tiene azúcares añadidos”. ¿Qué han hecho para contrarrestar la ofensiva? Reducir el tamaño de la lata.

Coca-Cola lleva adelantando el impacto desde hace años y promueve la imagen de vida sana y ejercicio

En mayo del año pasado sacaron al mercado un nuevo formato que contiene 250 ml (hemos de tener en cuenta que la antigua lata de 330 ml contiene, ella sola, prácticamente todo el azúcar que puedes tomar en un día, según la Asociación de Cardiólogos Americanos). Menos tamaño, menos azúcar: tú eliges si te quieres tomar más. En enero de este año reformularon, además, la estrategia de marca de los envases con nuevos logos para identificar claramente todas las variedades.

Aún no han retirado las latas antiguas, pero es indudable que van de cara a la ofensiva. Llevan adelantándose al impacto desde hace años y se siguen moviendo rápido, no solo con la apuesta por los edulcorantes sino también con campañas de imagen sobre vida sana y ejercicio. La estrategia es menos pueril de lo que podría parecer: sigan leyendo. El propio Gary Taubes no puede evitar en su conversación con Alimente mostrar cierta lástima: "No me gustaría verme en su piel”. ¿Vamos hacia la misma guerra que la del tabaco hace 30 años? "Sin duda”, responde. De hecho, las tornas han cambiado: el 'lobby' ahora es antiazúcar.

Dopamina y tabaco

La ofensiva ha tomado derivas insospechadas, como relacionar el azúcar con la adicción. Es cierto que el azúcar incide sobre los receptores de dopamina en el cerebro, que son los encargados de conectar la sensación de placer y la recompensa —el mecanismo de cualquier droga—, pero los niveles de respuesta son sencillamente incomparables a los de la nicotina o el alcohol. Gary Taubes le dedica un capítulo entero en su libro 'Contra el azúcar' (Ed. Kairós), relacionando incluso el poder adictivo de los cigarrillos de los años cuarenta, porque, además de nicotina, contenían azúcar.

Por teléfono, matiza que no es tan grave: "Hay otros estimulantes de la dopamina tan simples como comprarse unos buenos zapatos de marca. Evidentemente, su poder adictivo no es tan relevante, pero la cuestión es que el azúcar es el estimulante cerebral más al alcance de niños y adolescentes; les puede habituar a su consumo y eso es lo que queremos evitar”.

placeholder Pastelería, una de las fuentes más acusadas de ingesta de azúcar. (iStock)
Pastelería, una de las fuentes más acusadas de ingesta de azúcar. (iStock)

Adherida a la sombra de la adicción aparecen, inevitablemente, la regulación y, con ella, los impuestos. El ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, anunció en diciembre de 2016 un impuesto a las bebidas azucaradas haciendo buena la relación nicotina-alcohol-azúcar. Finalmente no se impuso, aunque la Generalitat introdujo un gravamen en Cataluña en mayo de 2017: 0,12 euros/litro para las bebidas con más de ocho gramos de azúcar por cada 100 ml, y 0,08 euros a las que se encuentran entre cinco y ocho gramos. La medida no es solo para los refrescos: afecta también a zumos de frutas, batidos, té y café, entre otros.

El eslabón débil

El portavoz de Coca-Cola, Rafael Urriola, se enciende rápido: "Es un impuesto discriminatorio; si quieren gravar, que lo hagan al azúcar, pero no solo a los fabricantes de bebidas”. ¿Protestaron entonces al Gobierno?, inquiere Alimente. "Por supuesto, nos tenemos que defender de un impuesto injusto que además no iba a tener ningún efecto en el consumo”, y señala que las ventas no han bajado en Cataluña, aunque el impuesto lleva poco más de un año en vigor.

Sin duda, el impuesto nacional dejaría fuera a la bollería industrial. Un paquete de dos Donuts contiene 40,2 gramos de azúcar añadido, que supera al de una lata de 330 ml. La parte más endeble del impuesto, sin embargo, no es la discriminación, sino la causalidad: el gravamen al tabaco y al alcohol se fundamenta en que tienen un impacto directo en los costes de atención médica, porque provocan cáncer. La relación causa-efecto entre el azúcar refinado y las enfermedades como diabetes tipo 2 aún no se ha probado. Es el punto débil de la argumentación de Gary Taubes, Robert Lustig, Alderson y otros, el último eslabón que falta de la cadena para convertir definitivamente el caso del azúcar en el del tabaco.

El exceso de azúcar está claramente relacionado con la diabetes, pero aún no se ha demostrado como causa única

"Sabemos que el exceso de azúcar refinado se convierte en grasa, que además estresa al páncreas y que ambos son factores indudables de riesgo para las enfermedades derivadas de la obesidad y para la diabetes tipo 2, pero hay dos niveles en medicina: el estadístico, que demuestra que una serie de individuos con una dieta rica en azúcares desarrolla esas complicaciones, y el de la causalidad: que es cuando se descartan otros factores que intervienen en esas enfermedades, como el sedentarismo o una dieta rica en grasas trans, por ejemplo. Falta la relación directa, aunque estén cerca”, explica Río Aguilar, jefe de Cardiología del Hospital Infanta Isabel.

Es donde inciden los críticos de Gary Taubes, como el bioquímico y doctor en neurociencia Stephan J Guyenet, que descarta de plano al azúcar como el factor más relevante para el desarrollo de la obesidad. Guyenet matiza, además, que la resistencia a la insulina solo se produce cuando las reservas de energía del hígado están ya saturadas por un exceso de calorías, no necesariamente provenientes del azúcar.

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(iStock)

Es una de las principales batallas. ¿Cuáles son el resto de factores? Múltiples. El más recurrente es el sedentarismo. Y ahí es donde entran en juego las campañas de vida saludable y actividad física de Coca-Cola. Según el NYT, en 2015 pagaban a científicos y revistas médicas, además de apoyar financieramente a la Global Balance Energy Network, una estrategia para minimizar el efecto de la dieta y potenciar el del ejercicio.

Es la misma razón por la que tanto Taubes como Alderson se revuelven contra el concepto, esgrimido por la Agencia Federal de Alimentos y Drogas de EEUU en 1986, de que el problema de la obesidad, y por tanto de la diabetes tipo 2, reside en ingerir demasiadas calorías o no eliminarlas con el ejercicio, independientemente de dónde provengan. Idea que ha predominado mayoritariamente desde entonces.

Según esta perspectiva, todas las calorías son iguales, por lo que una buena actividad física o dieta equilibrada elimina su exceso. Para Taubes, no se pueden considerar de la misma forma: el hecho de que el metabolismo de parte de las calorías del azúcar se produzca en el hígado, hace que tengan "efectos muy dispares sobre las enzimas que controlan y regulan el almacenamiento de las grasas", y rechaza el concepto de que "las calorías entran y salen con el ejercicio", en contra de las campañas promovidas por Coca-Cola.

Responsabilidad individual

"La regulación es solo una aparte de la solución", comenta Alderson, que coincide en un aspecto con Coca-Cola: "No se puede trasladar el peso a un Gobierno o a una compañía; es una responsabilidad también por parte del consumidor". Llegados a este punto, aparecen las conclusiones obvias: "Es mejor beber agua y cocinar tú mismo con productos frescos”, concluye el portavoz de Robert Lustig.

Gary Taubes se remonta incluso a la Revolución Industrial como el origen del problema. Cuando el refino del azúcar se hizo más barato, se pasó a una producción en masa y se introdujeron todos sus derivados: postres, golosinas, caramelos, refrescos con azúcar... La realidad, sin embargo, es que aunque la dieta rica en azúcares comenzase su rápido ascenso a finales del XIX, y sobre todo a mediados del XX, la esperanza de vida cada vez es mayor. "Se debe indudablemente a los avances de la ciencia médica que corrieron en paralelo, se erradicaron muchas epidemias", zanja Taubes. La comunidad médica es precisamente la que decidirá si existe un caso probado para relacionar directamente azúcar con diabetes tipo 2 y obesidad sin que existan otros factores. A pesar de ello, los impuestos ya están en vigor en Reino Unido y Francia. En España, el Gobierno solo lo dejó aparcado. En Coca-Cola responden a la cuestión de azúcar de forma tan directa, que parece un guión trabajado desde hace años, pero deslizan de paso que sus "edulcorantes son de muy buena calidad", como si estuvieran preparados para un futura ofensiva, más allá del azúcar.

El sobrepeso, la obesidad y la diabetes tipo 2 se están disparando en todo el mundo. Las proyecciones sobre su aumento en la población mundial se califican ya de epidemia en los países desarrollados. Se estima que se pasará de los 60 millones de enfermos de diabetes de tipo 2 en el año 2000 a 90 millones en 2030. En España, los casos diagnosticados se incrementaron de un 5,3% de la población en 2000 a un 13,8% en 2013, y la obesidad, ahora en torno al 15%, superará el 20% en 2030, según la OCDE. Las cifras en EEUU son aún más alarmantes. El sospechoso número uno es el azúcar.

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