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Por qué el arroz que comeremos en el futuro va a ser mucho peor
  1. Nutrición
Un problema inevitable

Por qué el arroz que comeremos en el futuro va a ser mucho peor

Un reciente estudio asegura que el cereal va a ver disminuidas sus cantidades de proteínas, minerales y vitaminas. La situación es particularmente preocupante para los países que lo incluyen como elemento básico de su dieta

Foto: Un porvenir nada halagüeño. (iStock)
Un porvenir nada halagüeño. (iStock)

La alimentación a través de productos de origen vegetal vive en estos momentos toda una paradoja. Por un lado, organismos como la FAO no dejan de señalar la importancia que tiene para la población mundial tender hacia dietas en las que las frutas, las verduras, las legumbres o los cereales integrales gocen de una mayor presencia, tanto por motivos de salud como por cuestiones de sostenibilidad. Por otro lado, los cultivos se ven cada vez más castigados por factores como plagas y enfermedades que se desplazan con más libertad, como consecuencia de la mayor movilidad de mercancías y personas, así como por el cambio climático.

El arroz es uno de los alimentos que más preocupan ante las amenazas a las que se enfrenta hoy en día la agricultura. El pasado año la alarma saltó ante los elevados niveles de arsénico detectados en ciertas tipologías, un problema que, afortunadamente, no afecta a las variedades que crecen en los campos españoles. Un reciente estudio japonés viene a cuestionar ahora el futuro de la planta, poniendo el foco en el destacado deterioro que se prevé por lo que se refiere a las propiedades de este alimento fundamental.

Se pronostica una reducción de un 10% en las cantidades de proteínas, hierro y zinc de ciertas variedades de arroz

La principal fuente de energía para más dos mil millones de personas en el planeta podría sufrir una importante merma de sus nutrientes esenciales como consecuencia del aumento de dióxido de carbono en la atmósfera. La cuestión es más que preocupante, ya que si bien es necesario incrementar la producción de alimentos para satisfacer las necesidades de una creciente población global, no menos fundamental es que tales alimentos preserven sus mismos valores nutricionales.

Preocupantes resultados

El estudio llevado a cabo por la Universidad de Tokio parte de la premisa de que cuando aumentan los niveles de CO2 en la atmósfera, los nutrientes de la mayoría de las plantas se acaban reduciendo, lo que puede desembocar en importantes consecuencias de cara a nuestra alimentación.

placeholder Foto: iStock.
Foto: iStock.

El grupo de investigadores sometió a 18 variedades de arroz a crecimientos simulados, en campos de Japón y China, en ambientes con mayores concentraciones del gas, similares a las que se prevén en el futuro. Aunque los resultados fueron distintos dependiendo de la especie analizada, las plantas mostraron una reducción media del 10% en los niveles de proteínas, hierro y zinc. Por lo que respecta a las vitaminas, tales mermas fueron de un 30% para la B9 (ácido fólico), un 17% para B1 (tiamina) y B2 (ribofalvina) y un 13% para la B5 (ácido pantoténico).

Una lucha contrarreloj

Los habitantes de países como Bangladesh, Camboya, Indonesia, Myanmar, Vietnam o Madagascar obtienen más del 50% de su energía diaria a través del arroz. En muchos de ellos existe una importante carencia de biodiversidad del cereal, cuestiones que abren la posibilidad de un aumento de la malnutrición en tales estados, así como problemas de salud asociados a la menor presencia de los nutrientes señalados.

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Foto: iStock.

Según Adam Drewnowski, profesor en la Facultad de Medicina de la Universidad de Washington, las conclusiones de este trabajo son críticas, ya que no solo alertan de los problemas que va a sufrir el arroz, sino también muchos otros cultivos. Los investigadores se centran ahora en buscar, a través de los métodos empleados, variedades que mantengan mejor las propiedades del cereal frente a los cambios atmosféricos que están por llegar.

La alimentación a través de productos de origen vegetal vive en estos momentos toda una paradoja. Por un lado, organismos como la FAO no dejan de señalar la importancia que tiene para la población mundial tender hacia dietas en las que las frutas, las verduras, las legumbres o los cereales integrales gocen de una mayor presencia, tanto por motivos de salud como por cuestiones de sostenibilidad. Por otro lado, los cultivos se ven cada vez más castigados por factores como plagas y enfermedades que se desplazan con más libertad, como consecuencia de la mayor movilidad de mercancías y personas, así como por el cambio climático.

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