Las mejores y más refrescantes sopas frías para el verano
El gazpacho andaluz es el rey de las sopas frías veraniegas. Pero en el menú estival hay otras elaboraciones nutritivas y refrescantes que hacen que sacar la cuchara sea un auténtico placer en los días más calurosos
Con la llegada del verano y la consiguiente subida del mercurio en los termómetros, lo que más apetece es tomar algo ligero, que evite las digestiones pesadas, a la par que sencillo de cocinar y sobre todo fresquito. Por eso no es de extrañar que las sopas y las cremas frías ocupen por derecho propio un lugar destacado en los menús estivales. Porque refrescan, porque resultan fáciles de elaborar, porque, al ser líquidas, aportan la hidratación tan necesaria como importante y porque, al estar hechas principalmente con verduras, suelen ser nutritivas, generosas en vitaminas y antioxidantes, y poco calóricas.
Aunque el gazpacho andaluz es la crema clásica que más se repite en las mesas veraniegas, no es la única. Las posibilidades de este tipo de preparaciones culinarias son prácticamente infinitas y hacen que sacar la cuchara sea un ritual placentero y apetecible. De cara a disfrutar de las bondades de estas elaboraciones frías solo hay que animarse a probar algunas de las recetas que sugerimos a continuación
Vichyssoise: la sopa fría francesa
Esta crema francesa no solo es mundialmente conocida, sino también fácil de elaborar, nutritiva y muy sabrosa. Que se lo digan a su creador Louis Diat, un cocinero que trabajó en el hotel Ritz Carlton de New York. Se le ocurrió recurrir a esta receta de patata y puerro que siempre le había cocinado su abuela para sorprender a los norteamericanos. El resultado fue auténtico éxito. De hecho comenzó a estar presente tanto en los menús veraniegos como en los invernales.
Las sopas frías refrescan y suelen ser nutritivas, ricas en vitaminas y antioxidantes, y poco calóricas
Al margen de esta curiosidad, esta sopa se elabora con ingredientes muy básicos: cebolla, patata, puerro, nata o leche, y en algunas preparaciones, caldo de ave y mantequilla. Para sacarle el máximo partido gustativo, hay que servirla muy fría. Y si se le quiere dar el toque de gracia, es recomendable espolvorearle cebollino.
Crema fría de espárragos trigueros
Esta opción española a la vichyssoise se presenta al paladar como una elaboración elegante, con un sabor intenso y con un singular color verde, que la hace muy vistosa y que capta toda la atención sensorial. Como su nombre indica, el ingrediente principal es el espárrago triguero, que por cierto fue el tallo preferido del emperador Julio César y también el predilecto de los griegos y egipcios para agasajar a los dioses. En esta crema, a tan noble alimento le acompañan la cebolla, el calabacín, caldo de verduras o de pollo, aceite de oliva y sal.
Ajoblanco, tradición andaluza
Esta sopa oriunda de tierras andaluzas –aunque también es muy típica de Extremadura– tiene orígenes muy antiguos, tanto que las primeras referencias a ella aparecen en época de Al-Ándalus. Aunque el nombre de esta crema fría pueda llevar a engaño, el ingrediente principal son las almendras. Incluye, además, otros ingredientes, como pan, aceite de oliva, ajo, sal, agua y vinagre.
Como en el caso de las que ocupan este artículo, se consume muy fría y muchas veces se puede acompañar de rodajas de melón, uvas o sandía (en realidad, cualquier fruta con sabor ácido marida con esta crema a la perfección). Eso sí, existe la opción malagueña, que acostumbran a servirla con patata cocida o asada.
Borsch, a todo color
De esta crema fría, habitual en Rusia y muy consumida en algunos países centroeuropeos, hay diferentes versiones, incluso una caliente. Sin embargo, todas tienen como ingrediente básico la remolacha, que es la que le aporta su característico color rosado.
A partir de ahí, esta sopa moscovita incluye (aunque depende del país en el que se elabore) yogur o kéfir, nata ácida, perejil, eneldo y huevo cocido, que son los que le confieren los matices de sabor tan característicos.
Salmorejo, un indispensable
Forma parte casi intrínseca del recetario tradicional andaluz –sobre todo cordobés– y por ende casi del español. Sus ingredientes principales son ajo, vinagre, tomate, aceite de oliva, sal y miga de pan. Aunque pueda parecer sencillo, en realidad hacerlo bien tiene 'su miga', puesto que no vale cualquier pan. Tiene que ser de telera o de candeal, una variedad que presenta una miga blanca, muy compacta y suave y recubierta con una corteza dorada, crujiente y lisa.
Asimismo, hay que escoger los tomates con criterio, pues deben estar a temperatura ambiente y sin pelar en el momento de triturarlos. Además, es importante dejarlo enfriar con tranquilidad. Los entendidos recomiendan acompañarlo con una guarnición discreta que contribuya a realzar su sabor, como huevo duro picado o virutas de jamón.
Gazpacho de sandía y tomate: la versión más atrevida
En gastronomía hay que atreverse, experimentar, darle oportunidad a otros ingredientes y a combinaciones poco convencionales. Una buena manera de concluir este pequeño viaje por las sopas frías veraniegas es esta particular versión del gazpacho. No solo tiene un bajo contenido calórico, ya que solo lleva sandía, tomate, pimiento verde, cebolla, ajo, sal y aceite de oliva, sino que, al unir el dulzor de la sandía con el ácido del tomate, ofrece un sabor singular, sorprendente y refrescante. Como toque final, se puede añadir un crujiente de queso, trocitos de langostinos cocidos o una hoja de albahaca.
Y es que cada vez son más lo que optan por renovar la corte de ingredientes tradicionales con los que se hace el gazpacho. Por ejemplo, con fresas. Esta elaboración tiene un toque dulce y refrescante, poca densidad energética y, al igual que el de sandía y tomate, un color rojo muy intenso que lo hace muy apetecible.
Con la llegada del verano y la consiguiente subida del mercurio en los termómetros, lo que más apetece es tomar algo ligero, que evite las digestiones pesadas, a la par que sencillo de cocinar y sobre todo fresquito. Por eso no es de extrañar que las sopas y las cremas frías ocupen por derecho propio un lugar destacado en los menús estivales. Porque refrescan, porque resultan fáciles de elaborar, porque, al ser líquidas, aportan la hidratación tan necesaria como importante y porque, al estar hechas principalmente con verduras, suelen ser nutritivas, generosas en vitaminas y antioxidantes, y poco calóricas.
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