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Los alimentos que actúan como antibióticos naturales y mejoran tu microbiota
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Los alimentos que actúan como antibióticos naturales y mejoran tu microbiota

Combatir enfermedades infecciosas desde el intestino aprovechando los componentes de la comida es una posibilidad cada vez más cercana gracias al mayor conocimiento de los microorganismos

Foto: Foto: iStock.
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Hace más de diez años que el Instituto Nacional de la Salud de Estados Unidos (INH, por sus siglas en inglés) decidió invertir 115 millones de dólares para sacar del anonimato a los billones de microorganismos y bacterias que colonizan nuestro organismo. En 2012, el Proyecto Microbioma Humano -que es el nombre que se le dio al plan- arrojó los primeros resultados y ya reveló la especial trascendencia de la microbiota intestinal. Desde entonces, la investigación no ha parado de encontrar enfermedades humanas en las que aparecen involucradas las bacterias intestinales, desde la obesidad hasta problemas cardiovasculares, alteraciones neurológicas, incluso cáncer.

Estas relaciones justifican los dichos populares que relacionan bienestar con alimento -somos lo que comemos, por la boca muere el pez o que tu alimento sea tu medicina- y que la ciencia confirma. Ahora, ha sido un equipo de la Universidad de San Diego (California), que ha encontrado una nueva forma de aprovechar los alimentos como medicina por sus propiedades para controlar los microorganismos dañinos y fomentar el crecimiento de bacterias beneficiosas.

Los investigadores han constatado que ciertos alimentos tienen un efecto antimicrobiano debido a que desencadenan la producción de bacteriófagos -virus que infectan y se multiplican dentro de las bacterias-, un descubrimiento que se publicó en la revista 'Gut Microbes'. Esos alimentos con propiedades antibióticas incluyen miel, regaliz, stevia, aspartamo, picante, orégano, canela, clavo, uva ursi (bayas de oso) y extracto de neem.

Lance Boling, biólogo molecular y miembro del grupo investigador de la Universidad de California, argumenta que sería posible actuar sobre los microorganismos intestinales "ajustando los alimentos que consumimos y que afectarán a la diversidad microbiana que, a su vez, influirá en la salud y las enfermedades".

"Podríamos esculpir el microbioma intestinal humano con compuestos dietéticos comunes"

Para confirmar estas hipótesis, lo primero que hicieron los científicos fue examinar las curvas de crecimiento de las bacterias a lo largo del tiempo y observaron que cuando se activan los fagos, el crecimiento bacteriano se detiene por completo y su número disminuye drásticamente hasta que se agotan. Aquí, "también encontramos que algunos alimentos actuaban como inhibidores de fagos y podían usarse para controlar los virus patógenos", añade Boling.

Candidatos a antimicrobianos

Por esto, y dada la variedad de enfermedades en las que está implicada la microbiota, los científicos californianos insisten en que con un análisis y planificación cuidadosos, los alimentos podrían emplearse como medicamentos para corregir los desequilibrios. "Podríamos esculpir el microbioma intestinal humano con compuestos dietéticos comunes", defiende el ecólogo microbiano Forest Rohwer. "La capacidad de matar bacterias específicas, sin afectar a otras, hace que estos compuestos sean muy interesantes".

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Foto: Unsplash/@starvingartisfoodphotograpy.

Miguel Aganzo, nutricionista e investigador de los hospitales Fundación Jiménez Díaz y Rey Juan Carlos (Madrid), explica a Alimente: "Los fagos pueden actuar de dos formas: inyectando su ADN y provocando la ruptura celular de la bacteria (la mata) o inyectando su ADN y quedando latente pero replicándose para alcanzar a otras bacterias y propagar la infección".

Sin embargo, "no hay muchos desencadenantes químicos conocidos [de este proceso] y queríamos encontrar estos inductores 'profágicos', o lo que hace que el ADN del fago se desprenda y se replique", refiere Boling.

Para ello, los investigadores eligieron alimentos con efectos antimicrobianos conocidos y percibidos, y seleccionaron bacterias representativas de la microbiota intestinal (Bacteroidetes y Firmicutes), incluidas cepas de bacterias beneficiosas y dañinas. De los 117 alimentos candidatos, quedaron 28 finalistas a probar sus propiedades antimicrobianas (capacidad para producir fagos). "Este enfoque reductivo es similar a arrancar las malas hierbas de un jardín para que las plantas más deseables tengan espacio para crecer", justifica el autor. Pero también puede suceder lo contrario, que un consumo excesivo de alimentos antimicrobianos de amplio espectro conduzca a estados metabólicos similares a la baja diversidad de especies bacterianas intestinales que se produce cuando se toman antibióticos.

Por tanto, comprender y utilizar de forma adecuada los alimentos podrían ayudar en el tratamiento o la prevención de afecciones asociadas con los desequilibrios intestinales y promover la salud en general. Rohwer manifiesta que "probablemente, hay miles de compuestos que serían útiles para eliminar las bacterias no deseadas".

De momento, Aganzo apunta a la presencia de calcio, aminoácidos o magnesio en los alimentos como favorecedores de la unión entre el fago y la bacteria, o compuestos como fibras o polifenoles que pueden degradar el ADN bacteriano y afectar a su crecimiento

El fármaco es la dieta

Los autores del estudio de 'Gut Microbes' recomiendan explorar más a fondo esos alimentos que con efectos antimicrobianos, porque quedan muchos aspectos desconocidos sobre qué hace que las bacterias produzcan fagos. En esta línea, el nutricionista español confirma que es prematuro asegurar que una ingesta normal de los alimentos citados (stevia, miel, uvas ursi, etc) vaya a permitir obtener un efecto antibiótico natural, pero tampoco lo descarta. "En mi opinión, podría entenderse la dieta como parte de un tratamiento, porque influyen demasiados factores difícilmente controlables, pero al menos sí como una aproximación", puntualiza.

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Foto: Unsplash/@brandless.

Miguel Aganzo confirma que la alimentación puede modificar la microbiota a largo plazo, aunque reitera que existen otros muchos factores que afectan a la microbiota, como la edad, fármacos o la práctica de ejercicio. Y acerca de si los cambios en la microbiota pueden afectar a la eficacia de los antibióticos que tomamos normalmente, recuerda que las bacterias se adaptan a los antibióticos para perpetuar su especie, aunque los bacteriófagos, como tratamiento, son más efectivos y, a largo plazo, más efectivos que los medicamentos.

"Si se consiguiera maximizar su eficacia, los cambios en la dieta para promover bacteriófagos como terapéutica haría que el empleo de fármacos antibióticos no fueran necesarios (salvo casos muy graves), y si sucediera la infección, el empleo de medicamentos sería más eficiente", defiende el español. En su opinión, "mejorar la dieta para promover el control de bacteriófagos y esculpir la microbiota actuaría para prevenir enfermedades y reduciría la necesidad de recurrir a fármacos".

Hace más de diez años que el Instituto Nacional de la Salud de Estados Unidos (INH, por sus siglas en inglés) decidió invertir 115 millones de dólares para sacar del anonimato a los billones de microorganismos y bacterias que colonizan nuestro organismo. En 2012, el Proyecto Microbioma Humano -que es el nombre que se le dio al plan- arrojó los primeros resultados y ya reveló la especial trascendencia de la microbiota intestinal. Desde entonces, la investigación no ha parado de encontrar enfermedades humanas en las que aparecen involucradas las bacterias intestinales, desde la obesidad hasta problemas cardiovasculares, alteraciones neurológicas, incluso cáncer.

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