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¿Edulcorantes para evitar la diabetes? Da completamente igual
  1. Nutrición
como el perro de pávlov

¿Edulcorantes para evitar la diabetes? Da completamente igual

El simple hecho de saborear estos edulcorantes tiene efectos sobre cómo metabolizamos el azúcar. Esta revelación podría abrir una nueva era en lo que a consumo de 'lights' se refiere

Foto: Foto: Unsplash/@sharonmccutcheon.
Foto: Unsplash/@sharonmccutcheon.

Nuestro cuerpo sigue siendo a día de hoy un gran misterio. Entendemos ciertos conceptos básicos (la ciencia médica no ha parado de hacer avances increíbles en los últimos 200 años), pero no comprendemos cómo funcionan gran parte de los mecanismos y reacciones químicas que tienen lugar en nuestro interior. Por ejemplo, sabemos que consumir glucosa (hidratos de carbono) aumenta la cantidad de azúcar en sangre. Esto provoca una reacción por parte de nuestro organismo: aumentar la producción de insulina para contrarrestar sus efectos. Pero en determinadas ocasiones, el cuerpo humano adquiere una resistencia a esta hormona, lo que provoca que sea incapaz de hacer frente a los aumentos de glucosa en el torrente sanguíneo. Esta enfermedad se conoce como diabetes mellitus tipo 2.

Ahora, un grupo de investigadores de la Universidad de Illinois ha demostrado que no solo es la glucosa lo que altera la respuesta de nuestro organismo al azúcar, sino también los edulcorantes artificiales. Esto es contraintuitivo dado que la química es 'ilógica'. ¿Por qué el cuerpo reaccionaría frente a un aumento de glucosa que, directamente, no existe? Esta misma pregunta se la hacen los autores del estudio, M. Yanina Pepino, Clara Salame, Kristina I. Rother y Alexander D. Nichol.

El simple hecho de saborear dulce altera los niveles de insulina. Esto podría fomentar el desarrollo de diabetes

Existe la posibilidad de que esto sea una reacción similar a la que descubrió el psicólogo ruso Iván Pávlov. Su experimento, el famoso perro de Pávlov, se basó en hacer sonar una campanita justo antes de dar de comer a un perro. Tras un tiempo, se introducía un tubo directamente en el estómago del animal y después, sin comida de por medio, hacía sonar la campana de nuevo. El sonido producía una segregación de jugos gástricos. Podría ser este el mismo caso: nuestro organismo relaciona (dado que lo ha experimentado miles de veces) sabor dulce con aumento de glucosa, con lo que se prepara con anterioridad. Dicho de otro modo: la costumbre puede generar respuestas fisiológicas.

Para llevar a cabo su experimento, los investigadores reunieron a un grupo de estudio que consistía en 10 personas con un peso saludable y 10 individuos con obesidad. Es importante saber que ninguno de ellos había desarrollado diabetes ni eran consumidores habituales de edulcorantes artificiales. Se sometió a los participantes a tres pruebas orales de tolerancia a la glucosa en tres semanas diferentes. Antes del primer test, consumieron agua desmineralizada; antes del segundo, sucralosa, y antes del tercero, saborearon (pero no tragaron) ese mismo edulcorante. Mientras tanto, los participantes tenían abierta una vía en su vena radial que monitorizaba su respuesta insulínica en tiempo real.

Cuando las personas con un peso saludable tragaban la sucralosa, sus niveles de insulina bajaban modestamente, pero su sensibilidad a esta hormona aumentaba un 50%. Por otra parte, cuando la gente con obesidad tragaba la sucralosa, sus niveles de insulina se disparaban. "Tenemos la hipótesis de que los efectos severos de la sucralosa sobre la respuesta orgánica a la glucosa solo ocurre en las personas con obesidad", explica la doctora Pepino

placeholder Las investigadoras M. Yanina Pepino y Clara Salame. (Fred Zwicky)
Las investigadoras M. Yanina Pepino y Clara Salame. (Fred Zwicky)

La idea que reside detrás de estos resultados es que el sabor forma parte de un todo. Provoca una respuesta hormonal: "Nuestros datos sugieren que existen mecanismos que no entendemos acerca de cómo el cuerpo humano regula la glucosa y los potenciales efectos metabólicos de saborearla son mayores que una simple sensación de placer", explica la autora principal. Y esto no es de extrañar teniendo en cuenta los resultados de la prueba de sabor: ambos grupos, tanto saludables como obesos, sufrieron una reducción de su respuesta insulínica en el test de glucosa cuando solamente saborearon el edulcorante. "Este fue el descubrimiento más sorprendente. Tanto que ahora estamos elaborando un nuevo estudio que ahonda todavía más en este hallazgo".

De todos modos, a pesar de que este ha sido el primer estudio que relaciona la respuesta insulínica al sabor dulce de la sucralosa, otros estudios anteriores han prestado atención al consumo de edulcorantes y los cambios que estos pueden producir en los niveles de insulina en sangre. En 2007, los investigadores Ferland, Brassard y Poirier investigaron los efectos del aspartamo en los niveles de glucosa e insulina en sangre durante el ejercicio agudo en 14 hombres con diabetes tipo 2. Al contrario de lo que cabía esperar, el desayuno cargado de aspartamo indujo una respuesta similar en los niveles de glucosa e insulina que el mismo desayuno con sacarosa.

Nuestro cuerpo sigue siendo a día de hoy un gran misterio. Entendemos ciertos conceptos básicos (la ciencia médica no ha parado de hacer avances increíbles en los últimos 200 años), pero no comprendemos cómo funcionan gran parte de los mecanismos y reacciones químicas que tienen lugar en nuestro interior. Por ejemplo, sabemos que consumir glucosa (hidratos de carbono) aumenta la cantidad de azúcar en sangre. Esto provoca una reacción por parte de nuestro organismo: aumentar la producción de insulina para contrarrestar sus efectos. Pero en determinadas ocasiones, el cuerpo humano adquiere una resistencia a esta hormona, lo que provoca que sea incapaz de hacer frente a los aumentos de glucosa en el torrente sanguíneo. Esta enfermedad se conoce como diabetes mellitus tipo 2.

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