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Los alimentos que deben desaparecer de tu compra mientras estés en cuarentena
  1. Nutrición
durante un tiempo, no comprarlos

Los alimentos que deben desaparecer de tu compra mientras estés en cuarentena

Muchas cosas han cambiado y, si esto sigue así, más van a cambiar con el Covid-19. Por eso, en este periodo de confinamiento la cesta del súper debe adaptarse por el bien de nuestra salud

Foto: Foto: Unsplash/@joshrh19.
Foto: Unsplash/@joshrh19.

Para la inmensa mayoría de nosotros, este es el mayor cambio que hemos experimentado jamás en nuestro estilo de vida. Salvando las distancias (obvias), entre las pocas cosas que podrían tener un impacto tan profundo y severo como el Covid-19 en cómo llevamos a cabo nuestro día a día como sociedad, estaría la guerra. Estas alteraciones afectan a todos y cada uno de los aspectos de nuestra existencia, desde nuestra psicología, teniendo que soportar el confinamiento, hasta nuestra economía, pasando por nuestra salud nutricional.

Cómo nos alimentamos determina en gran medida quiénes somos y, lo más importante, en qué nos podemos convertir. Dicho de otro modo, cuánto podemos vivir, en qué condiciones y pudiendo hacer qué cosas. Uno de los ejemplos más claros de esto ha sido determinado por investigadores de la George Washington University, recientemente, en un estudio en el que explicaban que nuestros hábitos alimentarios tienen una consecuencia directa sobre la composición de nuestra microbiota. Este es el conjunto de bacterias beneficiosas que conviven en armonía (tanto entre ellas como con nosotros) en el interior de nuestro tracto digestivo, en particular en el intestino.

Esto tiene una increíble importancia, dado que en los últimos años se han llevado a cabo un sinfín de investigaciones científicas en las que demuestran que gran parte de los procesos físicos que tienen lugar en nuestro organismo están mediados por dichas bacterias. Uno de los ejemplos más claros (y escatológicos al mismo tiempo) es el color de nuestras heces. Cuando el cuerpo humano se deshace de la sangre demasiado vieja como para poder transportar oxígeno eficientemente, la rompe en el hígado liberando la famosa molécula bilirrubina. Esta es liberada al tracto digestivo para su eliminación. El problema es que la bilirrubina es considerada 'amiga' por parte de la pared intestinal, con lo que es reabsorbida. Por suerte, determinadas bacterias se alimentan de dicha bilirrubina y la 'rompen' en otras moléculas de un intenso color marrón que son expulsadas de nuestro organismo.

100 g de patatas fritas en aceite de oliva (que será muy sano, pero tiene muchísima energía) suponen 290 kcal

Por supuesto, no es solo la microbiota lo esencial. Durante la cuarentena, como explicaba Patricia Matey en este artículo, el aburrimiento derivado del confinamiento puede hacer que comamos más, lo que aumenta la cantidad de energía disponible. Al mismo tiempo, el ejercicio que hacemos se reduce a límites extremos (por no decir que no existe, directamente). La mayor consecuencia de esto es un potencial aumento de nuestra masa corporal debido a la acumulación de grasas.

Por otra parte, la nueva rutina casera puede hacernos caer en el consumo de productos que no sean especialmente nutritivos, lo que, como explicábamos aquí, puede producir un aumento del problema de carencias nutricionales que en situaciones normales sufrimos los españoles, según se expone en el informe nutricional, elaborado por el Ministerio de Sanidad, ENIDE.

Para mantener todos estos problemas a raya el mayor tiempo posible mientras estemos confinados en nuestros hogares, deberemos empezar a comprar otro tipo de alimentos y seguir una dieta razonablemente diferente (más sana). Pero esto no es solo añadir alimentos a la lista, sino eliminar otros menos beneficiosos de nuestra cesta de la compra.

Las patatas

Deliciosas, nutritivas, polivalentes... No son pocos los buenos adjetivos capaces de describir este tubérculo tan presente en nuestra gastronomía. La parte mala es que, como muchos de nosotros sabemos (y los que no, lo intuyen), representan uno de los alimentos más calóricos de nuestra dieta. Según la Base Española de Datos de Composición de Alimentos (BEDCA), 100 gramos de patatas contienen 73 kcal. Debemos tener en cuenta que este dato, que no parece tan llamativo, solo hace referencia a aquellas que están crudas, dado que el 80,6% de su masa total es agua. El verdadero problema es que al cocinarlas multiplicamos su aporte calórico. De este modo, 100 g de patata asada añaden 206 calorías a nuestra dieta (una cantidad más que notable), y 100 g de patatas fritas en aceite de oliva (que será todo lo sano que a nosotros nos dé la gana, pero tiene muchísima energía) suponen 290 kcal. Como si eso fuera poco, cuando tomamos patatas, no ingerimos solo una o dos, sino que superamos ampliamente los 100 gramos mencionados, multiplicando su aporte energético, del que, seamos sinceros, no nos vamos a desprender mientras dure la cuarentena.

placeholder Foto: Unsplash/@wssb495.
Foto: Unsplash/@wssb495.

Cierto es, y lo hemos explicado en múltiples ocasiones, que las patatas no son solo calorías, sino que también incluyen otros micronutrientes esenciales como folato, vitamina C, hierro o potasio. De todos modos, todas estas moléculas pueden ser sustituidas por otros alimentos que no solo son menos calóricos (como el brócoli), sino que, además, contienen una mayor cantidad de estas sustancias beneficiosas.

Productos azucarados

La mayor de las tentaciones a evitar. Bien es sabido que el azúcar es uno de los productos más energéticos conocidos por el ser humano. Al mismo tiempo, se trata de uno de los más deliciosos jamás concebidos. Su capacidad de crear una dependencia por parte del consumidor es todavía discutida. Sin lugar a dudas, una de las razones de que determinadas sustancias sean adictivas es la capacidad que estas tienen de liberar endorfinas (el neurotransmisor del placer) y mucho gusto nos da tomar azúcar.

Foto: Foto: iStock.

En una situación de normalidad como la que vivíamos hace 2 meses los españoles, el consumo excesivo de este hidrato de carbono era malo independientemente del esfuerzo físico que lleváramos a cabo. Pero una ingesta moderada y razonable era aceptable desde un punto de vista nutricional. Dicho de otro modo, si nuestro balance energético diario era igual o inferior a cero, estábamos a salvo de ganar kilos con ella. Eso no quita que se trate de la sustancia que, después de la glucosa, sea la que mayor capacidad tiene para aumentar nuestro nivel de azúcar en sangre (y a una mayor velocidad). Esto la pone en la lista negra de desencadenantes de la diabetes mellitus tipo 2. Se trata de una enfermedad metabólica en la que nuestro organismo pierde la capacidad de reaccionar ante el aumento de los niveles de insulina en sangre. Esta hormona se encarga de la regulación del nivel de glucemia y supone una de las enfermedades más graves a las que nunca nos tendríamos que enfrentar.

Pan (blanco)

Somos conscientes de ello: eliminar el pan de nuestras comidas supone para muchos españoles un sacrificio inasumible. Eso no quita el hecho de que sea absolutamente prescindible. No nos vamos ni a la montaña, ni a la playa, ni al campo ni a la piscina (todo está prohibido), con lo que los bocatas no tienen razón de ser. Para el resto de recetas con la posible excepción de las torrijas, es innecesario este alimento. Somos conscientes de que es delicioso, pero el pan, y sobre todo el blanco que solemos comer, es una auténtica bomba calórica que aumenta rapidísimamente nuestros niveles de glucemia y, además, es nutricionalmente deficiente.

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Foto: Unsplash/@picoftasty.

Cierto es que si lo tomáramos integral, otro gallo cantaría, dado que los altos niveles de fibra que el salvado de trigo contiene son muy beneficiosos para nuestro sistema digestivo. Por una parte, estos polisacáridos de cadena larga, indigeribles, aumentan el volumen del bolo alimentario, lo que mejora el tránsito gastrointestinal. Pero su verdadero beneficio reside en que la fibra es un prebiótico. Estas son sustancias que no son alimento para nosotros, pero sí para las bacterias beneficiosas que mencionábamos antes, la microbiota. Aumentar nuestro consumo de fibra mejora sobremanera nuestra salud.

Es por esto que el pan blanco debería desaparecer cuanto antes de nuestra dieta de cuarentena, porque si lo anterior no son razones suficientes, según la BEDCA, 100 gramos de este alimento contienen 276 kcal, una inmensa cantidad de energía de la que vamos a ser prácticamente incapaces de deshacernos.

Procesados

Una de las joyas de la inventiva del ser humano. En nuestras ajetreadas vidas del siglo XXI, salir del paso con algo delicioso, rápido y barato cuando tenemos hambre es un auténtico logro. Por desgracia, la comunidad científica es unánime afirmando que no se trata de los alimentos más sanos que podemos encontrar en el supermercado, ni mucho menos. Para lograr sus fantásticas cualidades organolépticas, la industria recurre a un amplio surtido de aditivos y sustancias (entre las que destacan el azúcar y la sal) que no son beneficiosas para nosotros. Cierto es que, en nuestro día a día normal en periodos ausentes de Covid-19, puede no quedarnos más remedio que recurrir a ellos (y bien que los disfrutamos), pero ahora, estando la inmensa mayor parte de nosotros en nuestras casas, con la cocina al lado, sería una irresponsabilidad no consumir alimentos más sanos, menos energéticos y más naturales. Dicho de otro modo: mejores para nosotros.

Para la inmensa mayoría de nosotros, este es el mayor cambio que hemos experimentado jamás en nuestro estilo de vida. Salvando las distancias (obvias), entre las pocas cosas que podrían tener un impacto tan profundo y severo como el Covid-19 en cómo llevamos a cabo nuestro día a día como sociedad, estaría la guerra. Estas alteraciones afectan a todos y cada uno de los aspectos de nuestra existencia, desde nuestra psicología, teniendo que soportar el confinamiento, hasta nuestra economía, pasando por nuestra salud nutricional.

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