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Si tus padres comieron mal, estás programado para ser obeso
  1. Nutrición
Según la Universidad de Hiroshima

Si tus padres comieron mal, estás programado para ser obeso

La epigenética es el estudio de los mecanismos de expresión de los genes. La explicación de por qué estos actúan de una manera u otra dependiendo del entorno. Esto es de especial relevancia en el terreno de la alimentación

Foto: Foto: Unsplash/@freestocks.
Foto: Unsplash/@freestocks.

Nuestros genes determinan lo que somos. En gran medida aceptamos esa información en nuestro día a día. Son los responsables de nuestro color de ojos, del tamaño de nuestros pies, de si vamos a sufrir alopecia o no y también, por desgracia, de determinadas enfermedades. Pero lo cierto es que, por mucho que a Mendel le pese, no es del todo cierto.

Por supuesto, nuestro código genético es fundamental. A fin de cuentas es un 'plano' de cómo construir nuestro cuerpo, un recetario de todas las proteínas que nuestro organismo tiene que producir, un manual absoluto de qué somos y cómo funcionamos. Esto es aplicable a todos los seres vivos, desde los orangutanes a los árboles, pasando por medusas y bacterias. Es como funcionan los seres vivos. Pero eso no es todo: existe un proceso por el cual los genes de los seres vivos pueden adaptarse a su entorno y hasta trasmitir esa información a su descendencia. ¿Nunca nos hemos preguntado cómo una célula de levadura puede producir diferentes proteínas dependiendo del entorno al que está expuesta? Es el medio el que determina cómo actúan sus genes. Este es un proceso fundamental en el desarrollo evolutivo de los seres vivos y su capacidad de adaptación al medio: la epigenética. Existe una gran cantidad de literatura científica al respecto. De entre toda ella, destaca un grupo de estudios científicos llevados a cabo por los investigadores Brian George Dias, Kerry James Ressler, Jared Vega Goodman y el resto de su equipo de la Emory University School of Medicine, en Estados Unidos, en los que se detalla cómo el miedo se transmite a través de generaciones gracias a la acción de una molécula llamada microRNA-34a (miR-34A).

El exceso de omega 6 provocaba "niveles hedónicos excesivos de consumo hipercalórico" en la descendencia

Esto ha sido probado en múltiples ocasiones, pero lo verdaderamente importante es que no son solo los procesos traumáticos los que hacen mella en el ADN de los seres vivos, sino también multitud de otros factores entre los que se encuentra la alimentación. Así lo acaban de probar un grupo de investigadores de la Fukushima Medical University y de la Universidad de Hiroshima, en Japón.

Los científicos han descubierto en su estudio llevado a cabo con ratones que aquellos que tenían dietas ricas en ácidos grasos omega 6 y bajas en omega 3 tenían descendencia que exhibía "niveles hedónicos excesivos de consumo hipercalórico". Además, los investigadores también descubrieron que la descendencia de dichos ratones mostraba un crecimiento anormal en el útero de neuronas productoras de dopamina (la hormona del placer).

Esto ha dado lugar a muchas teorías, pero la que parece ir en cabeza para los científicos es que la exposición elevada a ácidos grasos omega 6 y baja a omega 3 aumenta el crecimiento de ese tipo de neuronas en el cerebro del feto durante determinados momentos del proceso de gestación.

Por supuesto, estos descubrimientos no valdrían de absolutamente nada sin un grupo de control. Siendo tan concienzudos como son los japoneses, no se les ha pasado por alto. Los ratones cuyas madres no consumieron una dieta desbalanceada de estos tipos de ácidos grasos no mostraron esa tendencia al consumo excesivo de comida, incluso cuando los investigadores los tentaban.

placeholder Foto: Unsplash/@nci.
Foto: Unsplash/@nci.

Este descubrimiento vuelve a poner en el punto de mira las grasas omega 6, que, como explican los investigadores, en las dietas occidentales se han popularizado desde los años 60 y el equilibrio con las omega 3 se ha roto. Esta situación, según los científicos autores del estudio, no se había dado en la historia de la alimentación del ser humano. Esto es de enorme importancia. Se ha demostrado el incalculable valor que tienen los ácidos grasos omega 3 para la salud del ser humano, sobre todo para la cardiovascular. El problema es que ambos tipos luchan entre sí para incorporarse a las células. Dicho de otro modo: donde entra un omega 6, no lo hace un omega 3.

"Nuestros descubrimientos sugieren que los ratones adultos que se 'hinchan' a calorías estaban programados para hacer exactamente eso dependiendo de los hábitos de consumo de sus madres", explica el profesor de la Universidad de Hiroshima (y uno de los autores principales del estudio) Nobuyuki Sakayori. Y continúa: "Recomendar el descenso del consumo de ácidos grasos omega 6 a las madres, de la misma manera que ocurre con el alcohol, podría funcionar mucho mejor que las campañas antiobesidad que existen hoy en día, o el aumento de los impuestos a determinados alimentos. En vez de luchar contra el sistema de recompensa de nuestro cerebro, esta estrategia nos permitiría centrarnos, desde el principio, en el desarrollo del propio sistema, y no en sus efectos".

¿Y el ADN?

Como explicábamos al inicio, la genética (o mejor dicho, la epigenética) no se puede dejar de valorar como una opción. En un trabajo científico publicado en el año 2010, los investigadores Adam Stevens, Ghazala Bagum y Anne White, de la Universidad de Mánchester en el Reino Unido, determinaron que los cambios epigenéticos en el gen hipotalámico proopiomelanocortina (POMC) podrían ser el nexo de unión entre la malnutrición de las progenitoras y la obesidad de las crías.

Foto: Salmón, aguacate, frutos secos y aceite de oliva, todos ellos con grasas "buenas". (iStock)

Como exponen los propios autores, "existe una cantidad considerable de evidencia científica sobre el rol del POMC hipotalámico en el control de la ingesta de calorías y en el equilibrio energético a consecuencia de mutaciones en el POMC. Sin embargo, dichas mutaciones no pueden explicar el desarrollo de la obesidad. Lo que sí podría es que las experiencias de las progenitoras puedan causar cambios epigenéticos".

Siempre hemos tenido muy claro que la vida de los padres afecta sobremanera a la de los hijos, pero esto es una nueva frontera. Que comernos algunas palmeras de chocolate de más durante la gestación (o incluso antes de que esta tenga lugar) puede afectarles también. Esto pone de manifiesto que llevar una vida sana, en todas las etapas de nuestra vida, es esencial para nuestro bienestar, pero también para el de aquellos a los que más queremos.

Nuestros genes determinan lo que somos. En gran medida aceptamos esa información en nuestro día a día. Son los responsables de nuestro color de ojos, del tamaño de nuestros pies, de si vamos a sufrir alopecia o no y también, por desgracia, de determinadas enfermedades. Pero lo cierto es que, por mucho que a Mendel le pese, no es del todo cierto.

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