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Esto es lo que haces mal el fin de semana y te lleva a engordar
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Cuatro kilos de media

Esto es lo que haces mal el fin de semana y te lleva a engordar

'Eating jet lag' es el término que han acuñado investigadores de la Universidad de Barcelona para denominar el retraso en el horario de las comidas durante el sábado y domingo, una práctica asociada al aumento del peso

Foto: Foto: Unsplash/@rexcuanlo.
Foto: Unsplash/@rexcuanlo.

Una de las grandes bondades de los fines de semana es no tener que cumplir los horarios para levantarse, comer, trabajar, estudiar, etc. Es una sensación de libertad altamente gratificante para muchos, tanto que incluso es una de las 'ventajas' más envidiadas (y valoradas) de los trabajadores autónomos.

Sin embargo, el descontrol de horarios de manera continuada tiene una cara oculta menos amable, que es la de ir en contra de los ritmos circadianos, una licencia que tiene un peaje sobre la salud. Es bien conocido que el insomnio es, tal vez, la consecuencia más conocida de retar a estos ritmos, pero existe un amplio abanico de manifestaciones que incluyen depresión, cáncer, enfermedades cardiovasculares, diabetes y obesidad.

"Hemos acuñado el término 'eating jet lag' para denominar el retraso de las comidas durante los fines de semana"

Nuestro organismo es tan sensible a los ritmos circadianos que únicamente posponer la hora de las comidas durante los fines de semana puede llevar a una ganancia considerable de peso, de hasta 4 kilos. Así lo ha comprobado un grupo de investigadores de la Universidad de Barcelona, dirigido por María Izquierdo, del Departamento de Nutrición, y Trinitat Cambras, del Departamento de Bioquímica, que ha acuñado el término 'eating jet lag'. El estudio, que se ha publicado en la revista 'Nutrients', destaca que ese aumento en el índice de masa corporal (IMC) es independiente de la calidad de la dieta, el nivel de actividad física, el desfase horario social (diferencia en los horarios de sueño durante los fines de semana) y el cronotipo (predisposición natural a un cierto horario de sueño).

placeholder Foto: Unsplash/@yrss.
Foto: Unsplash/@yrss.

En declaraciones a Alimente, la nutricionista María Fernanda Zerón, primera firmante del artículo, defiende que "por primera vez utilizamos el término 'eating jet lag' para denominar el retraso de las comidas durante los fines de semana y los individuos que tienen más 'eating jet lag' también son los que presentan mayor IMC". El efecto más acusado se observa en demoras de las comidas de 3,5 horas, que se asocia a aumentos de 1,3 kg/m2 del IMC, o el equivalente a 3 o 4 kilos para personas de tamaño medio (de una estatura de 1,75 m en el caso de los hombres y 1,62 m para las mujeres y con peso normal).

Desayuno, comida y cena

La investigación se llevó a cabo en un grupo compuesto por 1.106 universitarios, con edades comprendidas entre 18 y 25 años (el 16% tenía sobrepeso u obesidad). Para Zerón, "el hecho de ser una muestra joven, en la que el porcentaje de sobrepeso y obesidad es inferior al de la población general, es relevante porque pone de manifiesto el importante impacto del eating jet lag". Y aunque esa consecuencia se ha observado en adultos jóvenes, la nutricionista no duda de que "si replicamos el trabajo en personas de más de 40 años, o hasta 60 años, es muy probable que obtengamos el mismo resultado".

Los autores del artículo se centraron en el horario del desayuno, comida y la cena, y consideraron que variaciones de los horarios entre semana y de los fines de semana inferiores a una hora eran retrasos y si superaban los 60 minutos se calificaban como 'eating jet lag'. El mayor desfase se encontró en el desayuno (una media de dos horas), mientras que superó la hora en las otras comidas (aunque fue de dos horas en el 22,5% de los universitarios).

¿Por qué sucede esto? "Probablemente, porque al comer en horarios diferentes para los que el cuerpo está preparado hace que metabolicemos la comida de una forma menos eficiente", expone la investigadora.

Durante los últimos años, diversas investigaciones han demostrado que el cuerpo entiende las calorías de manera diferente según la hora del día. Comer tarde puede asociarse con un mayor riesgo de obesidad. Según María Izquierdo Pulido, "esta diferencia está relacionada con nuestro reloj biológico, que organiza nuestro cuerpo para comprender y metabolizar las calorías consumidas durante el día". Por la noche, sin embargo, "prepara el cuerpo para ayunar mientras dormimos".

placeholder Foto: Unsplash/@sanahsuvarna.
Foto: Unsplash/@sanahsuvarna.

El resultado es que "cuando la ingesta se realiza regularmente, el reloj circadiano asegura que las vías metabólicas del cuerpo actúen para asimilar nutrientes", explica Izquierdo. Sin embargo, "cuando se toman alimentos a una hora inusual, los nutrientes pueden actuar sobre la maquinaria molecular de los relojes periféricos (fuera del cerebro), alterando el horario y, por lo tanto, modificando las funciones metabólicas del cuerpo ".

Maquinaria de precisión

Trinitat Cambras resalta: "Nuestro reloj biológico es como una máquina, y está listo para desencadenar la misma respuesta fisiológica y metabólica a la misma hora del día, todos los días de la semana. Los horarios fijos de alimentación y sueño ayudan al cuerpo a organizarse y promueven la homeostasis energética". Por lo tanto, "las personas con una mayor alteración de sus horarios tienen un mayor riesgo de obesidad ", advierte.

Este trabajo pone sobre la mesa (una vez más) la importancia de investigar sobre la relación entre la irregularidad de horarios y la evolución del peso a lo largo del tiempo, así como realizar el estudio en poblaciones con diferentes características sociales y económicas, metabólicas y edades. "La variabilidad en los horarios de alimentación durante los fines de semana en comparación con los días de la semana puede ocurrir crónicamente durante la vida de alguien. Los estudios futuros deberían evaluar el efecto de esta variabilidad crónica a través del desfase horario en la evolución del peso", dicen los investigadores.

Una atenuante es que saltarse los horarios de las comidas un fin de semana no va a hacer que engordemos, pero, reitera María Fernanda Zerón, "si se repite continuadamente el retraso, seguro que aumentará el IMC".

Una de las grandes bondades de los fines de semana es no tener que cumplir los horarios para levantarse, comer, trabajar, estudiar, etc. Es una sensación de libertad altamente gratificante para muchos, tanto que incluso es una de las 'ventajas' más envidiadas (y valoradas) de los trabajadores autónomos.

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