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La forma de comer que te permite ingerir menos calorías
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Metabolismo y nutrición

La forma de comer que te permite ingerir menos calorías

Asociamos comida rápida con mala alimentación, con grasas y facilidad para engordar, pero no nos paramos a pensar qué ocurre si tragamos cualquier tipo de alimento en poco tiempo. ¿Influye también el cómo?

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Sabemos que la comida rápida es en términos generales poco saludable, pero no somos tan conscientes de que comer deprisa también lo es, aunque estemos lejos de una cadena de hamburgueserías. Los hábitos para una buena alimentación no se limitan solo a la cantidad y al tipo de nutrientes que escogemos, existen otros componentes como las horas a las que comemos, la frecuencia y el sueño. En concreto, masticar rápido se ha asociado con una mayor facilidad para ganar peso y desarrollar obesidad y diabetes tipo 2.

Comer más despacio inhibe en gran medida la posibilidad de padecer sobrepeso y obesidad

Aunque no existe una línea clara donde trazar el tiempo que debemos emplear en deglutir la comida, varios estudios observacionales han abordado la tendencia que existe a desarrollar obesidad entre las personas que dedican menos tiempo a disfrutar de cada bocado. Fueron las conclusiones de un estudio de 2013 realizado en Japón y publicado por el 'British Medical Journal (BMJ)', en el que se observó a cerca de 60.000 individuos que padecían diabetes tipo 2 durante seis años. Según sus datos, comer más despacio inhibía la posibilidad de padecer sobrepeso y obesidad, por lo que cambios en esos hábitos podían reducir de forma significativa la incidencia de todos los riesgos para la salud que conllevan.

Más que metabolismo

Al año siguiente, la revista científica 'American Journal of Clinical Nutrition (AJCN)' publicó un análisis de varios estudios previos sobre el efecto de la velocidad durante la comida, entre ellos el de Japón. Aseveraban que aunque en varios de ellos se habían apuntado variables metabólicas como que "la velocidad a la hora de comer y la frecuencia del masticado podían influir en varias de las hormonas que se encargan de regular la saciedad alterando las concentraciones de insulina, glucógeno y otras sustancias segregadas en el páncreas para regular los niveles de azúcar en sangre", ninguno era consistente. También señalaban otras explicaciones, como que el tiempo empleado en comer "puede afectar a la absorción en el estómago con una relación directa: cuanto más lento se come, más lento se vacía", a la que achacaban, asimismo, falta de evidencias científicas.

Tragar sin tiempo para digerir impide que se active el mecanismo de saciedad del cerebro

Tanto el análisis del 'AJCN' como las interpretaciones del estudio del 'British Medical Journal' inciden en que más allá de cuestiones metabólicas complejas, difíciles de demostrar hasta ahora, las personas que comen rápido son también más propensas a ingerir más cantidad. Es la opinión de Emma Johnson, que afirma en un artículo de la misma revista que el hecho de tragar sin tiempo apenas para digerir actúa impidiendo la activación del mecanismo de saciedad de nuestro cerebro. Es decir, no somos capaces de procesar la comida que ingerimos adecuadamente y acabamos comiendo más de la cuenta. En ese sentido, comer demasiado rápido puede estar asociado a una cierta compulsividad.

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El punto débil de la mayoría de las investigaciones, sin embargo, es que se trata de estudios observacionales y no se ha establecido un criterio objetivo de medición de tiempo, como ocurre en el llevado a cabo en Japón. En cualquier caso, las conclusiones empíricas son bastante contundentes: las personas que tienden a comer más despacio son menos propensas al sobrepeso y a la obesidad que las que sí lo hacen, por mucho que la medición sea tan arbitraria como que los datos se recojan únicamente con descripciones como 'lento', 'normal' o 'rápido', sin especificar una fracción exacta o aproximada de la cantidad ingerida y el tiempo empleado.

Conclusiones sesgadas

Además, en el caso del estudio del 'BMJ', existían otros factores a tener en cuenta. El principal de ellos, que la población objeto del estudio eran enfermos de diabetes tipo 2, por lo que, a lo largo de los seis años que duró la investigación, los sujetos pudieron ganar peso por otras circunstancias, como no tomar la medicación ni las pautas adecuadas. No obstante, la comunidad médica está bastante segura de que la relación entre comer rápido y una mayor ingesta calórica es un dato objetivo, por lo que recomiendan comer despacio, intentando masticar con calma y sin prisas. Esto garantiza un adecuado funcionamiento en condiciones normales de salud de los mecanismos del cuerpo para regular las cantidades.

Existe consenso sobre los beneficios de no apresurarse para procesar bien los nutrientes

Lo que nadie discute es que dedicar tiempo suficiente a la comida es beneficioso, puesto que es el primer paso para obtener de forma adecuada los nutrientes que necesitamos: masticarlos para que se mezclen con la saliva y podamos deglutirlos mejor. Esto es básico para que nuestro aparato digestivo pueda realizar adecuadamente sus funciones, lo que se transmite en una serie de señales que envía al cerebro nuestro estómago. Esta es, sin duda, una de las claves por las que, más allá de una regla o fórmula precisa, lo que sí saben los científicos es que cuanto menos tiempo dediquemos a ingerir un alimento, menor será la respuesta de nuestro organismo ante la carga energética y tendremos más posibilidades de descuidar las cantidades.

Sabemos que la comida rápida es en términos generales poco saludable, pero no somos tan conscientes de que comer deprisa también lo es, aunque estemos lejos de una cadena de hamburgueserías. Los hábitos para una buena alimentación no se limitan solo a la cantidad y al tipo de nutrientes que escogemos, existen otros componentes como las horas a las que comemos, la frecuencia y el sueño. En concreto, masticar rápido se ha asociado con una mayor facilidad para ganar peso y desarrollar obesidad y diabetes tipo 2.

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