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Natalia Moragues: "Hace falta una asignatura que enseñe a los niños cómo comer saludablemente"
  1. Nutrición
Entrevista

Natalia Moragues: "Hace falta una asignatura que enseñe a los niños cómo comer saludablemente"

Charlamos con la nutricionista, que acaba de sacar un libro, sobre la influyente unión marketing-nutrición, las rabietas de los más pequeños y los paladares modificados por los productos dulces, entre otras cuestiones

Foto: Natalia Moragues. (Foto cedida)
Natalia Moragues. (Foto cedida)

Muchos padres desearían que sus hijos no viniesen con un pan debajo del brazo, sino con un manual de instrucciones. La crianza de un niño es una de las mayores responsabilidades a las que un ser humano se puede enfrentar, hay que dedicarle casi tiempo completo y décadas de la vida. Las preocupaciones por los más pequeños pasan por su desarrollo social, físico, emocional y, por supuesto, nutricional.

Para tratar de ayudar a los padres a alimentar de la forma más saludable posible a sus niños, la dietista-nutricionista y madre de dos hijos Natalia Moragues sacó ‘Empezar a comer sano’ (Ob Stare, 2021). La nutricionista cuenta en este libro cómo instaurar hábitos de alimentación saludables en los más pequeños de la casa desde que tienen apenas meses.

placeholder Natalia Moragues.
Natalia Moragues.

A comer sano se aprende. Los padres pueden ofrecer una forma de alimentarse que favorezca la adquisición de correctos hábitos alimentarios que perdurarán a medio y largo plazo si sabemos cómo hacerlo. Charlamos con Moragues sobre la influyente unión marketing-nutrición, las rabietas de los más pequeños y los paladares modificados por los productos dulces, entre otras cuestiones.

PREGUNTA. Arranca el libro con una reflexión, a modo de anécdota, de la influencia negativa que puede tener el marketing sobre nuestra alimentación. Pensar que ciertos productos son saludables por culpa de la publicidad, cuando realmente no lo son, ¿puede afectar a nuestra salud?

RESPUESTA. El consumo puntual de este tipo de productos no afecta a nuestra salud. El gran problema es el mensaje que dan de que el consumo de estos alimentos es normal y lo mejor para nuestros hijos, por lo que empezamos a alimentar a nuestros niños de una forma que no es recomendable a edades tempranas.

Hay familias que alimentan a sus hijos con productos como galletas, ciertos potitos u otros preparados, sin ser conscientes de que no les están dando comida de verdad y de que no hace falta darles este tipo de producto. Y aquí viene el problema añadido de que modifican el paladar de los niños, haciendo que luego rechacen otro tipo de alimentos más saludables.

En realidad, si vas al mercado puedes adquirir productos naturales que se pueden adaptar perfectamente a un bebé.

"Para muchas familias, el marketing alimentario es la única fuente de información que tienen"

Además existe el problema de que, para muchas familias, el marketing es la única fuente de información que tienen. En algunas ocasiones cuando vas al pediatra solo puede pasar una consulta de cinco minutos, en los que te da una hoja sobre cómo alimentar a los niños, que a veces está actualizada y otras ni eso.

Con lo que se quedan muchas familias es con el bombardeo constante del día a día de los anuncios de la televisión, las revistas o lo que se encuentran en el supermercado cuando van. Al final, uno cae en la trampa.

P. ¿Se debe evitar introducir alimentos azucarados, mieles o edulcorantes a los más pequeños para no modificar su paladar?

R. Hasta el año no se debe dar ni azúcar ni sal. Y hasta los dos años lo ideal sería que no tomasen nada de azúcar añadido. El problema es que te encuentras que muchos de los yogures que venden para bebés tienen un poco de azúcar, igual que las galletas para los más pequeños.

"Muchos de los yogures que venden para bebés tienen azúcar"

Si les damos estos productos, lo que hacemos es acostumbrar el paladar de los niños a esos sabores y luego no quieren la fruta, con razón porque no está tan dulce.

P. ¿Están modificados nuestros paladares adultos por los que comimos de pequeños?

R. Están acostumbrados a lo que les estamos dando normalmente, pero es algo que se puede tratar de corregir. Por ejemplo, si le echas cuatro cucharadas de azúcar al café, debes ir quitando poquito a poco la cantidad y puedes acostumbrarte a tomarlo sin azúcar.

El problema está en que cuando somos niños tenemos una época en la que cuanta más variedad de alimentos tomamos, más amplia será la variedad que tomemos de mayores. Entonces si de chiquititos no teníamos el paladar acostumbrado a más alimentos, es más difícil que de adultos ampliemos el abanico de productos, que no es imposible, pero es más difícil.

P. ¿Cómo podemos evitar que los niños coman productos como chucherías o patatas fritas?

R. No comprándolos. Lo que tenemos que hacer es no tenerlos en casa. No debemos tener patatas fritas, chucherías, ni guarrerías de ese estilo.

"No debemos tener en la despensa patatas fritas, chucherías, ni guarrerías del estilo"

Ahora que si tu hijo va a ir a un cumpleaños, un día es un día y no pasa nada. No tenemos que aislar socialmente a nuestro hijo y si un día come unas patatas o un sándwich de Nocilla no pasa nada.

Eso sí, tampoco tenemos que acostumbrarnos a que cada vez que haya una fiesta lo celebremos de esta forma. Lo ideal sería que encontremos una forma diferente de celebrar algo que no sea comiendo guarrerías.

P. ¿Cómo debemos actuar ante una rabieta porque un niño no quiera comer?

R. Actuaríamos de la misma forma que en cualquier otra rabieta. Lo que no podemos es ceder, porque si cedemos en una rabieta, ya estamos perdidos. Entramos en bucle y el niño va a entender que teniendo esas pataletas enseguida va a conseguir lo que quiere.

Lo que hay que hacer es llevar la situación con mucho cariño, porque también tenemos que entender que esas rabietas vienen porque el niño no sabe gestionar esa emoción de ira o la frustración de no tener algo. Hay que tratar de consolarlo, no reñirle, porque es algo natural, y si se le riñe entra más en bucle. Tenemos que relajarlo, si podemos distraerlo con otras cosas mejor, llevarlo a otro lado para que desaparezca el objeto causante. Pero nunca ceder y explicarle cariñosamente que eso no puede ser, por el motivo que sea. Tenemos que tener claro que hay unos límites.

P. ¿Qué hacemos con los niños que no comen?

R. Lo primero, tomarnos un Valium [bromea]. Tenemos que relajarnos, porque son situaciones que estresan mucho a los padres, sacan de quicio y provocan agobios.

Tenemos que entender que cada niño es diferente. Incluso en el seno de la misma familia, la genética es muy potente y hace que uno salga al padre y otro a la madre. Puede ser que un niño coma poco porque sus necesidades genéticas sean esas, no es que esté creciendo menos porque coma menos. Come menos porque no lo necesita porque su cuerpo no va a crecer más.

Lo más importante es que los alimentos que ofrezcamos sean de calidad y no cometamos el error de que, cuando mi hijo come poco, ofrecerle alimentos que sé que le encantan y va a comer aunque no tenga hambre, como galletas, helados o chucherías. Al final, lo que conseguimos es que lo poquito que coma ese niño no va a ser nutritivo.

"Si el niño no quiere la fruta, no tenemos que darle otra natilla ni un helado"

Si el niño no quiere la fruta, no tenemos que darle otra natilla ni un helado. Podemos provocar que lo poco que esté comiendo sea de mala calidad y cargado de azúcar. Si de este modo le volvemos exquisito con los sabores, lo que estamos haciendo es empeorar el problema y hacer que todavía rechace más los sabores naturales al acostumbrarle a los azucarados, aumentando el problema.

P. ¿Debemos obligar a los niños a comer cosas saludables aunque no les gusten?

R. No, pero hay que ofrecérselas y no perder la esperanza. Tenemos que acostumbrarles a que lo vean en el plato, que vean que en casa se come. Por ejemplo, con las verduras siempre hay menos probabilidades de éxito, si no les gusta, aunque sea hay que añadir un poquito todos los días en el plato, combinándolas con otros alimentos y con distintas formas de cocinarlo.

Debemos animarles con frases como “¿por qué no pruebas un poquito, cariño?”. No hace falta que lo coman todo, pero sí que sepan que es bueno comerlo. Pero con cariño y con tranquilidad para que el día que menos te lo esperes lo pruebe.

Y, por supuesto, hay una cosa que tenemos que tener en cuenta con los niños que rechazan estos alimentos, pensar qué estamos haciendo mal. También puede ser que estemos fallando dándoles gusanitos, patatas fritas o productos muy salados, y luego no quieren la verdura porque no es tan sabrosa.

"No debemos obligarles a comer algo, porque vamos a conseguir el efecto contrario"

Hay que analizar todo el contexto de la alimentación y qué estoy haciendo mal. Si lo estoy haciendo todo bien, pues no pasa nada, hay algunos niños más difíciles que otros, igual que los adultos. Pero hay que darles una oportunidad y animarles a probarlo todo, pero obligarles nunca, porque vamos a conseguir el efecto contrario, que le coja manía al alimento.

P. En la misma línea que la pregunta anterior, ¿debemos prohibirles los productos que les gustan pero que no son sanos?

R. Tampoco debemos prohibirles nada, porque no hay nada que sea malo para la salud si se consume de forma puntual. Otra cosa es que lo tengamos en casa y fomentemos su consumo, como comentábamos antes.

Salvo prohibirles productos como las bebidas energéticas que tienen cafeína, taurina y esas cosas… En principio lo único que tenemos que hacer es cuidar nuestra despensa.

P. Hablemos de la leche, el alimento que históricamente han señalado como idóneo para obtener calcio. ¿Realmente es imprescindible en la alimentación de los más pequeños para introducirlo?

R. No, hay muchos alimentos que aportan calcio y que lo aportan igualmente. Con la leche pasa como con las galletas, la industria alimentaria nos ha metido los lácteos con calzador y nos han hecho pensar durante muchos años que son imprescindibles y no lo son.

P. Entonces, ¿hay mejores formas de consumir calcio?

R. Ni mejores ni peores, hay otros productos que aportan calcio de manera parecida a la leche. Pero que si te gusta la leche y los lácteos para introducir el calcio, tómalos sin problema.

P. ¿Qué responsabilidad tienen los colegios en fomentar hábitos alimentarios saludables?

R. Los colegios tienen muchas opciones para trabajar los hábitos de los niños, como regular el desayuno que lleven los niños al colegio.

Por ejemplo, en el colegio de mis hijos insisten mucho en que no lleven galletas y fomentan el consumo de fruta con iniciativas como una 'carrera de la fruta' para ver cuántos días llevan fruta.

Hace falta una asignatura que enseñe a los niños desde pequeños los distintos tipos de alimentos que existen y cómo comer saludablemente, porque esto al final no lo enseña nadie. Esto provoca que nuestro conocimiento de alimentación lo vayamos pillando de por ahí, de lo que vemos en la televisión y la industria alimentaria nos quiere vender, así que al final estamos superinfluenciados por lo que a ellos le apetece vendernos.

P. ¿Cómo podemos hacer para que los abuelos no consientan a los niños con la alimentación?

R. Yo siempre digo que hablando se entiende la gente. Si hemos decidido alimentar a nuestro hijo de una manera determinada, lo primero que tenemos que hacer es sentarnos a hablar con los abuelos tranquilamente, explicarles con calma cómo queremos alimentarle para que esté un poco sintonía.

Pero, obviamente, no todos los abuelos son igual de receptivos. Lo segundo es que nosotros vamos a intentar hacer bien lo que esté en nuestra mano y lo que no esté en nuestra mano pues tampoco pasa nada. Si al final en el resto de la semana la alimentación va siendo adecuada, no pasa nada porque una vez coma una magdalena y chocolate.

Los niños hacen cinco comidas al día, que son 35 ingestas a la semana. Si les dejo con los abuelos un par de comidas a la semana, tampoco pasa nada porque dos comidas se salgan de nuestro control, no nos vamos a agobiar. Lo importante es lo que hagamos en casa en el día a día.

Muchos padres desearían que sus hijos no viniesen con un pan debajo del brazo, sino con un manual de instrucciones. La crianza de un niño es una de las mayores responsabilidades a las que un ser humano se puede enfrentar, hay que dedicarle casi tiempo completo y décadas de la vida. Las preocupaciones por los más pequeños pasan por su desarrollo social, físico, emocional y, por supuesto, nutricional.

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