Si estás siguiendo una dieta cetogénica, deberías saber esto

Las dietas cetogénicas se han popularizado en los últimos años entre las personas que quieren perder peso, aunque suelen pautarse para enfrentar otro tipo de afecciones.

Generalmente suelen caracterizarse por ser muy bajas en carbohidratos, modestas en proteínas y altas en grasas. Lo que se pretende es inducir un cetosis, que se podría resumir en el hecho de que se produce cuando el organismo tiene un déficit de carbohidratos y hace que se generen cuerpos cetónicos (unos compuestos que descomponen las grasas en cadenas más cortas) para obtener energía de ahí. Es decir, es un estado metabólico en el que el cuerpo no tiene más remedio que 'utilizar las grasas' para conseguir energía que no obtiene de los carbohidratos.

Pros y contras recogidos en un estudio

Según un reciente estudio, llevado a cabo por investigadores estadounidenses, estas dietas “reducen la frecuencia de las convulsiones en algunas personas con epilepsia resistente a los medicamentos, también pueden reducir el peso corporal, aunque no más eficazmente que otros enfoques dietéticos a largo plazo o cuando se combinan con la ingesta energética, también pueden reducir la glucosa en sangre, aunque su eficacia generalmente disminuye en los primeros meses”.

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Fran Sánchez Becerril

Sin embargo, también alertan de que las dietas muy bajas en carbohidratos están asociadas con “riesgos marcados”. En primer lugar, porque el colesterol LDL, es decir, el malo, puede aumentar y, según el propio estudio, “a veces de manera espectacular”. En cuanto a las mujeres embarazadas que siguen estas dietas, según las conclusiones del trabajo, “tienen más probabilidades de tener un hijo con un defecto del tubo neural, incluso cuando toman suplementos de ácido fólico”.

Además, este tipo de regímenes puede aumentar el riesgo de enfermedades crónicas: “Los alimentos y los componentes dietéticos que generalmente aumentan en las dietas cetogénicas (por ejemplo, carnes rojas, carnes procesadas, grasas saturadas) están relacionados con un mayor riesgo de enfermedades renales crónicas, enfermedades cardiovasculares, cáncer, diabetes y enfermedad de alzhéimer, mientras que la ingesta de alimentos protectores (por ejemplo, las verduras, frutas, legumbres, cereales integrales) normalmente disminuye”, afirma el equipo al mando del trabajo. Y concluyen: “La evidencia actual sugiere que para la mayoría de las personas, los riesgos de tales dietas superan los beneficios”.

Consecuencias a largo plazo

En este trabajo también se ha puesto encima de la mesa que este tipo de dietas en su modo más “restrictivo” pueden causar síntomas y patologías como fatiga, dolor de cabeza, náuseas, estreñimiento, hipoglucemia y acidosis, deshidratación, hepatitis, pancreatitis, hipertrigliceridemia, hiperuricemia, hipercolesterolemia, hipomagnesemia e hiponatremia.

“Un estudio de 300 usuarios de foros en línea descubrió que las dietas cetogénicas autoadministradas pueden ir acompañadas de un conjunto temporal de síntomas denominados con frecuencia 'gripe cetogénica', que incluyen dolor de cabeza, fatiga, náuseas, mareos, confusión mental, malestar gastrointestinal, disminución energía, sensación de desmayo y alteraciones de los latidos del corazón. En los atletas de resistencia, llevar a cabo esta dieta durante 3,5 semanas provocó efectos desfavorables sobre los marcadores de modelado y remodelado óseo”, apuntan los autores.

Los efectos a largo plazo pueden incluir disminución de la densidad mineral ósea, nefrolitiasis, miocardiopatía, anemia y neuropatía del nervio óptico. “Las dietas cetogénicas tienen una baja tolerabilidad a largo plazo y no son sostenibles para muchas personas”, alertan.