Mitos y verdades sobre la eficacia del aceite de coco para adelgazar
Es uno de los grandes 'hallazgos' para perder peso, pero la ciencia ofrece resultados contradictorios acerca de estas propiedades
Perder peso es uno de los deseos más comunes, y no es de extrañar dada la imparable epidemia de obesidad y sobrepeso que sufre la humanidad. Pero los kilos se aferran con fuerza al cuerpo en el que se instalan y es muy difícil expulsarlos de allí, lo que contribuye a entender la buena acogida que tienen las propuestas que prometen (ahora sí) acabar con el superávit de masa grasa.
Entre los últimos 'quitagrasas' que han irrumpido en el mundo de la obesidad y el adelgazamiento se encuentra el aceite de coco, sobre el que planean mensajes contradictorios procedentes del ámbito científico.
La creencia es que favorecen la pérdida de peso porque disminuyen la sensación de hambre
En su favor hay que indicar que el aceite de coco es rico en ácidos grasos de cadena media que, según diferentes investigaciones, ofrecen ciertos beneficios para la salud, si bien los expertos, como la Fundación Española de la Nutrición, aconsejan consumirlo con moderación.
Pero lo que prima en el imaginario popular es que favorecen la pérdida de peso porque puede disminuir la sensación de hambre. El origen de esta creencia está en que la mitad de la grasa del aceite de coco corresponde a ácidos grasos de cadena media, cuya digestión y absorción es más fácil que los de cadena larga y el organismo los utiliza directamente para producir energía.
El ácido graso predominante en el aceite de coco es el láurico, que no se absorbe tan rápido como otros ácidos de cadena media y no produce la sensación de saciedad de otros. Entonces, ¿de dónde sale la creencia de que ayuda a adelgazar?
Parecido no es igual
Algunas investigaciones han encontrado que el aceite de ácidos de cadena media aumenta la sensación de plenitud, pero se trata de aceites con alto contenido en ácidos cáprico y caprílico y bajos en láurico; o sea, una composición distinta a la del aceite de coco, por lo que "no se puede promover que el aceite de coco tenga efectos similares al aceite de ácidos de cadena media sobre la ingesta de alimentos y la saciedad", concluye un estudio de la Universidad de Oxford.
Sin embargo, cada vez son más los defensores de no suprimir completamente la ingesta de grasas en las dietas de adelgazamiento, debido a que aumentan el volumen gástrico y provocan mayor sensación de saciedad que las comidas sin grasas. Y otros estudios van paso más allá y demuestran que los alimentos ricos en grasas saturadas llenan más que los que contienen grasas monoinsaturadas (como es el aceite de oliva).
Comparación de grasas
Así pues, no está claro que elegir aceite de coco en lugar de otro tipo de grasas vaya a reportar un mayor sentimiento de saciedad. Una investigación en mujeres obesas (IMC superior a 37) publicada en 'European Journal of Nutrition' comparó el efecto de desayunar 25 ml de aceite de coco con la misma cantidad de aceite de oliva y comprobó que era menos efectiva para reducir el hambre a las cuatro horas posteriores a la comida.
Comparado con el aceite de maíz, el de coco no mejora la termogénesis y la saciedad, concluye un trabajo de la Universidad de Columbia (Nueva York).
El aceite de coco no se impone ni a la mantequilla en términos de pérdida de peso, según un análisis de la Universidad de Cambridge, aunque sí es más saludable y no aumenta el colesterol LDL (malo) como lo hace la mantequilla.
Adentrándonos por las bondades del aceite de coco, parece que puede reducir grasa abdominal y los efectos de la obesidad sobre el metabolismo.
La evidencia científica no respalda, por ahora, que el aceite de coco sea una estrategia eficaz para disminuir el apetito ni promover el adelgazamiento. Es verdad que no es una grasa proscrita desde un punto de vista saludable, lo que no quiere decir haya que incluirla en la dieta habitual puesto que su perfil lipídico tampoco es el mejor.
Y lo que es indiscutible: su alto valor calórico (862 calorías por 100 g), poco recomendable a la hora de establecer el equilibrio entre la ingesta y el gasto calórico.
De momento, lo que sí ha demostrado ser claramente eficaz para adelgazar es el déficit calórico. Sin rodeos: menos comida y más movimiento.
Perder peso es uno de los deseos más comunes, y no es de extrañar dada la imparable epidemia de obesidad y sobrepeso que sufre la humanidad. Pero los kilos se aferran con fuerza al cuerpo en el que se instalan y es muy difícil expulsarlos de allí, lo que contribuye a entender la buena acogida que tienen las propuestas que prometen (ahora sí) acabar con el superávit de masa grasa.